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De la resaca post revolucionaria

A mi edad he visto tantas mutaciones, que no me asombrarían algunas más

Onofre Guevara López

30 de mayo 2017

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Si los efectos de un reflujo post revolucionario se reconocen en el decaimiento de las acciones colectivas, cierto estancamiento y de inmovilidad social con tendencia a dar un paso atrás en el proceso de cambios progresistas en la sociedad, es porque en los individuos –autores y actores únicos de toda actividad política— también se han modificado sus concepciones de la lucha por el progreso social y se acomodan a otras concepciones distintas a las que antes consideraron adversarias de las suyas.  En otras palabras, esos individuos se pasan al campo ideológico contrario, por motivos personales, lo cual es su derecho.

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También un individuo puede acomodarse en la neutralidad, o en lo que supone es neutralidad, pero eso es relativo a la actividad práctica no del pensamiento, porque pensar no es un asunto mecánico neutro, como hacer funcionar la palanca de un automóvil.  El fruto del pensamiento puede ocultarse, pero nunca desaparecer de nuestras cabezas.  O sea, que un individuo está en capacidad de guardarse íntimamente su modo de pensar, aunque puede dejar de actuar.  Entonces, no hay nada malo en cómo pensar, pues es un derecho humano solo posible de violar por la muerte; lo que nunca parecerá positivo, es adoptar el pensamiento de los adversarios de ayer y convertirlo en su arma para defender lo que antes combatía.   (Conversos les dicen, ¿no?)

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Entre tantos motivos personales de un converso, me parece que está el hecho de que nunca consolidó en su conciencia los principios por los cuales alguna vez se decidió a luchar.  Sin faltar en un renegado (¿así se les dice también?) las reservas ideológicas negativas captadas en la niñez en el hogar y en la escuela, y en la juventud o en su adultez en la calle o el medio social en que vive, y les afloran en determinadas condiciones políticas.  No se les habían manifestado de forma abierta en su conciencia, quizás por el entusiasmo que le produjo una idea o algún acto heroico de la lucha popular por  la justicia social, o quizás alguna acción revolucionaria.  O por el triunfo de una revolución por la que tuvo una simpatía momentánea.

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Pero no en todo caso suele funcionar solo el entusiasmo momentáneo, pues se les manifiestan otros sentimientos que no son contables ni medibles.  Al individuo que en algún momento de su vida opta por una causa política justa, esta le exige una conducta personal apropiada ante sucesos en los que se vea envuelto o en los que se interesa como testigo o como actor, no importa si de primera magnitud, secundaria o como simple espectador.  La conducta personal es esencial para ser consecuente o no con lo que se piensa y lo que se dice, pero en otros casos se pueden reflejar debilidades ocultas que, al final, lo hacen cambiar de conducta.  En este caso, influyen los antivalores de manera decisiva en su comportamiento: el egoísmo, la ambición, la vanidad, la ausencia de ética –o su prima, la moralidad—, el estilo de vida que lleva o quiere llevar, más sus relaciones familiares,  amistosas y de compañerismo.

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Todo eso, unido o disperso en su conducta, puede volver al individuo un tipo desleal y oportunista. No sé si acierto, pues no soy psicólogo, solo un observador. Y si otros observan más o menos lo mismo en la conducta de individuos con esas características o similares, tampoco es porque sean psicólogos, sino porque conocen la conducta de los individuos de los diferentes clanes políticos en todas las etapas de nuestra historia patria.  O porque se interesan en alguna medida y por algún motivo por la política actual, pueden conocer nombres de oportunistas, tránsfugas, parásitos y corruptos que han hecho su vida y se han enriquecido en los cargos públicos, en todos los niveles institucionales del Estado. Más que por lo que pregonan sobre asuntos políticos, ideológicos o religiosos, se les conoce por su conducta política.

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Pero si, por A o por B, a usted, lector, no le gusta registrar en los cofres del pasado los trapos sucios de la política, y al mismo tiempo se siente motivado a conocer los trapos sucios de la actualidad, porque usted se siente afectado o su entorno familiar y social por la conducta de los políticos, solo tiene que buscarlos entre las listas de los partidos, de los que integran la Asamblea Nacional, de los funcionarios del Estado, y algo o mucho descubrirá, según su capacidad de observación.  Las listas están a la vista pública, solo le falta un poco de interés por leerlas.  Como se dice popularmente…“a mí no me lo crean… véanlas”.

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Sin embargo, no quiero ni debo absolutizar sobre las cuestiones ideológicas como únicas causas del oportunismo político, porque están las ambiciones económicas que influyen tanto en la conducta falsamente apolítica de los caballeros de la gran iniciativa privada, como en todos los individuos.  Quizás sea lo económico lo que más influya en las cuestiones ideológicas, incluidas las religiosas. En estos campos de la conducta humana existen particularidades, y los resultados personales no son iguales en todos, pues tienen sus propias características, según el lugar y su importancia jerárquica individual en su medio social y la sociedad en su conjunto.

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Siempre hay casos que motivan temas como este de hoy.  Estoy pensando en políticos cuyos referentes ideológicos en sus tiempos de revolucionarios fueron pensadores progresistas, o escritores con conducta de izquierda, pero de pronto –quizás no tan de pronto, pues pudo ser efecto de un proceso interior muy largo, sino “de pronto” para mí—, descubrieron que sus referentes ideológicos ocultos en sus conciencia… eran personas de una ideología contraria a la que él suponía era la suya. Es decir, despertó en ellos su dormida vocación conservadora.  Y es bueno para ellos que lo hayan descubierto, porque así se sentirán felices por ser lo que realmente han sido.

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Especulando un poco, pienso que podríamos ser testigos de algunas  conversiones, no sé si más a la derecha, de quienes han sostenido una conducta política independiente, pero podrían ser afectados –ojalá me equivoque— por un cambio de conducta cuando les falte la ayuda económica que reciben de alguno de los organismos especializados del Departamento de Estado, por motivo del recorte presupuestario ordenado por Donald Trump.  No es lo que deseo, pero a mi edad he visto tantas mutaciones, que no me asombrarían algunas más.

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Ruperta y Ruperto:

--La OEA vino, habló con Daniel y se fue sin hablar con los partidos políticos que han depositado todos sus amores en ella, Rupertó…

--Esos políticos “becquerianos”, enamorados de la democracia a la gringa, Rupertá, pasaron en vela día y noche viendo hacia el balcón de la OEA… ¡y se les escapó como una oscura golondrina!

--Y lo peor para ellos sería que esa golondrina… ¡sea de las que no volverán, Rupertó!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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