18 de julio 2017
La abrumadora propaganda política que se consume cotidianamente, por todos los medios a disposición de gran parte de la sociedad, crea hábitos que traspasan el simple hecho de leer y oír noticias, porque todo penetra en el subconsciente y obliga a que el individuo renuncie –sin proponérselo, desde luego— a intentar descubrir por su propia cuenta la relación de cada noticia o comentario con los hechos. Se conforma con leer y oír los conceptos predeterminados a propósito por la propaganda en pro de los intereses que esta representa. Detrás de los medios informativos de todo el mundo hay todo tipo de organismos e instituciones encargadas de abastecer a los medios con líneas ideológicas apropiadas para librar la “guerra psicológica” en contra de un objetivo o blanco determinado.
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Esas instituciones y organismos especializados en guerras psicológicas y proveedoras de “líneas” políticas, son financiados principalmente por el Estado norteamericano y sus secretarías, y emplean a escritores más o menos conocidos –o los hacen conocer— que tengan cierta credibilidad, sea por su obra, profesión o por su proyección internacional a través de la literatura o del arte en general. Cada agencia proveedora tiene su grupo propio de colaboradores y funcionan en diferentes países de Europa y América Latina –aparte de las tradicionales agencias de noticias ya bien conocidas—, sin relación orgánica aparente entre sí y con una imagen de independencia política que están muy lejos de tener, aunque algunos de sus colaboradores realmente ejerzan su autonomía política, pero unidos por las coincidencias ideológicas.
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No se crea que dentro de sus funciones está el hacer una defensa abierta, franca y descarada de la política exterior de los Estado Unidos, porque perderían clientela o creyentes, sino el darles énfasis, distorsión o exageración a los problemas de cada país, ocultando siempre la relación de esos problemas internos con la injerencia política exterior de la gran potencia, con el fin de echarles una cortina de olvido a la historia de sus injerencias políticas e intervenciones armadas practicadas en diferentes partes del mundo, y de manera continua, y por lo menos, durante siglo y medio. No obstante, eso no se borra de la memoria histórica universal, menos la de cada país que ha sido o es intervenido por los Estados Unidos. Esa es una de las desventajas de su propaganda, pese a los supremos poderes económicos y militares que posee este país, puestos a su disposición. El objetivo central de esa propaganda anti histórica, es eliminar de las memorias su carácter imperialista, para que en las mentes de los pueblos “no exista el imperialismo”, o para hacer de este su carácter una idea vaga, confusa, aunque en la actualidad Estados Unidos tenga a regiones en llamas, tratando de impedir toda actividad autónoma de países de todos los continentes y tamaños.
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Acción complementaria a la de intentar deshacer en la memoria los hechos reales con solo proclamarlo, es descalificar y señalar como culpables a determinados personajes que están en la mira de sus objetivos, porque obstruyen sus planes o están en competición económica y política con Estados Unidos. Aunque reconozcan tímidamente la presencia gringa en los conflictos internacionales, en su forma de decirlo siempre resultan culpables los países intervenidos o agredidos. En el contenido de su propaganda descalifican a quienes denuncian las fechorías imperiales, como rezagados o trasnochados ideológicos, pero sin poder ocultar la existencia de los métodos imperiales de los Estados Unidos ni borrar sus consecuencias en la vida de los pueblos.
Esos medios propagandísticos no descansan en su labor de crear creyentes en la “democrática Norteamérica” como feligreses de una religión. En este caso, se trata de la religión a que se refiere el psicoanalista estadounidense de origen alemán, Erich Fromm:
“Para aclarar esto, diré que el término “religión”, como lo uso aquí, no se refiere a un sistema que necesariamente se relaciona con el concepto de Dios o de sus ídolos, ni aun con un sistema percibido como religión, sino a cualquier sistema de pensamiento y acción compartido por un grupo, que ofrece al individuo un marco de orientación y un objeto de devoción”. (Tener o Ser, segunda parte, capítulo VII: Religión, Carácter y Sociedad, página132. Fondo de Cultura Económica, segunda edición).
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Crear esa orientación y esa devoción hacia los Estados Unidos y sus políticas es la finalidad de los organismos creadores de líneas de pensamiento con las firmas de sus escritores profesionalizados –o de escritores con criterios coincidentes—, donde invariablemente todo lo que procede de ese país, lo destinan a merecer la devoción de sus lectores. De paso, en su propaganda, tratan de aparecer a revolucionarios y a las revoluciones como propagadores del odio contra los ese país. Pero está comprobado que ningún revolucionario ni revolución alguna que proclame su antiimperialismo, lo hace por ningún sentimiento de odio hacia el pueblo estadounidense; ese gran pueblo de diferentes matices en su piel y procedencias geográficas.
