20 de marzo 2018
Pedro bajó de su bicicleta agitado. El frío que invadía su cuerpo una mañana de mediados de enero dejó de importarle. El habitual silencio del camino pedregoso por el que andaba entre estos cafetales, en San Ramón, Matagalpa, lo había interrumpido el ruido de una caravana de vehículos. “Eran unas seis camionetas”, recuerda este campesino de hablar pausado, enfundado en unas botas que parecen quedarle grandes.
Dice Pedro que la última vez que había visto un despliegue similar de vehículos fue hace unos tres años. Y se trataba del mismo visitante. “Era él, solo cuando viene él pasan tantas camionetas, además que van enganchados varios policías que nunca pasan por estos cafetales”, relata. Él, al que se refiere Pedro, es el magistrado y aún presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), Roberto Rivas Reyes.
Hace más de tres meses el magistrado no ha tenido ninguna aparición pública, desde que el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos lo incluyó el pasado 21 de diciembre en la “lista negra” de la Oficina de Control de Activos (OFAC, por sus siglas en inglés), que implica sanciones para violadores de derechos humanos, corruptos y narcotraficantes de todo el mundo. A Rivas le ha sustituido el vicepresidente del CSE, Lumberto Campbell, a quien la Asamblea Nacional le cedió sus atribuciones, dejando a Rivas solo el cargo formal con inmunidad, mientras sus trabajadores de confianza y decenas de empleados en el Poder Electoral han sido despedidos desde finales de enero. Pero Pedro afirma que por estos días, Rivas llegó a visitar sus fincas cafetaleras en Matagalpa.
Buena Vista y La Escocia
Roberto Rivas lleva más de 23 años como funcionario del Poder Electoral. Llegó como un magistrado más en julio de 1995 y preside la institución desde el año 2000. En su labor, los escándalos no han cesado. Está señalado de dirigir el colapso del sistema electoral nicaragüense, a cargo de fraudes para favorecer al gobernante Frente Sandinista. También ha sido denunciado en más de una ocasión por enriquecimiento ilícito, debido a su exorbitante patrón de consumo que incluye viajes transatlánticos en vuelos privados y mansiones en Nicaragua y Costa Rica, valoradas en varios millones de dólares. Además, se le atribuye una sociedad de inversiones en Madrid, a cargo de dos de sus hijas.
En Matagalpa, Rivas es propietario de las fincas “Buena Vista” y “La Escocia”. Para llegar a sus propiedades hay que recorrer un largo camino desde el municipio de San Ramón, tomando la carretera que conduce a la comunidad de Pancasán. Cerca de la entrada a la Reserva Natural Cerro Guabule, y tras pasar el río del mismo nombre, hay que subir unos doce kilómetros de un camino rodeado de frondosos árboles.
A ambos lados del camino se pueden ver, muy dispersas, pequeñas casas de tablas que parecen deshabitadas. Luego de dos horas de viaje llegamos a las propiedades. El sol de mediodía calienta unas pequeñas plantas de café que se ven recién sembradas y otras viejas matas de la plantación dañadas por la roya, una plaga que afecta los cafetales, dejando pérdidas millonarias.
“La mayoría de productores han tenido una mala cosecha y estas fincas del magistrado Rivas no se han salvado. Tienen unos tres años que fueron afectadas por la roya y le ha ido mal”, comenta uno de los trabajadores de la finca “La Escocia”, que prefiere no dar su nombre.
Según el trabajador, el año pasado apenas sacaron 15 mil latas de café, que equivalen a unos 750 quintales en unas 200 manzanas productivas. Al precio del mercado actual, que oscila entre 120 y 130 dólares por quintal, significa que Rivas consiguió unos 90 mil dólares por la cosecha. Un monto que, de acuerdo con el cálculo de cafetaleros nicaragüenses, solo habría bastado para pagar los costos de producción.
“La mayoría de plantas son nuevas porque no hay nada aquí, quizás en un par de años se empiece a recuperar”, agrega el trabajador, que lamenta que muchos jornaleros se tuvieron que ir a otras plantaciones, porque en las fincas del magistrado les estaban retrasando el pago.
