18 de diciembre 2017
El 14 de noviembre de 2017, en el Palacio Real de Madrid, la poeta Claribel Alegría homenajeó a las mujeres que han roto con los convencionalismos sociales y se arriesgaron a dedicarse a un oficio que todavía sigue dominado por hombres.
“En toda América Latina –dijo– hasta hace pocos años eran contadas las mujeres que sobresalían. Nombres como el de Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Claudia Lars, para no hablar de la más grande de todas, Sor Juana Inés de la Cruz, (que hace más de trescientos años dijo: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón”), eran pronunciados con una especie de asombro y de pavor”. Esa noche Alegría se sumaba a esa lista exclusiva. Ella recibía el XXVI Premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía y con eso subía al pedestal de lo más grande de la poesía en español.
Esa misma semana, con tres días de diferencia, al escritor Sergio Ramírez le anunciaban desde Madrid que había ganado el Premio Cervantes, el galardón literario más importante de lengua española. Y tres días después, el 20 de noviembre, la Universidad de Texas en Austin informó que establecía la Cátedra Ernesto Cardenal para promover los estudios sobre América Central, con preferencia en las áreas de literatura, religión y derechos humanos.
Un año de celebración para la literatura nicaragüense que, a pesar del silencio oficial del poder, se ubica en lo más alto de la cultura mundial. Por la destacada resonancia nacional e internacional que han adquirido estos reconocimientos a la vida y la obra de tres grandes intelectuales y humanistas, la redacción de CONFIDENCIAL ha seleccionado a los escritores Sergio Ramírez, Claribel Alegría y Ernesto Cardenal como los personajes de 2017.
“Una muestra de amor”
Claribel Alegría recibe a sus 93 años el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en su 26º edición, como reconocimiento al conjunto de su obra y por su aportación relevante al patrimonio cultural común. Este galardón lo concede la Universidad de Salamanca y el Patrimonio Nacional de España y está dotado con 42.000 euros.
La mañana que le anunciaron que lo había ganado Alegría estaba sorprendida. “¡Estoy tan feliz! No me lo esperaba”, dijo la poeta. “Esta es una enorme sorpresa, porque el Reina Sofía es de los mejores premios que puede recibir un escritor. Es una muestra de amor de parte de toda la gente”, explicó.
Es la segunda vez que un poeta nicaragüense recibe este reconocimiento. Ernesto Cardenal recibió el Premio Reina Sofía en 2012. Ambos poetas son considerados dos de las principales voces de la literatura latinoamericana.
Alegría cuenta con una vasta producción literaria. Su obra incluye, además de la poesía, novelas, ensayos e historia. Ha documentado momentos claves de la historia reciente del país, como la revolución sandinista y el asesinato del dictador Anastasio Somoza Debayle. Gran parte de su trabajo lo comparte con su esposo Darwin J. Flakoll, fallecido hace más de veinte años. Es autora, entre otras obras, de Otredad, Saudade, Soltando amarras y Umbrales.
“En estado de gracia”
En 1988, tras leer Castigo Divino, el escritor mexicano Carlos Fuentes (ya fallecido), escribió una crítica de esa ya célebre novela, que ahora parece profética. “Entre la plenitud de la comedia y la inminencia de la tragedia –dijo–, Sergio Ramírez ha escrito la gran novela de Centroamérica, la novela que hacía falta para llegar a la intimidad de sus gentes, para viajar a la frontera misma entre sus tradiciones persistentes y sus posibilidades de renovación”. Esa misma capacidad de recrear las tradiciones y el ideario centroamericano fueron elementos que el jurado destacó luego de tres horas de deliberaciones y siete votaciones sucesivas para concederle a Ramírez el Premio Cervantes, considerado el Nobel de la literatura en español. El acta del jurado, presidido por Darío Villanueva, director de la Real Academia Española (RAE), establece que el galardón fue otorgado a Ramírez por una producción literaria “que refleja la viveza de la vida cotidiana, convirtiendo la realidad en una obra de arte, todo ello con excepcional altura literaria y en pluralidad de géneros, como el cuento, la novela y el columnismo periodístico”.
Así, pues, parece que Fuentes, sin quererlo, había pronosticado la consagración de su amigo nicaragüense en lo más alto de la literatura castellana. Como el mismo Ramírez dijo en declaraciones a CONFIDENCIAL, el premio significa para él “subir a este pedestal donde están los héroes literarios que yo he admirado toda mi vida”. El escritor mencionó a Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier o el mismo Carlos Fuentes. “Es una compañía muy exclusiva”, apuntó.
La mañana cuando lo llamó el Ministro de Educación y Cultura de España para darle la noticia, Ramírez entró en lo que él definió “como un estado de gracia”. Su casa comenzó a llenarse de familiares, amigos, periodistas, intelectuales que se acercaron a darle sus enhorabuenas por un premio que sus miles de lectores consideran como propio y justo para uno de los grandes narradores latinoamericanos. “Me puse chiriza. Me eché a llorar cuando lo supe. ¡Ya era hora de que le dieran este reconocimiento!”, dijo Betty Solís, asistente de Ramírez desde hace 33 años.
