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La volatilidad en las elecciones en Costa Rica

Con el bipartidismo roto y una mayoría sin afiliación partidaria, las elecciones en Costa Rica estarán marcadas por la volatilidad

El candidato Carlos Alvarado, del Partido Acción Ciudadana (PAC), comparte con simpatizantes durante un evento político que realizó en San José. EFE | Jeffrey Arguedas | CONFIDENCIAL.

Alberto Cortés Ramos

2 de febrero 2018

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En octubre de 2017 inició el proceso de las elecciones en Costa Rica, que culminará el primer domingo de febrero con votaciones para la presidencia y la asamblea legislativa. Para intentar entenderlas, es necesario hacer un rápido recuento histórico. Antes de 1998, al inicio del proceso electoral, entre el 80 y 90 por ciento de los potenciales electores ya estaban decididos sobre el candidato y el partido por el que iban a votar. Era la época del bipartidismo entre el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC)  y el número de población indecisa que la campaña electoral impactaba era muy poca. En esa época, los criterios que orientaban el voto eran la  tradición familiar y la adscripción a un partido político (PUSC o PLN), filiaciones marcadas por la guerra civil del 48. La gran mayoría de la ciudadanía se definía como "figuerista" o “calderonista”, según la adscripción partidaria.

En 1998 empezó la crisis de ese bipartidismo, pasando la abstención de 18% a poco más del 30%, porcentaje que no ha bajado desde entonces. El siguiente hito, fue la irrupción en el 2002 del PAC, encabezado por Ottón Solís y expresando el malestar con la política tradicional y la corrupción, obligó a que el PUSC y el PLN tuvieran que ir a segunda ronda por primera vez desde que se instituyó la II República en 1949.  Ese fue el inicio del fin del bipartidismo.

Hoy estamos en otra momento político: el bipartidismo ya no existe y la mayor parte de la ciudadanía se define por no tener simpatía partidaria, es decir, por ser independientes de los partidos (entre el 60 y el 70% de la población). Eso le da al proceso electoral, en esta época de redes sociales, un ritmo electoral y un proceso de toma de decisiones totalmente distinto al de la época del bipartidismo, cuyo rasgo central es la volatilidad.

¿Cómo se agrupa la intención de voto ahora? En términos de clivajes electorales, el comportamiento electoral de la ciudadanía es el siguiente:

  • el clivaje partidario y de tradición, cada vez más reducido, oscila entre el 20 y 30 por ciento de la población. Generalmente, este sector de la ciudadanía está inclinada por apoyar a quien encabece la candidatura presidencial de su partido incluso con anterioridad de que inicie la campaña electoral, a inicios de octubre del año previo al de la realización de las elecciones.
  • un segundo clivaje refleja al sector que se moviliza por el malestar con la política que, en términos generales, se traduce en consignas anti-corrupción. Este grupo no tiene lealtades partidarias y, más bien, tiende a votar en contra de los partidos tradicionales (PLN y PUSC). En las elecciones de 2002, 2006 y 2010, el PAC logró capitalizar una parte importante de esa población. Es importante destacar que este clivaje también canaliza un enojo que se traduce en posiciones anti-políticas (tipo “todos son corruptos, todos son lo mismo”), que tienden a abstenerse. En la elección pasada, este sector de votantes se inclinó en gran medida por José María Villalta, joven diputado del Frente Amplio (FA, izquierda costarricense), quien obtuvo una votación del 20%, quedando en tercer lugar con el mejor resultado de la izquierda en la historia contemporánea de Costa Rica. Este grupo en la última elección tendió a definirse en la primera etapa de la campaña (octubre-diciembre).
  • Un tercer clivaje es el de un sector que oscila entre el 40 y 50 por ciento de votantes, que toma su decisión de manera más reflexiva, a partir del desarrollo mismo de la campaña. Es el grupo de las personas independientes. Una buena parte de este grupo es población joven, con menos de 45 años, alta escolaridad y ubicación principalmente urbana. Son lo que se podría denominar el grupo millennial. Este sector le pone más atención a las candidaturas que a los partidos, a las propuestas y programas, a la forma de comunicar de las campañas, a los debates y tiende a definirse en la segunda etapa de la campaña (enero-febrero) e, incluso, al cierre de la campaña misma, en la última semana y el día mismo de la elección.

