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Así es desde ahora

Mesoamérica sigue vinculada a México y eso tenemos que aprovecharlo, reconocerlo y alentarlo

Brigadas japoneses rescatan a un perro en el conjunto multifamiliar de Tlalpan, en Ciudad de México. EFE | Mario Guzmán | CONFIDENCIAL.

Miguel Díaz Reynoso

11 de octubre 2017

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Parecería que uno se acostumbra a las grietas. Los libros quedaron tirados por todo el pequeño departamento de la Condesa, una de las colonias más afectadas por el sismo del 19 de Septiembre en México.

Por azar o destino quedan algunos por encima pidiendo ser desenterrados.

México

Brigadas japoneses rescatan a un perro en el conjunto multifamiliar de Tlalpan, en Ciudad de México. EFE | Mario Guzmán | CONFIDENCIAL.

Ahí estaban: Saúl Bellow, otro de Cabañas ecológicas, el Trovador de Verdi en CD, como señalando que con eso se podría volver a empezar de nuevo.

En el pasillo, en otro montón, un libro viejo, medio maltrecho, aparecía llamando mi atención: Los Cuadernos de Malte Laurids Bridgge de Rilke.


Cuando volvió la electricidad y fue posible tener el primer minuto de recuento, al abrir el empolvado libro  veo la fecha de lectura escrita en tinta, Julio 1973, una época perdida que recuerda los primeros viajes de la provincia a la capital, a los 20 años.

El libro/diario de Malte inicia así:

“París”,  11 Septiembre, rue Toullier.

¿De modo que aquí vienen las gentes para seguir viviendo?

Más bien hubiera pensado que aquí se muere.

He salido. He visto hospitales. He visto a un hombre tambalearse y caer.

Estremece leer lo que se vive en mi calle, en mi barrio.

Con el libro en la mano salgo a caminar por la colonia y veo cantidades de jóvenes brigadistas organizando los primeros rescates.  Compran por cooperación los primeros auxilios, agua, gasas, tapabocas, agujas, todos se suman.

Cómo ayudo –se escucha– en medio de cantidad de edificios colapsados.

Vuelvo a mi trabajo, mi oficina fue desalojada, mis compañeros de la Dirección bajaron 15 pisos entre el susto y el agotamiento físico.

Muy pronto supimos de la llegada de ayuda internacional y que a nuestra oficina correspondía colaborar con su arribo. Especialmente de Centroamérica.

Veníamos de meses de preguntarnos las razones de aquel titular de un importante artículo de la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla:

“Porque no todos somos México”, en el que se extraña la solidaridad con México frente a Trump, el muro y la afrenta a los migrantes.

Carlos Heredia, el reconocido académico mexicano, se lo pregunta y da salidas, él nos dice; hay que dar muestras de interés real frente al drama de Mesoamérica, especialmente al Triángulo Norte.

Las primeras ayudas en llegar son de Centroamérica y del resto de la región, nuestros aliados del Pacífico, Colombia, Chile y El Perú.

Llegan también rescatistas de Estados Unidos, Israel, Japón, España.

El Centro de Protección Civil reparte tareas a los grupos internacionales que interactúan con cantidad de jóvenes mexicanos.

No solo las brigadas de jóvenes voluntarios locales aplauden a los internacionales, sino que los grupos de rescatistas más organizados de México como los de Zapopan, Jalisco, se complementan con los grupos extranjeros.

Vuelvo a ratos a mi libro entre llegadas de vuelos con brigadistas internacionales de Centroamérica:

Aprendo a ver. No sé por qué todo penetra en mí más profundamente, y no permanece donde, hasta ahora, todo terminaba siempre.

Tengo un interior que ignoraba.  Así es desde ahora. 

No sé lo que pasa.

Las brigadas de rescatistas extranjeros trabajaron durante días, junto a los voluntarios civiles, junto a los grupos de motorizados que generalmente provocan repudio por irrumpir en bandas por los lugares de la ciudad tranquila.  Ahora se ofrecen de apoyo y se les distingue entre los campamentos de los Centros de Acopio instalados por toda la Ciudad.

Algunos rescatistas salieron de la Ciudad de México y fueron a Morelos y a Puebla, en donde fueron recibidos con aplausos por los pueblos en donde ofrecieron su ayuda. Hay una foto de un pueblo que despidió a la brigada salvadoreña con una gran manta que decía: “Gracias, no los olvidaremos”.

Despedimos a muchos rescatistas, todos hablaron de la simpatía que habían encontrado en México, de su admiración por la gran movilización civil y por la rápida respuesta de las autoridades de Protección.  El Canciller se despidió personalmente de ellos.

Los brigadistas hondureños al despedirse resumieron el sentimiento que muchos otros dijeron: “No podíamos tardarnos en venir. Ustedes fueron los primeros cuando nos pegó el Huracán Mitch”, “gracias por dejarnos devolver un poco de lo que ustedes nos han dado”.