Desde los bordes de ambas fincas, no se divisa prácticamente un solo grano de café en las plantas sembradas. “En el interior de la finca se ven las plantas más grandes, pero son pocas ahora”, asegura un joven que esta mañana pasa por la zona en su bicicleta y trabajó en la finca “Buena Vista” como cortador de la pasada cosecha.
No hay un cálculo exacto del tamaño de las fincas del magistrado, celoso de su declaración de probidad, a pesar de diferentes denuncias por supuesto enriquecimiento ilícito. En noviembre de 2009, Rivas se negó a autorizar la publicación de su declaración de probidad, argumentando que esta es un “asunto privado”, porque revelarla pondría “en riesgo” a su familia. Una publicación periodística de 2011 afirmó que “La Escocia” mediría unas 600 manzanas. Sobre “Buena Vista” no hay información disponible.
“Aquí nadie lo conoce”
Las pocas veces que Rivas se ha referido a su fortuna, ha insistido en que su éxito económico se sustenta en su finca cafetalera (solo ha mencionado una de las dos fincas). Rivas ha dicho que su finca producía más de 6,500 quintales de café oro por temporada. De ahí, según él, ha sacado muchos de los millones que ha gastado en compra de mansiones, lujosos vehículos, aviones privados y costosos viajes. Con su salario anual como funcionario público, estimado en unos 60 mil dólares, las cuentas no dan. Solo el conjunto de cuatro propiedades que se le adjudican en el lujoso Eco Residencial Villa Real de Santa Ana en Costa Rica, están valoradas en más de tres millones de dólares.
Pero al próspero cafetalero, no lo conocen en el gremio. Productores de café matagalpinos, consultados por CONFIDENCIAL, afirman que a Rivas nadie lo tiene identificado como productor de la zona.
“Se le conoce como dueño de finca, pero aquí nadie sabe que sea un gran vendedor de café. Que nos dé la fórmula mágica para comprar mansiones con las ventas que solo él parece tener”, ironiza un productor.
Las inestables lluvias sumadas a los bajos precios internacionales del grano tienen en jaque a los productores de café, cuyas previsiones indican una caída del 30% en la cosecha 2018.
Otra propietaria de varias fincas de café en Matagalpa sostiene que todos los productores tienen “pérdidas en estos momentos”, por lo que resulta “difícil de creer que este señor siga dándose una vida de lujos”, dicen.
Un exfuncionario de la Alcaldía de Matagalpa y también cafetalero comenta que en ninguna reunión del sector se ha visto a Rivas participar. En la crisis actual, el gremio se ha unido en busca de soluciones. Algunos incluso buscan renegociar los financiamientos adquiridos en la banca nacional. La plaga de roya también sigue pasando factura. El productor estima que el costo para renovar las plantaciones de café es de unos cuatro mil dólares por manzana. “Ahorita si sus fincas fueron afectadas por la roya tendrá que invertir miles y esperar unos cuatro años para ver ganancias mínimas”, valora.
“Con los ritmos de producción actual es difícil que él saque millones de esas fincas. Es más, si apenas sacó casi cuatro quintales por manzana su rendimiento estaría por debajo del más humilde campesino”, compara.
Los productores calculan que el costo actual para producir un quintal de café es de unos 145 dólares, en un momento en que el precio internacional, unos 117 dólares por quintal, ni siquiera da para cubrir esa inversión.
Casa hacienda sin lujos
La casa hacienda de la finca “La Escocia” es una construcción pequeña, alejada de los lujos a los que está acostumbrado Rivas. En la propiedad de una sola planta hay un camión sin llantas y varios vehículos viejos con placas de Managua. Unas sillas blancas de madera para tomar el sol se divisan bajo una pequeña terraza cubierta por un toldo de color verde.
“Es que él nunca se queda. Las pocas veces que llega se va a las pocas horas”, recuerda Pedro.
En el camino que conduce a las fincas, hay pocas personas en una mañana de domingo. Algunos cargan leña, otros son niños en bicicleta, un cuidador armado; y borrachos, muchos borrachos. Algunos de ellos tirados en el camino, otros caminando a duras penas. Incluso un jovencito, quizá de unos trece años, luce visiblemente desorientado por el consumo de alcohol, se acerca a la camioneta y dice a uno de los pasajeros: “Si te quedas aquí, te mato”.
