1 de agosto 2017
Después del Jaque que significó la elección de los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela contra la violencia, su instalación a partir de mañana miércoles será el comienzo de su Mate en favor de la paz. Con una abrumadora demostración de cultura política de paz y de vocación electoral, los venezolanos patentizaron ante el mundo la diferencia con el habitual abstencionismo electoral en las más pintadas “democracias”. Pese a las amenazas y actos de violencia que atentaron contra el derecho al voto y su libertad de opinar a los sectores de clase media, más de ocho millones de votantes se había registrado a las 10 de la noche del domingo de Managua, y comienzo del lunes en Caracas.
Repito: fue una demostración masiva ante el mundo, pero del mundo que lo quiso ver, no del mundo secuestrado por la prensa transnacional con sus falsedades programadas y ejecutadas permanentemente, al margen de lo que en realidad esté ocurriendo. Negar los hechos y hasta darles un sentido contrario, es algo nunca abandonado, pero como hoy, nunca se ha visto de forma tan descarada y abrumadora. El periodismo comercial se ha dedicado de forma universal al acompañamiento a las agresiones contra Venezuela. Medios de prensa que en las últimas elecciones en Nicaragua comprobaron gráficamente la gigantesca abstención, ahora publican “noticias” de una abstención inexistente en aquel país, y publican fotos que viven haciendo apología al terrorismo. Si pudieron documentar la abstención que hubo aquí, ¿qué les impidió comprobar con abundantes gráficas la supuesta abstención de allá? De sobra sabemos la respuesta, aunque también sabemos por qué no dejarán de omitir lo que les conviene.
Igual nosotros, mientras exista esta humilde columna, no dejaremos de señalar ese irrespeto a sus lectores y oyentes, el abandono de la ética profesional y su caída en la inmoralidad como ciudadanos responsables que deben ser los periodistas. Cerrar los ojos ante el hecho de que la mayoría de votantes del pueblo venezolano le dio un rotundo mentís a los agoreros de las “horas cero” y los “días D”, lo podrán seguir haciendo durante el tiempo que quieran, es su derecho a vivir de la mentira. Porque lo que quieran decir los miembros del ejército mediático transnacional, u omitir y deformar cuando los hechos reales les contradicen sus mensajes, ya carece de importancia, pues ese pueblo hermano no dejará su camino de liberación, y sus adversarios solo seguirán queriendo ocultar el fracaso de su feroz ofensiva de falsedades y violencias.
Todo esto tomó impulso con el golpe derechista patrocinado por los gobiernos de George W. Busch y José María Aznar (los mismos agresores de Afganistán) de 2002 contra Hugo Chávez, pero solo les dio tiempo a los golpistas para nombrar al “nuevo gobierno” de oligarcas, financieros, guardias del viejo ejército y jerarcas de la iglesia católica. Aunque lo que aprobaron –y no pudieron aplicar— no fue poco: “borraron” la Constitución, sus leyes sociales y los poderes del Estado; secuestraron al presidente Chávez, y “nombraron” nuevo “presidente” con sus respectivos ministros. Una orgía de poder en pocas horas, que contaba con todo…menos con el pueblo que rescató a su presidente y los hizo huir en desbandada de Miraflores.
Por esa merecida lección, ni la derecha ni sus patrocinadores iban a desistir en su empeño, y las conspiraciones siguientes las planificaron con otros elementos conspirativos de mayor efectividad. Lo creyeron aún más con la muerte de Chávez. Aceleraron los planes y los diversificaron: campañas mediáticas internacionales para crear anímica y políticamente “las condiciones” para la solidaridad con la derecha; descalificaron e intentaron desprestigiar dirigentes; desataron la violencia callejera: motociclistas degollados con alambres cruzados en las calles; destrucción de vehículos y provocación de incendios; asesinatos de cuadros del chavismo (entre ellos, el joven diputado Robert Sierra, y en los últimos días asesinaron al candidato a la Constituyente Alfredo Estrada). Y desataron la especulación comercial, el desabastecimiento, sabotearon la producción y la circulación de mercancías para crear insatisfacción popular. Y afuera, la OEA coordinando el coro de gobiernos dóciles, incapaces de remedar siquiera una Constituyente en sus países.
