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En las calles, las mujeres sobreviven a “depredadores"

Joven víctima denuncia complicidad social: "les da risa ver a una mujer persiguiendo a un hombre en la calle porque la tocó"

Foto: Carlos Herrera

Vladimir Vásquez

29 de julio 2017

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Lauren López tiene 19 años. Todos los días sale temprano hacia su trabajo, pero hace dos semanas un retraso cambió su percepción de las calles de Managua.

Ya antes había sufrido acoso callejero, pero nunca había sido víctima de abuso como ese día. Iba caminando por una calle de Altamira y un desconocido después de decirle obscenidades, se lanzó a tocar su cuerpo sin consentimiento.

No escuchó nada. Ni los pasos del hombre que hoy describe como un “depredador”.

“(Me) metió la mano por la mochila y llegó hasta mi vagina y de ahí, de arriba, enfrente, hasta atrás deslizó su mano y me tocó. Entonces mi reacción fue hacerle ¡Ay! Y después volteo a ver… Yo volteo y todavía se digna a empezarme a decir otras cosas”


El acoso callejero, que no está penado en el país, suele esconderse tras la  cultura del “piropo”. Pero cuando un hombre decide tocar a una mujer en la calle, la justicia nicaragüense lo tipifica como abuso sexual.

El doctor Edén Aguilar, juez tercero especializado en violencia de Managua, condenó a mediados de julio a dos hombres por tocar a mujeres en las calles. Rafael de Jesús Obando de 18 recibió 7 años, la pena máxima establecida en el Código Penal de Nicaragua por manosear a una adolescente de 16 años.

El otro condenado fue Marcos Reyes Torres de 36 años. Un día salió a beber licor y en la calle se encontró con una mujer a quien decidió tocarle la vagina y encima decirle palabras vulgares.

Un precedente judicial

El juez Aguilar contó a Confidencial que a los juzgados llegaron casos de hombres que, en un bus de transporte público, le bajaron la camisa a una mujer y le tocaron los senos. No bastándole, al abusador “le ha dado una calificación (a la mujer) y cómo reacciona la mujer de manera negativa, ahora viene la descalificación. Esos eventos se están produciendo a diario y se han producido en el tiempo”, dijo el judicial.

Denunciar los casos de abuso en las calles es complicado para muchas mujeres. No creen que la Policía Nacional o el Sistema Judicial nicaragüense vayan a darles una resolución favorable.

Pero Aguilar dice que en estos casos, dado que el abuso no deja marcas, el sistema judicial se basa en la denuncia de la afectada y la información que puedan proporcionar los testigos para condenar a los abusadores.

Tampoco se descarta que el acoso callejero pueda también ser condenado. “Debería analizarse en qué circunstancias (ocurre el acoso) porque no se puede descartar ni lo uno ni lo otro. Lo que yo te puedo decir es que en un sistema patriarcal se ha dado la autorización de que los hombres nos dirijamos hacia la mujer de esta manera. Eso puede producir un daño emocional y un daño psicológico también”, dijo Aguilar.

Foto: Carlos Herrera

Cambiando la ruta

Lauren López padece las consecuencias que deja el abuso en las calles de Managua. Tras su infortunado encuentro con el abusador, ya no se siente tranquila. Ahora vive alerta. Antes, cuenta, salía de su casa hacia su trabajo con audífonos puestos, ahora teme no estar atenta por si otro acosador se le acerca.

Tuvo que cambiar la ruta que antes usaba con confianza. El problema, es que ahora no se siente segura. "Cambiando mi ruta me encuentro con que un hombre está detrás de un palo, pero sin moverse. No está haciendo nada más que estar detrás del palo. Me detuve donde unos CPF (guardas de seguridad), y les dije: ‘espérenme es que ese hombre me da miedo’. Imaginate llegar más tarde todos los días a tu trabajo porque está un hombre ahí parado. No es tan fácil”, dijo la joven López.

 Ningún lugar es seguro

En el transporte público las mujeres tampoco están a salvo. Yamlek Mojica vivió momentos de terror a bordo de un bus cuando se dirigía a su casa después del trabajo.