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No se puede pregonar odio contra el pueblo estadounidense representado por mujeres valientes como Rosa Park, religiosos como Martin Luther King, rebeldes con causas como Ángela Davis y Malcolm X, y como su larga lista de artistas, deportistas y escritores humanistas, quienes nunca en sus vidas y en sus obras tuvieron nada que ver con delincuentes políticos como los Linch, Monroe, Roosevelt (el cazador de Rubén), Coolidge, Hoover, Wilson, Truman, McCarthy, Reagan, Bush y todos cuantos fueron y son portavoces y ejecutores de las peores políticas del imperialismo norteamericano contra Latinoamérica y el mundo, inspiradas por los grandes negociantes en armas del complejo industrial militar y los círculos financieros.
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Los mecanismos ideológicos de la propaganda política pronorteamericana de aquí o de allá son muchos más de los que se puedan referir en una columna. Últimamente, se destaca mucho el comparar, o más bien, uniformar los términos y conceptos “revolución”, “socialismo” y “comunismo”. Desde luego, lo mismo hace esa propaganda con los gobiernos y partidos que son o solo se proclaman “revolucionarios” o “socialistas”, los cuales invariablemente terminan siendo aludidos o calificados como “comunistas” en sus medios de comunicación. El objetivo de eso es obvio: reproducir en la mente de sus lectores todo lo demoníaco que han querido imaginar del “comunismo” durante más de un siglo y con mucho énfasis durante la guerra fría. Y vaya que lo hacen bastante en la actualidad, según se puede observar cuando se leen o se escuchan noticias.
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La comparación entre regímenes o gobiernos es otra versión de crear la imagen de uniformidad de los que de cualquier forma mantienen alguna oposición a la injerencia norteamericana, y lógicamente omiten referirse a sus diferencias en cuanto a los procesos históricos particulares de cada país. El objetivo es confundir. Un sencillo ejemplo: en esa propaganda, los gobiernos y los gobernantes de Nicaragua y Venezuela, por el hecho de que se autoproclaman “socialistas del siglo XXI” y “cristianos, socialistas y solidarios”, respectivamente, son comparados como iguales en todo sentido, pese a que el primero no es un sistema social acabado y lo segundo es una simple consigna política sin ninguna relación con la realidad económica y social del país.
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Sin embargo, la propaganda política pro gringa nunca pone ejemplos de hechos reales y de las cosas importantes que los diferencian: mientras aquí, Ortega no deja títere con cabeza entre los funcionarios de cualquier nivel que opinen algo por su propia cuenta, porque cuando lo hacen, los “renuncia” en menos de 24 horas, aun cuando no contengan ninguna crítica al gobierno. El diario La Prensa del 16/07/17, recuerda por qué “renunció” a decenas de personas solo por haber concedido una entrevista. Entre Glenda Ramírez, la primeara, y María Auxiliadora, la última “renunciada”, están muchos funcionarios “renunciados” sin contar a decenas de alcaldes. El caso de Oscar René-Vargas, es un símbolo de cómo actúan los dictadores: el conocido economista fue nombrado por Ortega su embajador en Francia, pero por haber dado entrevista a la Prensa, al día siguiente lo “renunció”. Daniel le rompió el récord a Somoza García, pues este “renunció” a Leonardo Argüello, después de 27 días de haberlo impuesto como presidente de la república.
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Ahora, los creyentes de las comparaciones pueden recordar lo que está ocurriendo en Venezuela con la Fiscal Luisa Ortega Díaz. A ella el gobernante no la ha “renunciado” por sus opiniones políticas en su contra durante más de los tres meses de violencia opositora. Y si algún órgano constitucional del Estado la “renunciara”, será por algo nada inocente: por estar haciendo oposición de hechos y de palabras a la política de su gobierno, coincidiendo abiertamente con sus enemigos de dentro y de fuera, los mismos que están alimentando el terrorismo con recursos y consignas. ¿Alguien será capaz de señalar alguna similitud entre los motivos por los que fueron “renunciados” los funcionarias de aquí, con las causas por las que podrían renunciar a la señora Ortega Díaz de allá?
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Ruperta y Ruperto:
--Nadie, si es honrado, respondería que sí a esta pregunta, Rupertó, porque las diferencias están ante los ojos de todo el mundo…
--Es que las comparaciones antojadizas, Rupertá, son parte de las falacias de la campaña corrosiva predominante en este mundo…
--Y si esos propagandistas pudieran… ¡también predominarían “en el otro” mundo, Rupertó!
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