23 de enero 2018
Las generaciones que en 1973 frisaban entre los quince y los sesenta años –buena edades para tener claridad sobre el mundo en que se vive— pudieron haberse dividido en cuatro segmentos: los que se tragaron enteras las desinformaciones que sobre Chile lanzaron los defensores profesionales de las injerencias yanquis con su CIA; los indiferentes o desinformados, a quienes las cosas del mundo se les pasaron de noche; los que aceptaron y apoyaron la intervención yanqui; y quienes condenaron lo que hizo la CIA en Chile, como una reedición de sus perversidades en Guatemala en 1954.
Los del primer segmento, murieron engañados, pues ya no pudieron conocer los documentos desclasificados a madias sobre la agresión a Chile, por la misma CIA. Los del segundo, ni se dieron cuenta de su engaño, murieron como niños inocentes, sin conocer a su Herodes. Los del tercero, ya tenían callos en su conciencia de tanto aceptar las tropelías yanquis. Y los del cuarto, siguen condenando lo que hizo la CIA en Chile, y lo ven como juguete de niños malos, en comparación a lo que está haciendo en contra de Venezuela y otros pueblos. Perversidades que muchos ya no podremos ver ni siquiera auto confesadas por la CIA dentro de 25 años.
Pese a lo horrendos que fueron los crímenes que en Chile cometieron sus pupilos gorilas, las barbaridades que la CIA viene haciendo contra Venezuela con medios inusuales hace 45 años, como el ahogamiento económico a nivel mundial y las “sanciones” contra dirigentes de una nación independiente, violando todo derecho internacional, entre campañas del terrorismo ideológico a través de los más nuevos instrumentos de la comunicación. Para ello, cuenta con un ejército de agencias y comentaristas repartidos por todo el mundo, los que entonces, apenas comenzaban su “trabajo”.
Esas agresiones y más, desde hace veinte años se han visto frustradas en cuanto a su objetivo de botar gobiernos en Venezuela, primero el de Chávez y ahora el de Maduro. Uno de los más inmorales recursos utilizados, ha sido sabotear la economía y el abastecimiento para causar hambre en la población para ver si esta, desesperada, se subleva en contra de su proceso revolucionario. Con este método, solo lograron ganar la elección parlamentaria del 2015. En las tres elecciones siguientes, han recibido su medio vuelto. Y están rehuyendo de la cuarta derrota que les espera.
Para las generaciones posteriores a 1973 –apartando a los estudiosos de la historia— lo de Chile quizá solo existe en su memoria algo confuso de lo que alguna vez oyó hablar en la escuela, en secundaria o la universidad sobre el tema, si acaso hubo maestros honestos que se lo contaran, lo que dudo que pudieran haber existido muchos. Entonces, ¿cuántos de los cuatro grupos de las generaciones actuales estarán en los casos de nuestro ejemplo, con respecto a Venezuela; cuántos serán los indiferentes, cuántos los que apoyan de corazón esos crímenes, y cuántos de los que están viendo esa película por enésima vez, condenan su impresionante cinemascopio planetario, y a la vez se solidarizan con el pueblo revolucionario de Venezuela? Lo comprobado, es la resistencia del pueblo venezolano.
Mucho ha cambiado respecto a Chile y a Venezuela. Las miles de víctimas de la dictadura fascista de Pinochet en Chile, comenzando con su presidente Allende y sus17 años de terror y muerte, no han podido ser en Venezuela, pese a los deseos imperiales de hacerle una agresión armada, y el descarado apoyo de editorialistas mercenarios de mediocres y grandes periódicos de todo el mundo. Y nada es como en Chile, porque en Venezuela tampoco les cuajó la compra de militares apátridas.
En la patria de Bolívar, se encontraron con un movimiento revolucionario más maduro y organizado, sobre la base de su experiencia histórica y la de los movimientos derrotados y de los triunfantes de otros países del continente y del mundo. No solo el imperio yanqui es capaz de renovarse en su perversidad anti pueblos, también los pueblos pueden elevarle la parada ante sus agresiones.
Lo que en esencia no han variado, sino en sus aspectos físicos, son sus objetivos: primero las riquezas mineras de Chile y ahora de Venezuela su petróleo. Por ellas, el imperio yanqui ha promovido sus acciones agresivas y otras formas de su proverbial injerencia en sus asuntos internos. Algunos fingen ignorar que en Chile le destruyeron a sangre y fuego su proceso democrático socialista para rescatar las minas de cobre y los intereses de la transnacional de la comunicación ITT, nacionalizados por el gobierno de la Unidad Popular. Fue tan cruel ese rescate con la dictadura de Pinochet, que después de 45 años los derechos democráticos en Chile no se han podido rescatar todos –como la educación gratuita—, porque aún se gobierna con la Constitución de la dictadura.
Las agresiones y demás injerencias contra Venezuela, la actividad agresiva de una oposición de derechas –su cómplice de siempre—, los medios violentos utilizados por sus terroristas; las “sanciones” de gobiernos de países ex colonialistas y colonialistas de Europa contra dirigentes del proceso venezolano; las inútiles faenas de la OEA y toda la parafernalia montada por su terrorismo ideológico, también tiene sus objetivos materiales: las enormes riquezas del subsuelo aún sin explotar, además del petróleo.
Hay un cercano enemigo de Venezuela, el gobierno de Colombia. No es el único, pero lo menciono, porque sirve de ejemplo –como podrían serlo México con sus fosas comunes, Argentina, Brasil y otros reductos de la derecha pro imperial con sus medidas neoliberales contra el pueblo—, sobre cómo se puede tener un país bajo acciones criminales, corrupción y pobreza y, al mismo tiempo, ser ignorado por la información, ya no digamos por la crítica, de la prensa transnacional.
Después de más de un año de los acuerdos de paz del gobierno de Santos con las FARC, han sido asesinados varios ex combatientes, los últimos tres, en la actual campaña electoral. 485 personas han sido asesinadas por paramilitares en tierras donde operaron las guerrillas, y que en vez de recibir apoyo oficial para el cambio de cultivos, han recibido balas. No es poca la cantidad de líderes de las organizaciones sociales y de derechos humanos que trabajan por la paz y la justicia víctimas de los paramilitares. Últimamente, la policía colombiana ha sido denunciada de practicar una “operación limpieza”, asesinando a pobladores de la calle, o sea a ciudadanos sin vivienda y sin trabajo que por miles “viven” y duermen en lugares públicos de Bogotá.
Pero los medios derechosos, solo siguen viendo hacia Venezuela con ojos cómplices. Y si usted leyó en esos periódicos, vio en televisión o escuchó por radio alguna condena de los hechos criminales en Colombia, México y otros países “democráticos”… ¡usted sería conocedor de la más rara joya de la comunicación de los primeros 18 años de este siglo!