En la elección actual, tenemos dos situaciones externas que han tenido un fuerte impacto: el primero es el caso del denominado “cementazo”, que se produjo por un financiamiento irregular por un banco del Estado de una importación de cemento chino a un empresario cuestionado. En este caso, se han denunciado situaciones irregulares que afectan a algunas figuras cercanas al Gobierno actual. Este hecho ha afectado la imagen del Presidente, cuya aprobación bajó de 70% a 35% y también al candidato del partido de gobierno (PAC), Carlos Alvarado. A su vez, este caso, sobre todo entre octubre y diciembre de 2017, levantó la imagen de Juan Diego Castro, del Partido Integración Nacional (PIN), quien ha manejado un discurso populista anti-corrupción, lo que se inscribe dentro del primer clivaje. Entre octubre de 2017 y enero de este año, había logrado mantenerse entre el primer y segundo lugar en intención de voto, llegando en su mejor momento a un apoyo del 18%.

El otro factor externo fue el pronunciamiento vinculante de la CIDH favoreciendo el matrimonio entre personas del mismo sexo. Fue una respuesta a una consulta hecha por el Gobierno de Costa Rica en 2016 y fue resuelta el 6 de enero de este año, en pleno proceso electoral. Este evento generó una masiva e inmediata reacción en contra de los sectores religiosos católicos, evangélicos y conservadores del país. Fabricio Alvarado, actual diputado y candidato del presidencial del Partido Restauración Nacional (PRN) aprovechó el momento y articuló un discurso nacionalista religioso en el que planteó que, en caso de quedar presidente, se comprometía a sacar a Costa Rica de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

En menos de tres semanas, gracias a ese discurso, este candidato logró pasar del 3-5% a encabezar la última encuesta del CIEP que se publicó el 30/01/18, con una intención de voto de 17%, desplazando al candidato Antonio Álvarez (PLN), principal partido de oposición y quien había punteado en la mayoría de las encuestas hasta ese momento. Alvarez ha bajado en intención de voto a lo largo de la campaña y al cierre del proceso cuenta con un apoyo en intención de voto del 12%.

Sin embargo, también es necesario destacar que la reacción conservadora generó una contra-reacción que ha hecho que sectores moderados, independientes, progresistas y de izquierda, población joven urbana y millennials que estaban indecisos, se inclinen por Alvarado como la única opción viable para evitar que llegue a la presidencia un candidato evangélico con posiciones fundamentalistas en el tema religioso. Alvarado ha crecido consistentemente en enero, teniendo en la última encuesta un 11%, empatando en el segundo lugar con Álvarez del PLN (12%) y Castro del PIN (9%).

Para concluir, hay dos elementos adicionales que también son particulares de esta elección: primero, la mayoría de la sociedad costarricense es religiosa (70% se define como católica) y tiene una oposición mayoritaria al matrimonio entre personas del mismo sexo (en los últimos cinco años, en mediciones sistemáticas de este tema, esa oposición oscila entre 60 y 70%). Sin embargo, en ninguna elección anterior había habido un clivaje estructurado a partir de valores y principios religiosos y su oposición, tal y como se está manifestando en esta ocasión. Todavía no se puede saber si esta reacción será circunstancial, producto de la posición de la CIDH, o si generará una veta permanente de canalización de votos hacia partidos cuyas posiciones principales son de índole moral-religiosa.

El otro elemento particular de esta elección es que, según la última encuesta del CIEP, la indecisión no se está reduciendo, sino que está aumentando en días inmediatos antes de la elección, alcanzando un 36%. Posiblemente, este aumento esté relacionado con los eventos externos que he mencionado y que sucedieron en enero. ¿Cómo terminará de canalizarse esta población? No es posible saberlo a ciencia cierta. Lo que es cierto, es que esta elección estará marcada, más que ninguna anterior, por la volatilidad


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