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Cien años de la Revolución Bolchevique

La revolución bolchevique ha sido objeto de las peores deformaciones y, a la vez, motivo de grandes apologías

Lenin arengando a las masas.

Onofre Guevara López

7 de noviembre 2017

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Hoy 7 de noviembre, se cumple el centenario de la primera revolución proletaria de la historia, también conocida como la Revolución de Octubre, porque ocurrió el 25 de octubre, según el calendario juliano vigente en Rusia en 1917.  Por causas  controvertidas, ideológicas, contradicciones de clases y geopolíticas, esta revolución ha sido objeto de las peores deformaciones y, a la vez, motivo de grandes apologías.

Revolución bolchevique

Lenin arengando a las masas.

Lo que no admite objeciones serias, es el carácter único, histórico y universal del evento social que más conmovió a la humanidad, hasta entonces dominada bajo el poder esclavista en la antigüedad, la servidumbre en la Europa feudal,  en el resto del mundo –incluido el “nuevo” americano—, bajo la dominación colonial europea, la servidumbre asalariada del capitalismo y “actualizada” con la explotación imperialista sobre los países menos desarrollados. Así fue desde antes de los últimos 21 siglos de la vida humana en sociedad. Fuera de Rusia, hubo antecedentes de revolución social en Francia: la burguesa de 1789 y la toma del poder por el proletariado parisino conocida como la Comuna de París (1871).

En Rusia hubo una revolución anti zarista frustrada (1905), en febrero de 1917 la revolución derrocó al zarismo, se instaló un gobierno provisional que pretendió congelar la revolución con simples cambios políticos, y nueve meses después fue derrocado por la revolución que estableció el poder de los sóviets (consejos) de obreros, campesinos y soldados. Eso no significó la derrota automática del poder de la burguesía, sino el comienzo del proceso revolucionario, dirigido por Vladimir Ilich Uliánov (Lenin).

Entre los partidos políticos que participaron en el derrocamiento del régimen zarista, solo el Partido Socialdemócrata de Rusia, dividido en bolcheviques y mencheviques (mayoría y minoría, en ruso) era consecuente con el marxismo. El resto formaba un arco iris ideológico, desde burgueses hasta socialistas de derechas. Había organizaciones creadas antes y después de la caída del Zar: sindicatos, cooperativas, los sóviets, los Comités del ejército en oposición a  los oficiales zaristas y las Guardias Rojas de trabajadores armados de las fábricas. Los bolcheviques triunfaron con la consigna Todo el poder a los Sóviets, para avanzar la revolución, contando a favor el rechazo popular a la represión del gobierno provisional, a su política económica zarista basada en la tenencia de la tierra en manos de grandes terratenientes y su continuidad en la guerra desatada por los países capitalistas (1914-1918).


La lucha ideológica entre bolcheviques y mencheviques, más otras expresiones políticas, continuó después de tomar el poder, como la Trotsky, quien pregonaba la tesis marxista de que la revolución proletaria sería en los países capitalistas más desarrollados, donde la clase obrera también era más avanzada, dos condiciones inexistentes en Rusia. Desde esa visión ortodoxa, tenían razón. Pero la nueva realidad histórica Marx no la conoció. Fue Lenin quien la estudió y descubrió las características del capitalismo en su etapa monopolista, o imperialista que, entre otras cosas, frenaban el desarrollo igualitario del capitalismo de todos los países, y el de los protagonistas de las luchas de clases, la burguesía y el proletariado. Pero Rusia, aunque tenía el capitalismo más atrasado de Europa, tenía también la clase obrera mejor organizada, más combativa y revolucionaria de Occidente.

Pese a todo, Trotsky se destacó en la defensa militar de la revolución y en la guerra civil, y no fue solo Trotsky quien inició las aberraciones ideológicas en la conducción del Estado soviético, sino José Stalin con su aberrada  conducción. La burocratización, como el cáncer, no escoge su víctima por su orientación ideológica, y afecta a cada cuerpo social con diferentes grados de peligrosidad. En la URSS, tuvo gran agresividad, junto a: lo nuevo de la experiencia, sin antecedentes históricos que les sirvieran de ejemplo –aparte de las formulaciones teóricas—acerca la construcción socialista. El gigantesco poder del enemigo que la cercó y agredió. Ausencia de un liderazgo a la altura de la transformación social en las condiciones de aquel país, por la pérdida de Lenin (1924), su más esclarecido dirigente, y de otros líderes víctimas de la represión estalinista. La burocracia partidaria y estatal, no encontraron antídoto, y se agravó con el absolutismo estalinista.

