3 de marzo 2018
Si esta Alejandra que tengo frente a mí: alta, bonita, tímida, que habla con frases cortas y cuando sonríe se le hacen camanances, viviera en la ciudad de México— a pesar de no contar con recursos económicos—, hubiera interrumpido su embarazo en condiciones seguras e higiénicas.
Allá pudo haber ido a una de las más de 40 clínicas existentes en la capital y solicitar la interrupción de la preñez de pocas semanas, que no deseaba, y tampoco estaba dispuesta a continuar a ningún precio. Pero estamos en Managua, capital de un país que criminaliza la interrupción del embarazo, aun si la vida de la mujer peligra o el feto no tiene posibilidades de sobrevivir. Alejandra, quien tuvo un hijo a los 15 años, hace unos meses terminó visitando cuatro veces la emergencia de dos hospitales públicos de Managua. La última vez fue en la sala de Cuidados Intensivos, donde estuvo grave por dos días.
La joven acudió a la primera consulta porque sentía con un malestar general, fiebre, vómitos y decaimiento. La segunda vez, después que las pastillas de acetaminofén recetadas en la primera consulta no funcionaran. Volvió al centro médico sintiéndose peor, y ahí, los doctores ordenaron exámenes de laboratorio. ¡Bingo!, tenía algunas dolencias, pero estaba embarazada.
Salió del hospital y el mundo le daba vueltas, el piso parecía un embudo bajo sus pies, sentía que un gran hielo ocupaba sus entrañas. Le entró una desesperación tan grande imaginando las consecuencias de tener otro hijo: a sus 18 años, sin empleo, sin terminar la primaria por el primer embarazo, sin casa propia y viviendo amontonada donde su mamá, con muchas hermanas y sobrinos.
Encima ya puede oír a las chachalacas de las vecinas señalándola que se metió con otro hombre, cuando su pareja trabaja fuera del país para mandarle reales. Ella tiene una relación con un hombre mayor que la mantiene, malcriado y todo, dice, pero que le ayuda con la niña, porque el papá biológico la reconoció, pero se negó a pagar pensión alimenticia.
Sus conocimientos de salud reproductiva andan bajo cero. No sabe que existen varios métodos de anticoncepción, ella probó la pastilla, pero le causaba muchos efectos secundarios. Hoy, después de todo, usa la pastilla del día siguiente como método, y cuando le expliqué que puede ser dañino y hay otras opciones, me dijo que la va a pensar. En todo caso, tiene mucho miedo de que le falle cualquier método, porque ella no va a tener más hijos. Está decidido desde que anduvo rodando con el niño que parió a los 15.
Desde que salió del hospital, sintió que se quería morir y se aventó del taxi. Su mama la sostuvo, el taxi paró, se bajaron caminaron en la calle y ella estaba fuera de sí. Yo no te voy a dejar sola, le dijo su mamá. Y empezaron a buscar con desesperación alguien que les ayudara.
Si estuvieran en México DF ya hubieran resuelto. La dirección de las clínicas está en Internet y explican que el aborto médico se realiza con la aplicación de una medicina llamada misoprostol, que hace que el útero se contraiga y expulse con sangrado el producto de embarazo; unos días después la paciente llega a chequear que todo salió bien.