Desde el Ejecutivo de Daniel Ortega, sin embargo, no hubo ninguna reacción. A pesar de la importancia del premio, del honor que significa para Nicaragua que Ramírez sea el primer escritor centroamericano en recibirlo, de que coloca con el galardón al país en un lugar destacado del mapa de la literatura mundial, el Gobierno guardó un elocuente silencio. En los medios oficiales ni siquiera se registró la noticia y la vicepresidenta Rosario Murillo dedicó su alocución de ese día para a anunciar que estaba todo listo paras las fiestas patronales de Altagracia, en Ometepe.
En una entrevista con el programa Esta Semana, Ramírez dijo que no había prestado atención a ese silencio oficial. “No me parece relevante”, dijo. “He recibido llamadas del presidente de Colombia, del presidente de Costa Rica; de la ministra de Cultura de México, del ministro de Cultura de España, las felicitaciones de los reyes de España, del presidente del Gobierno español, y esto lo veo yo como actos de civilidad institucional, me parece que son personas con la sensibilidad suficiente para decir: bueno, es necesario que mi país se manifieste a través de mi voz para felicitar a alguien que ganó un premio que tiene semejante relevancia”, explicó Ramírez.
El escritor destacó que lo importante para él era la reacción del país, que saca pecho al tener a un Premio Cervantes entre su vasta lista de escritores. “Aquí en Nicaragua la respuesta, más allá de creencias políticas, ha sido unánime, de regocijo, y a mí me gusta mucho eso que en un país donde siempre hay tan malas noticias, pues de repente haya una que alegra a todo el mundo por parejo, y eso yo lo he sentido, he sentido ese ambiente y eso me recompensa mucho”, afirmó.
Sergio Ramírez tiene una amplia obra literaria. Entre los títulos más destacados están Castigo Divino y Margarita, está linda la mar (Premio Alfaguara 1998), aclamadas por el gran público; Un baile de máscaras (Premio Laure-Bataillon 1998); sus memorias Adiós, muchachos; Mentiras verdaderas, Sara y más recientemente sus novelas policiacas, El cielo llora por mí y Ya nadie llora por mí, que cuentan las aventuras de Dolores Morales, exguerrillero sandinista convertido en inspector.
“Soy poeta, sacerdote y revolucionario”
En 2012 el mundo de la literatura hizo justicia al consagrar a Ernesto Cardenal, que ese año recibió el Premio Reina Sofia de Poesía Iberoamericana, después de una vida relegado de los grandes galardones literarios, por lo que el poeta español Luis Antonio de Villena, miembro del jurado, había catalogado como consideraciones “extraliterarias”, de quienes veían a Cardenal más como un activista, sacerdote, hombre involucrado abiertamente en la política de su país.
Precisamente las críticas a su compromiso fueron las que Cardenal destacó tras conocer que había ganado el premio.“Mí poesía tiene un compromiso social y político, mejor dicho, revolucionario. He sido poeta, sacerdote y revolucionario. He utilizado la poesía para llevar mi mensaje social, revolucionario”, dijo el poeta.
Destacado representante de la Teología de la Liberación, Cardenal es un hombre comprometido en la lucha contra la injusticia social. Apoyó la lucha armada contra la dictadura de Somoza y es un feroz crítico de los desmanes del presidente Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, quien ha desatado una persecución política contra el poeta desde el Gobierno. En febrero de este año, la justicia reanudó un caso legal contra el poeta, a quien le fue notificado que debía pagar 800 mil dólares en concepto de “daños y perjuicios” por una disputa relacionado a terrenos localizados en la isla Solentimane, donde fundó su comunidad de artesanos. La respuesta nacional e internacional fue de apoyo total al sacerdote y más tarde la justicia orteguista tuvo que retirar la demanda. “Me alegra que el mundo entero se esté enterando de que soy un perseguido político en Nicaragua. Perseguido por el Gobierno de Daniel Ortega y su mujer [Rosario Murillo], que son dueños de todo el país, hasta de la justicia, de la Policía, y del Ejército. No te puedo decir más, porque esta es una dictadura”, dijo entonces Cardenal a CONFIDENCIAL.
El anuncio de la Universidad de Texas en Austin de abrir una cátedra con el nombre del poeta para promover estudios sobre Centroamérica es una muestra de la dimensión e influencia de la vida y obra de Cardenal, autor, entre otras obras, del célebre Hora 0, Epigramas,Salmos, Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, Canto nacional y su inmensa Cántico cósmico, obra cumbre aclamada por la crítica, con la que él fundó lo que bautizó como “poesía científica”.