“Tal vez soy rico en amor a mi país, en amor a mi patria, no soy un nicaragüense distinto, no soy un productor distinto, soy un productor de café del Norte del país, desde hace muchos años, desde hace toda mi vida. Lógicamente, eso me genera ingresos”, declaró Rivas en el 2011, tras una de las acusaciones por enriquecimiento ilícito.
“Para ser su mina de oro la visita muy poco”, alega Pedro.
Carlos, otro campesino de la zona, que también prefiere no revelar su apellido, asegura que lleva toda su vida trabajando en cafetales de esa comunidad, y estima que Rivas no tiene tantos años de ser el propietario de esas fincas. “Es verdad que La Escocia ha sido una de las fincas más buenas y productivas, pero no tanto como cuando tenía otros dueños”, indica.
El origen de las propiedades
Según varios productores de la zona, las fincas que hoy son propiedad de la familia de Rivas pertenecieron a Ignacio “Nacho” Araúz, un prominente cafetalero, que abandonó el país al triunfo de la revolución en julio de 1979. Las propiedades de Aráuz fueron confiscadas al amparo del decreto 38 y durante los años 80 "Buena Vista" y "La Escocia" formaron parte de la estatal Empresa Agropecuaria de Reforma Agraria “Chale Haslam”, administada por el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (Midinra) y, según los productores, eran bastante productivas.
Con la derrota electoral del Frente Sandinista, en febrero de 1990, las propiedades fueron entregadas al exjefe del Estado Mayor de la Resistencia Nicaragüense, Israel Galeano, conocido como comandante Franklin. Galeano falleció en un accidente automovilístico en 1992. A su muerte, las propiedades quedaron bajo la administración de su padre, Marcelino Galeano, quien se las vendió a Ileana Delgado Lacayo, esposa de Rivas, en 1996, un año después de que él comenzó como funcionario en el CSE.
En la zona recuerdan que cuando Rivas adquirió estas propiedades trajo técnicos costarricenses e hizo una inversión millonaria. Ahora, comparan, “ya estas fincas no dan dinero”. Uno de ellos también comenta que los jornaleros también buscaron otras plantaciones, porque dicen que el magistrado “las está buscando cómo vender”.
La polémica sobre “La Garnacha”
El magistrado Roberto Rivas no se estrenó como finquero con «La Escocia» y «Buena Vista». Él mismo ha contado la historia de una primera finca, parte de una supuesta propiedad familiar, que tampoco estuvo exenta de polémica. Le llamaban «La Garnacha», y en 1996 –cuando Rivas ya era magistrado– el Estado de Nicaragua pagó 9.2 millones de córdobas (unos 83 mil dólares de la época) a su madre, Josefa Reyes, como parte de una indemnización de la propiedad en la que no se benefició a ningún otro socio.
El pago por la propiedad, también ubicada en Matagalpa, pero en el municipio de Muy Muy, incluyó en su descripción el costo por la supuesta pérdida de más de seis mil cabezas de ganado, que incluía 380 vacas Brahman Pedigree, cien caballos mansos de trabajo y otros animales y hasta 980 rollos de alambre de púas. La gestión ante el Estado contó con la intervención personal del entonces ya arzobispo de Managua y cardenal Miguel Obando y Bravo, de quien la madre de Rivas era asistente personal desde que él fue obispo en Matagalpa, y ha sido un eterno benefactor de doña Josefa y sus hijos, sobre todo de Roberto.
La indemnización a la finca también fue objeto de una disputa familiar. Rigoberto Reyes, primo del magistrado, aseguró al periodista Luis Galeano, que la Oficina de Cuantificación de Indemnizaciones (OCI) encontró una carta enviada por Rivas, en la que él gestionaba ese pago.
Rivas negó en 2001 que él haya gestionado esa indemnización. “No recuerdo esa carta –dijo–, pero podría estar alguna correspondencia mía enviando documentos que me hayan solicitado, pero en ningún momento he actuado como apoderado de ella (su madre) y no he recibido un solo centavo de indemnización de parte del Estado nicaragüense”. El mismo año del pago de la indemnización, sin embargo, Rivas adquiría sus “fincas de oro”: “La Escocia” y “Buena Vista”.