30 de noviembre 2017
El Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Honduras informó que el sistema que ha venido alimentando la página del organismo sufrió una falla que no pone en riesgo los resultados, justo mientras se revertía la tendencia a favor del candidato opositor Salvador Nasralla, y se cedía una ventaja de menos de cien votos al actual presidente y candidato por la reelección, Juan Orlando Hernández (JOH). Nasralla, sin embargo, reclama que es una trampa para robarle el triunfo.
La falla en el sistema fue notificada por el magistrado presidente del TSE, David Matamoros, unas tres horas después de que la página del organismo registró la mínima ventaja del candidato del Partido Nacional y presidente de Honduras.
La página se quedó con Hernández encabezando los resultados con el 42,21 %, contra el 42,11 % de Nasralla, ambos con más de un millón de votos, con el 82,89 % procesado de un total de 15,027 mesas electorales.
Nasralla, quien el mismo día de las elecciones del pasado domingo se autoproclamó presidente electo --tal como también lo hizo Hernández-- ya había indicado antes del informe de Matamoros que el sistema se había caído y que desde el TSE estaban manipulándolo para hacerle un "fraude".
La crisis sale a las calles de Tegucigalpa, reporta El Faro
El presidente hondureño Juan Orlando Hernández se presentó la mañana del martes 28 de noviembre ante la prensa. Habían transcurrido 40 horas desde el cierre de urnas. Acuerpado por decenas de seguidores, mostró tablas de números y habló de actas cruzadas con resultados del Tribunal Supremo Electoral y proyecciones que le permitían aventurar un triunfo electoral. Sus seguidores aplaudieron y el presidente plagió mal una frase de Yogi Berra, el legendario jugador de beisbol, para usarla como eslogan de su campaña poselectoral: “Esto se acaba hasta que se acaba”. Adelantó algo que en ese momento parecía más un deseo que un anuncio: Cuando comiencen a llegar las actas rurales, dijo, “vamos a subir así, así, así” y estiró la mano y elevó el brazo en diagonal.
A las 8 de la noche, el presidente del Tribunal Supremo Electoral ofreció una nueva conferencia de prensa. Publicaba nuevos datos de la contienda presidencial: Con casi setenta por ciento de las actas contabilizadas, Nasralla mantenía la punta, con 43,5 por ciento de los votos. Juan Orlando Hernández había subido ya a 41. La brecha se recortaba a 2,5 puntos, la mitad de la ventaja reflejada en el primer informe. Al caer la medianoche del miércoles, la distancia se había reducido ya a un punto. Los números del presidente subían así, así, así.
Desde el cierre de las urnas hasta el cierre de esta nota, los números han ido cambiando exactamente como lo ha anunciado el candidato de la Alianza Opositora, Salvador Nasralla. El martes pasado hizo una nueva previsión: “Para el jueves van a declarar ganador a Juan Orlando Hernández. Nos van a hacer un fraude pero no vamos a permitirlo”. Acusó al Tribunal de haber desconectado los candados protectores del sistema electrónico de recepción de actas y de estar introduciendo nuevas actas.
Para aumentar su infortunio, los cientos de observadores enviados por la Unión Europea y la OEA han sido incapaces de confirmar o descartar las acusaciones y las sospechas. Tampoco se han manifestado por la transparencia o la legitimidad del manejo de las actas y conteo de votos por parte del Tribunal Supremo Electoral. Y como ninguna institución o misión independiente se pronuncia, en la percepción popular las denuncias de Nasralla han calado profundamente. En la calle son muchos, incluidos algunos nacionalistas, los que creen que hay un fraude en marcha. En la calle pretenden ellos reivindicar la victoria de Nasralla.
El lunes por la tarde, unas 20 mil personas se habían concentrado ya en las afueras del Tribunal Supremo Electoral y esperaban al candidato opositor. Cantaban consignas y advertían que no aceptarían ningún resultado. La tendencia del voto, les había dicho Nasralla, era ya irreversible. Un hombre bajaba desde el puente de El Prado con un mortero de medio metro en la mano derecha, sobre la que colgaba la mecha. El hombre detenía a los transeúntes: “Disculpe, ¿tiene fuego?... Disculpe, ¿tiene fuego?...”. Pocos minutos después alguien debió compartirle llama, porque el mortero hizo un estruendo tal que las veinte mil personas concentradas abajo estallaron en júbilo. Comenzaron a cantar: “Fuera JOH, Fuera JOH”.