Descubro que la idea que nos traía preocupados hace meses, ¿”porque no somos México”?, tiene otra narrativa ahora: ¡venimos porque también somos México!, ahí estaba esa voz, pero no la escuchábamos.

Mesoamérica sigue vinculada a México y eso tenemos que aprovecharlo, reconocerlo y alentarlo: existe una correspondencia, que el sismo hizo salir de los escombros.

¿Lo he dicho ya? Aprendo a ver. Sí, comienzo. 

Todavía va esto mal.  Pero quiero emplear mi tiempo.

He visto muchos rostros, de víctimas, de voluntarios, de funcionarios, de brigadistas que sólo estarán unos días en México.

Muchos de estos rostros vienen de Centroamérica, de una región que para muchos no cuenta.

De una región cercana en la que lo familiar es que se hable de zetas, maras y de violencia.

Hoy esa región nos habla de Solidaridad. ¿Qué diablos ocurre en Centroamérica?

En medio de las grandes preguntas están también algunas respuestas, allá y acá.

Experiencias como las de El Faro en El Salvador han demostrado que no hay barreras por delante.

Un grupo de migrantes centroamericanos que iban al norte se quedaron a ayudar como rescatistas, las fotos de ellos con palas en la mano dan testimonio de generosidad en sus rostros.

¿Qué hay que hacer? Hay que insistir. Desarrollo, no control migratorio.

Sueño, por ejemplo, que todavía no había tenido conciencia del número de rostros que hay.

Hay mucha gente, pero más rostros aún, pues cada uno tiene varios.

Llegó también otro tipo de ayuda; la que viene en especie, de muchos países y de muchas formas, alimentos, depósitos a cuentas  y también la presencia de especialistas en estructuras, en planeación de reconstrucción, lo necesario en la segunda fase.

También llegó la ayuda de Cuba.  40 médicos especializados en atención a desastres.  Viajaron en dos aviones de Cubana. Fueron directo a la zona de Juchitán con un Hospital Móvil y muchas ganas de cooperar.

Llegaron a la tierra de Juárez, Oaxaca, hoy maltrecha, devastada por los diarios temblores que no han parado.

Vi salir a familias enteras de juchitecos en aviones de la Marina, porque ya no resisten más los movimientos diarios de la tierra.

Dijo una vez Monsiváis que Juárez en los peores momentos de su tiempo, durante la nueva invasión extranjera, cuando se exigía ser perseverante, su fe no vaciló, y a veces abatido reaccionaba recordando aquel verso:

Ninguno ha caído,

si uno solo,

permanece en pie.

Bienvenida Cuba a Oaxaca, con sus rostros morenos y mulatos, a ofrecer su ayuda, cuando allá en la isla las necesidades por los daños de los huracanes son aún apremiantes.

Pero así es la vida, nada nos acerca a otros seres humanos como el haber tenido miedo o que batallar juntos.

Muchos ahora peleamos juntos; ya no por rehacer el mundo, sino por algo quizás más transcendente: impedir que se deshaga.

Hay gentes que llevan un rostro durante años.

Otras cambian de rostro.

Sigue temblando; pasé la noche en la estación de bomberos de Ixtepec, Oaxaca y se movió la tierra.  Los cubanos recién llegados ya viven el temblor diario.

Hablo con el Padre Salesiano que dirige la Casa Don Bosco que sufrió graves daños con el sismo del día 7, y me dice que sigue temblando diario allá en San Cristóbal, Chiapas.

Se derrumbó parte de la Casa Don Bosco que alberga migrantes centroamericanos.

La esperanza se proyecta en el futuro para reconciliar al hombre con la historia, pero también con la naturaleza, que no se aplaca; reconciliarse con la plenitud de sus propias posibilidades, es el deseo de estos días.

Sólo la conciencia de lo arduo y temerario que es aspirar a la vida auténtica podrá permitirnos que nos acerquemos a ella.

Veo gentes con rostros nuevos.  Les cambió la cara.  Son otros después de esta experiencia.

Es tiempo de llorar dijo alguien a quien también le cambió el rostro.

Para escribir, es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer….

Es necesario poder pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas que hacía tiempo se veían llegar.

Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, en las que ninguna se parece a la otra, de gritos de parturientas….

Es necesario aún haber estado al lado de los moribundos, haber permanecido sentado junto a los muertos, en la habitación, con la ventana abierta y los ruidos que vienen a golpes.  Y tampoco basta tener recuerdos.

Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la paciencia de esperar que vuelvan.  Pues, los recuerdos mismos, no son aún esto - Hasta que no se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que en una hora muy rara, del centro de ellos se eleve la primera palabra….

Con mi libro rescatado he vivido estos días de despedidas que sabíamos llegarían pronto.

Gracias a todos por su generosidad, vinieron porque son México.

Ese es el aire que se respira ahora, es una nueva sensación

Así es desde ahora.


Miguel Díaz Reynoso es director general para América Latina y el Caribe de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.


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