No obstante, la revolución justificó al socialismo con el poder creador del pueblo y el impulso al desarrollo de las fuerzas productivas. Solo diez años después de la guerra civil, cuando comenzó a vencer el hambre y a “inventar de nuevo la bicicleta” para vencer el atraso y emprender la industrialización, ya había construido el Metro de Moscú que entonces, y tal vez todavía, tiene las estaciones subterráneas de mayor belleza arquitectónica del mundo.

Veinte años antes de la invasión alemana (1941), la URSS ya había construido la industria militar que le permitió resistir y vencer al ejército hitleriano. Veinte millones de soviéticos perdieron la vida, y el país sufrió la destrucción de pueblos y ciudades por los bombardeos enemigos y las batallas. En Leningrado mucha gente sufrió y murió de hambre por el sitio militar de casi tres años, pero no fue conquistada. En Stalingrado el Ejército Rojo venció a los invasores en la batalla militar más feroz de la guerra.

A solo doce años de finalizada la guerra, la URSS lanzó el Sputnik, primer satélite espacial (1957). En 1960 lanzó el primer ser viviente al espacio exterior, la perrita Laika. En 1961, Yuri Gagarin, fue el primer hombre en realizar un paseo espacial alrededor de la Tierra. Pero la guerra fría, iniciada por el senador Joseph McCarthy, impregnó la política interior y exterior norteamericana (1950), y la URSS evitó se volviera caliente con el Movimiento Mundial por la Paz. Además, apoyó la lucha de independencia de los pueblos africanos colonizados por las “democracias occidentales”, y dio su solidaridad a Cuba ante los preparativos de invasión del ejército norteamericano (1962).

Al costo de la competición técnico científica, se unió el de la carrera armamentista. Estados Unidos lanzó las bombas atómicas que causaron genocidios en dos ciudades japonesas (1945), cuando la URSS apenas comenzaba a restañar heridas de guerra. La respuesta a ese chantaje atómico que le indicaba a la URSS que en la post guerra el poder hegemónico mundial sería norteamericano, fueron las bombas atómica y de hidrógeno, con lo cual puso su economía en desventaja, pues los recursos que debían servir para superar los rezagos en el desarrollo del país, los invirtió en la industria militar.

La dirigencia soviética conservadurizó su visión sobre la lucha frente al imperialismo. La política de “coexistencia pacífica” entre socialismo y capitalismo, propició que algunos quisieron aplicarla a las luchas internas entre capitalistas y trabajadores y a la lucha entre los pueblos y el imperialismo. Se desgastó en la polémica chino-soviética, que dividió a las fuerzas revolucionarias de cada país.

Todo eso produjo en la URSS un desequilibrio entre los objetivos sociales de la revolución y la defensa nacional, entre la industria para producir bienes de consumo y la industria militar. En esas condiciones surgieron la corrupción, los privilegios, y se alimentó la descomposición ética y el oportunismo en las cúpulas, hasta la crisis final (1991).  El derrumbe de la experiencia soviética, no significa el fin de las ideas ni la lucha por el socialismo, pues las justifica el sistema capitalista, generador de todas las formas de la explotación del ser humano y de las contradicciones sociales, cuyos defensores y beneficiarios no tienen la posibilidad de eliminarlas ni de corregirlas, porque son consustanciales al sistema.

El capitalismo vive contradicciones inmorales: a diario se tira a la basura miles de toneladas de comida, mientras en pueblos periféricos, y en su propio seno, millones de personas sufren y mueren de hambre. No es necesario repetir las estadísticas que revelan la concentración de la riqueza mundial en pocas manos, para entender por qué el capitalismo no ha sido, no es ni será el mejor sistema social. El capitalismo ya solo puede defender su sistema con la violencia interna y las agresiones contra los pueblos débiles.


(*) Este artículo es un resumen de mi folleto del mismo título.


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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