Sin Chávez, creyeron abierto el camino de retorno al poder; aceleraron la ejecución de sus planes hasta lograr atemorizar a sectores de clase media y los sectores menos avisados de la población pobre, y así la derecha obtuvo su victoria en las elecciones parlamentarias. Creyeron que entonces sí, con las falsas promesas de acabar con la crisis, estaban más cerca del poder. El viejo político Henry Ramos Allup, de mañas y complicidades con gobiernos pro gringos anteriores, apenas asumió la presidencia de la Asamblea Nacional, proclamó que a Maduro los sacarían de la presidencia en seis meses. Eso fue como hace tres años. Pero eso lo de menos. Lo que importa es que no solo no han podido sacar por la violencia a quien ganó la elección con más de siete millones de votos y ahora más de ocho millones respaldaron su propuesta de Constituyente.
¿Y de qué maneras y con cuánta violencia lo siguen intentando? Ya no es necesario decirlo. Pero lo que vale recordar es que en esos años de manifestantes “pacíficos” enmascarados como los delincuentes que realmente son, los “comandantes” de la MUD solo se han encargado de alimentarlos con todo para causar desastres materiales y humanos. Es curioso que entre tantos muertos de ambas lados, no está ninguno de ellos. Solo se les ve frente a las cámaras de televisión del ejército mediático, nunca entre la violencia callejera que tienen bien alimentados de odio y dinero a sus lumpen mercenarios. Y claro, todas sus víctimas se las atribuyen a la represión policial. Incluso, las muertes accidentales de los violentos cuando estaban manipulando explosivos. Pese a que tantos lectores y televidentes han consumido lo publicado con evidente intención manipuladora, se quedaron esperando la “hora cero” del proceso venezolano.
Y a esos fieles creyentes de esas “noticias” se ha sumado gente –de aquí y allá—, tenida, autoproclamada o disfrazada de izquierdas. Aún más: sus firmas no faltan en las publicaciones con criterios prefabricados por agencias gringas sobre la deformada realidad venezolana. Para hacer creíble todo lo que publican al respecto, quieren desaparecer de la historia y de la actualidad la mano imperial norteamericana. No les importó que los desmintiera Barak Obama, con su decreto justificando cualquier agresión contra Venezuela, al calificarla como “un peligro inusual y extraordinario para la seguridad” de su país. Tampoco les importa, las declaraciones del gobierno de Trump, “castigando” a funcionarios venezolanos, como si fueran sus funcionarios. Además de eso, funciona toda su maquinaria política y financiera en función de la violencia en Venezuela.
Lo bueno en medio de la tragedia prefabricada, es que cuando el ejército mediático ya tenía “grogui” a Maduro y su “hora cero” no daría más tiempo que para su derrota, apareció de nuevo el –para ellos— inexistente, olvidado y calumniado pueblo chavista. El que para el cierre de campaña por la Constituyente se expresó en una enorme multitud compacta y alegre junto a sus candidatos a la Asamblea Constituyente. Fue el preludio de lo que ocurriría el domingo 30/7. Pero, en ambos eventos, los fotógrafos oficiales de los las “grandes manifestaciones pacíficas” de la derecha se perdieron. Pero sus patrocinadores urdiendo mentiras sobre la falsa abstención.
Se preparaban para el viernes del “ultimátum” al gobierno para que renunciara a la Constituyente, pero ese día... se esfumaron las masas opositoras. Cuando los periodistas preguntaron a un líder, porqué la ausencia de manifestantes, él quiso explicarlo diciendo que los habían dispersado en diferentes zonas para hacer más fuertes las protestas… ¡Una versión opuesta a la “la unidad hace la fuerza”! El domingo focalizaron su violencia en los sectores de clase media para atemorizar e impedir la votación, pero el CNE ya había anunciado que los ciudadanos víctimas de amenazas, podían votar en el Poliedro de Caracas, adonde miles de esas personas amenazadas concurrieron a votar. Y allá las votaciones no son solo con papelitos, sino por un sistema automatizado, un dato ocultado por la prensa transnacional.
En los últimos días, quedaron expuestas las ruinas morales de una costosa campaña internacional deformadora de la realidad venezolana. La aplastante demostración de la voluntad popular de apoyar la Constituyente, revela lo que esta significa para buscar la desesperación de la derecha de regresar al poder y de las empresas gringas por volver a explotar el petróleo venezolano. Algo también importante de esa decisión popular, es que digan lo que quieran seguir diciendo para descalificarla, ya no vale mucho ante la población pobre de Venezuela. Con errores, grandes o pequeños del proceso de Venezuela, el pueblo sabe que solo a él le compete corregirlos, no a padrinazgos imperiales extraños. Y no podrán con ese pueblo, por mucho que siegan intentándolo después de su fracaso del 30 de julio 2017.