Como todas las tardes iba de pie escuchando música. Su primera alerta fue cuando todas las personas la miraban de forma extraña. Un hombre mayor, ebrio, se ubicó detrás de ella y le decía: “ya quiero escuchar tus gritos mientras te violo”.

Nadie hizo nada por ella. Hasta que un joven decidió darle su asiento para que el hombre no pudiera alcanzarla.

“No me di cuenta de lo que estaba pasando, estaba llorando incontrolablemente. Él trató de contactarse conmigo, de decirme cosas y el muchacho le estaba bloqueando la pasada”, dijo la joven Mojica.

El problema es que no siempre alguien está dispuesto a ayudar. López no tuvo tanta suerte y mientras corría detrás del abusador que la tocó pidiendo ayuda, nadie se sumó. Por eso reclama: “¿Sabés de qué me dio la impresión? De que les da risa. Les da risa ver a una mujer persiguiendo a un hombre en la calle porque la tocó. Y te voy a decir algo que todavía me enojó aún más cuando vine al trabajo: Lo primero que yo hago cuando vengo al trabajo es decirle a mi jefe porqué vengo tarde. Yo le hablo a él y me acuerdo que le cuento a uno de mis amigos y se me rio en la cara. Siento que les da risa. Es un chiste, no lo toman en serio”.

Foto: Carlos Herrera

Solidaridad con las víctimas

Pero hay otros casos en que las mujeres, cansadas del acoso, deciden ayudar al resto de víctimas. Cuando María José Mora sufrió acoso por parte de unos trabajadores de la construcción que hacían obras cerca de su universidad, el cambio que produjo repercutió en toda la comunidad estudiantil.

Un día iba pasando por el lugar y notó que una joven de primer ingreso era víctima de acoso verbal por parte de los trabajadores. Se acercó a ella para preguntarle si todos los días le ocurría lo mismo y en ese instante ella se convirtió en la víctima también.

Hizo una llamada a la empresa constructora para poner su queja. Al día siguiente se contactaron con ella y le expresaron que habían despedido a seis trabajadores del lugar por su denuncia. Ella contó todo en redes sociales y la empresa decidió copiar esa denuncia y colgarla en todo el edificio para alertar a futuros acosadores de que sus acciones tendrían consecuencias.

“Fue una súper victoria. La gente me decía: vos sos loca, eso es normal acá. Ahí yo me armaba más de ánimos. No es una locura y no es nada normal”, dijo Mora.

Condenar la ¨normalización¨

La normalización del acoso callejero preocupa a Lorna Norori, coordinadora del Movimiento Contra el Abuso Sexual.

“Verdaderamente el hecho de que se considere normal es lo que va en detrimento de las mujeres en tanto lo tienen que sufrir en silencio”, explicó la especialista.

Ella también fue víctima de acoso callejero a lo largo de su vida. Y hoy lucha incansablemente contra este mal que se convirtió en una plaga. Lo primero, dice, es que hay que denunciar. Ya sea en redes sociales o ante la justicia. Las mujeres no deberían quedarse calladas.

Para Wendy Flores, abogada del Cenidh, las denuncias son necesarias sin importar  en qué plataforma se hagan.

“(En redes sociales) se empieza a hablar de un problema que ocurre a muchas y  se debe de iniciar alguna campaña o (tomar) alguna medida para empezar a defenderse”, explicó la abogada.

Foto: Carlos Herrera

Una aplicación para móviles

El Colectivo de mujeres ¨Crecer¨, de El viejo, Chinandega, desarrolló una aplicación para teléfonos móviles que permite a las mujeres colocar ubicación sobre los lugares donde ocurre el acoso o los abusos sexuales, de tal manera que puedan tomarse medidas.

Lauren López  puso su denuncia en redes sociales donde recibió apoyo  de usuarios que le dieron recomendaciones. Yamlek Mojica hace ciberactivismo para alertar a otras mujeres y María José Mora, la tercera víctima, sigue sin quedarse callada ante los abusos en las calles.

Las tres denunciantes de esta historia fueron víctimas de abuso y acoso, pero las especialistas en el tema también lo sufrieron. Entonces, cuando Wendy Flores dice que casi todas las mujeres de Nicaragua han sufrido acoso, únicamente describe de forma fidedigna la inseguridad que viven las mujeres todos los días en las calles.

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Vladimir Vásquez

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