La incertidumbre y la violencia entre denuncias de fraude de la oposición marcan la recta final del escrutinio de las elecciones del domingo en Honduras, cuyo resultado para presidente no se ha podido revelar, como estaba previsto, porque faltan votos por contar.
La votación está muy cerrada: escrutadas el 94,31 % de las actas el gobernante y candidato a la reelección, Juan Orlando Hernández, sumaba 1.332.833 de votos, y el aspirante por la Alianza de Oposición contra la Dictadura, Salvador Nasralla, 1.286.245, dijo la noche de este jueves el presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), David Matamoros.
El presidente del TSE no reveló al ganador de la carrera presidencial, como estaba anunciado, porque falta el "escrutinio especial" de 1.031 de actas que no fueron rellenadas correctamente por los partidos políticos.
Esas actas serán revisadas "una a una" desde este viernes, y el TSE no hará más anuncios "hasta que finalice" el proceso, agregó Matamoros sin comprometer una fecha.
Miles de manifestantes se reunieron la noche del miércoles frente al Instituto de Formación Profesional de Tegucigalpa, hoy convertido en un fortín donde se reciben y custodian las boletas electorales. No eran todos, necesariamente, seguidores del candidato opositor Salvador Nasralla. Lo que los unía era el rechazo a las intentonas de reelección del presidente Juan Orlando Hernández y lo que para todos ellos es un fraude electoral.
Era ya 29 de noviembre, pasadas las 72 horas del cierre de urnas, y el Tribunal Supremo Electoral ya había actualizado su lentísimo recuento de actas. El presidente, que apenas 24 horas antes perdía por cinco puntos, ya tenía más votos que Nasralla.
Aquellos manifestantes eran en su mayoría estudiantes, pero había también familias, hombres y mujeres que cantaban a coro el himno nacional mientras agitaban una gigantesca bandera de 20 metros de longitud. Alguien trajo palos de madera y organizó una fogata alrededor de la cual hacían turnos para sentarse, porque la noche había refrescado.
“Esta es una oportunidad para romper las cadenas que se formaron en 2009 con el golpe de Estado”, decía un joven llamado Antony, de 24 años, que había llegado a Tegucigalpa esa misma tarde desde Santa Bárbara, para unirse a las protestas. “Espero que el tribunal respete la voluntad del pueblo, pero me temo que esto terminará en sangre”.
Antony tenía 16 años en junio de 2009, cuando el Ejército hondureño irrumpió de madrugada en la residencia presidencial y derrocó al presidente Manuel Zelaya, dando origen a una crisis política de la que Honduras aún no termina de reponerse. Esa misma noche, organizaciones sociales y movimientos populares organizaron un plantón frente a Casa Presidencial, del que fueron -fuimos- desalojados por el Ejército a culatazos y gases lacrimógenos, tres días después.
La noche del miércoles, frente al Infop, tres días después de la jornada electoral, había una cantidad inferior de manifestantes, pero terminó igual. Poco después de la medianoche, Nasralla y el expresidente Zelaya se unieron a la manifestación. "Llegaron Mel (Zelaya) y Nasralla, que iba con su esposa (Iroshka Elvir, que está embarazada). Se fueron a tocar las puertas del INFOP. Exigían que les abrieran. La gente se emocionó y se aglutinó alrededor de ellos y lo santimotines comenzaron a lanzar gases. Pero luego sacaron una tanqueta", dice Angie Ávila, una profesional de 30 años que protestaba junto a dos de sus hermanos. "Ellos (Mel, Nasralla y su esposa) se fueron. Los estudiantes corrieron pero luego regresaron con piedras. A mi también me cayeron gases pero nada más".
El Ejército continuó el desalojó arrojando latas de gases lacrimógenos. Desde el otro lado los manifestantes lanzaron piedras y botellas. Algunas lastimaron a manifestantes que iban adelante. Fue la primera batalla de esta crisis política.
Uno de los manifestantes se acercó a una cámara de televisión y dijo: “Yo quiero decirles a los líderes, a las bases de Libre en todo el país: Ya estamos aquí. ¿Ahora qué quieren que hagamos? Dígannos, porque ya estamos aquí defendiendo el voto, tragando gas. Dígannos, ¿qué quieren que hagamos?”.
Se habían congregado ahí porque un par de horas antes el candidato de la Alianza Opositora, Salvador Nasralla, les pidió que fueran a defender las actas que estaban retenidas. Solo eso. Sin estrategia, sin ningún plan. Pero la calle, él mismo lo ha dicho, es su última apuesta para evitar que el Tribunal le quite la presidencia que parecía ya tener en las manos. La calle como respuesta a lo que él, y millones de hondureños, consideran un fraude.
Habida cuenta de lo accidentado, torpe y poco transparente de este proceso, no parece haber más que dos opciones: o el Tribunal Electoral está maquinando un fraude a la vista de todos o su incapacidad es olímpica. La historia política hondureña, como la de los demás países centroamericanos, está llena de capítulos marcados por la incapacidad de sus líderes, pero no ha sido esa su principal motor. Particularmente no en dudosos procesos electorales.
Nasralla se presentó ante la prensa el miércoles por la noche y mostró actas sin firma que están siendo incluidas en el proceso. De las cuatro actas que mostró, El Faro confirmó que tres de ellas no están disponibles en la página del TSE por estar “en monitoreo”; la cuarta, correspondiente a la mesa 06855, está en línea y muestra los mismos resultados que la que mostró el candidato; pero está firmada y la caligrafía es distinta. Es otra acta, con el mismo resultado.
El candidato de la Alianza Opositora denunció que el TSE ha colocado 1,800 actas en monitoreo especial y que uno de los magistrados del Tribunal ordena sacar las que le favorecen a él. También denunció que en el INFOP se encuentran retenidas miles de actas que le favorecen. No hay ninguna confirmación independiente de estas acusaciones, y quienes podrían verificarlo, las misiones de observadores de la Unión Europea y de la OEA, no han servido de garantes.
Al igual que en la crisis posterior al golpe de Estado de 2009, la comunidad internacional es también ahora pasiva, inútil, intrascendente. “Vamos a ver de qué madera están hecha la OEA y la Unión Europea”, dijo Nasralla en la conferencia, quien ha pedido que en vez de misión de observadores envíen una misión de investigación.
Al mediodía del jueves 30, el jefe de la misión de la OEA, el expresidente boliviano Jorge Quiroga, convocó por primera vez a conferencia de prensa para pedir al TSE que no declare ganador hasta que procese todas las actas, incluyendo aquellas en “monitoreo especial”. Después se despidió de los hondureños porque retornaba a su país a votar. “Vuelvo el lunes”, dijo.
A la misma hora, el presidente del Tribunal Supremo Electoral, David Matamoros, justificó el retraso en el recuento y la suspensión de actualizaciones: la noche anterior, dijo, debido a los disturbios, tuvo que desalojar a los empleados y observadores del Infop. “Casi perdemos toda la elección”, dijo.
El Tribunal está compuesto por cuatro magistrados. Uno representante del Partido Nacional, David Matamoros; uno del Partido Liberal y uno de la Democracia Cristiana, partido que en las elecciones de 2013 no sacó más de 5 mil votos en todo el país y que en esta, con el 90 % de las actas procesadas, ha obtenido 0,18 % de los votos. La Alianza Opositora y su principal partido, Libre, no tienen ningún representante. Tanto su candidato, Salvador Nasralla, que mantenía el lunes 27 más de 5 puntos de ventaja, como Juan Orlando Hernández, habían pronosticado casi al pie de la letra la remontada.
*Con información de EFE. Puede leer la versión original de este artículo en El Faro.