Justo debajo del puente un muchacho que atendía un puesto móvil de comida repetía las consignas. La muchacha que le acompañaba gritó: “Viva JOH”. Atrajo una docena de miradas inquisidoras y tuvo que explicarse: “Que viva muchos años, para que lo metamos al pozo”, dijo. Se refería a la cárcel de El Pozo, de máxima seguridad.
En el perímetro de la marcha, policías desviaban el tráfico y colocaban conos para cerrar el paso. Le pregunté a uno de ellos qué pensaba de esto. “Es que Juan Orlando no quiere irse”, me dijo. “Eso es todo el problema. Hay demasiados intereses ahí”. ¿Y cómo pensaba él que esta situación encontrará una salida? “Ahorita esto está tranquilo. Pero ya mañana a saber porque el hombre no se va a ir”.
El problema a estas alturas ya no es técnico, sino político. No se trata de contar los votos que faltan, poco más del 20 por ciento de las actas, sino de hacerlo de manera creíble y la oposición no le cree al TSE. El proceso ha sido tan mal manejado por el presidente, por sus funcionarios, por los encuestadores, por el TSE y por la oposición que el momento es muy delicado. Volátil.
El silencio de los observadores internacionales, el único actor que podría contar con credibilidad, fue apenas interrumpido ayer por un tímido informe preliminar de la Unión Europea, que solo abonó a la sospecha. Los rumores llenan siempre el silencio institucional.
Es fácil para muchos hondureños creer en los rumores de fraude. Los creían antes incluso de depositar su voto. El presidente Hernández ha acumulado tanto poder que cambió a los magistrados de la Corte Suprema y colocó a unos que le resolvieron que tenía derecho a buscar la reelección, aunque la Constitución lo prohíbe. Uno de esos magistrados que votaron por su reelección es hoy el fiscal general de la República. Su gabinete entero está volcado a su campaña presidencial que, a estas alturas, sin ganador oficial, continúa. Hernández controla el Tribunal Supremo Electoral, el Congreso, el Ejecutivo y es el Comandante en Jefe de las fuerzas Armadas, la institución responsable del traslado y la custodia de las boletas electorales desde las 18 mil mesas receptoras de votos. Ha hecho campaña con el apoyo de los grandes medios de comunicación. En otras palabras, un fraude solo es posible a favor del mandatario, no del opositor que ni siquiera tiene representante en el Tribunal Supremo Electoral.
Por eso cada actualización del TSE despierta más sospechas, porque los números del presidente suben de manera continua, mientras los presentadores o animadores de televisión solo repiten la paráfrasis de Yogi Berra, ahora acreditada al presidente. “Como dice Juan Orlando, esto se acaba hasta que se acaba”. Y tanto el presidente como el opositor han anunciado el mismo final institucional: el Tribunal terminará declarando vencedor a Juan Orlando Hernández.
Cuando el Tribunal Supremo Electoral no tiene credibilidad, el fraude puede ser inexistente técnicamente (nadie lo ha probado aún), pero se convierte en un hecho político cuando lo denuncia la parte más indefensa.
La Alianza Opositora que encabeza Salvador Nasralla dijo el martes que ya no queda ninguna institución a la que apelar para defender su derecho a gobernar. Que defenderán el voto en la calle. En la calle.
El martes por la tarde fue el presidente mismo el que invitó a sus seguidores a marchar. Eran tantos como los opositores del día anterior, pero vestidos de azul. Y ellos creen que Nasralla ha desatado demasiados rumores con el propósito de deslegitimar la reelección de Juan Orlando Hernández. Así está la calle. Tensa, agresiva, esperando lo peor. “Dígales a los salvadoreños que los nacionalistas somos un partido de gente buena y educada”, me dijo una señora que aseguraba controlar 50 colonias de la ciudad para el partido del presidente. “No somos chusma como ellos. Somos el partido más grande de Centroamérica... junto a los arenas (sic)”. Así está la calle.
Al cierre de esta nota, el Tribunal Supremo Electoral había actualizado nuevamente sus datos: Con casi 80 por ciento de las actas procesadas, Nasralla aun aventaja a Juan Orlando Hernández, aunque la diferencia se ha reducido a menos de un punto. Los números del presidente siguen subiendo, así, así, así. Para el final de la tarde, habrá un nuevo plantón de la oposición, pero ahora acompañada de las organizaciones sociales del interior y las organizaciones campesinas, que llegaron por la mañana a la capital hondureña. En las redes sociales, algunas de estas organizaciones hablan ya de “insurrección”. A este ritmo, el TSE terminará pronto de procesar los datos. Pero eso no será el final de esta elección.
(Con información de EFE. El artículo de Carlos Dada se publicó primero en El Faro)