9 de febrero 2017
(Este artículo refiere a las acusaciones por abusos sexuales contra niños del sacerdote Marco Dessi. Para conocer más del caso puede leer esta noticia o esta columna de opinión)
Cuando era niña, en mi casa me enseñaron el respeto y devoción hacia los símbolos religiosos, en una familia católica que, como muchas, trataba de cumplir a cabalidad con las prédicas y mandatos de la iglesia. Acudíamos a misa los domingos a las ocho de la mañana y ya de adolescente era a las cinco de la tarde. Claro está que uno de los símbolos de autoridad y respeto en la iglesia era el sacerdote. Mi recuerdo de niña es de devoción hacia la figura del padre, de fe, de confianza.
He ido aprendiendo que los sacerdotes son personas, seres humanos que pueden ser muy dedicados, nobles, compasivos, líderes, sensibles y con la voluntad de construir obras sociales, de hacer el bien para su comunidad, de buscar alternativas para la gente, de dar fortaleza espiritual. También he aprendido que igual que todas las personas pueden equivocarse y cometer errores, es decir son seres humanos. Conociendo experiencias de vida muy duras y dolorosas, igual he aprendido que hay sacerdotes que pueden cometer delitos.
Pienso que tener mis propias vivencias de niña y adolescente en el ámbito religioso o desde el afán de mi madre y mi padre para fortalecer mi espiritualidad, me han permitido poder entender mejor la situación que viven niñas, niños y adolescentes que son abusados por sacerdotes o por líderes religiosos de cualquier denominación.
El ex sacerdote Marco Dessi murió hace algunos meses, una figura reconocida por sus obras sociales en Chinandega y también por ser abusador de niños. Ahora que Marco Dessi ha muerto no se puede decir que las heridas están curadas, muchos de los niños y adolescentes que fueron abusados por él se quedaron en silencio, nunca se han atrevido a hablar de la dura experiencia que les tocó vivir. Y digo esto porque él tuvo la oportunidad de abusar niños y adolescentes durante muchos años, tenía acceso permanente a ellos, ya que era una autoridad en el Hogar del Niño, fundó la Comunidad Getsemaní, un coro de niños y muchas otras obras para beneficio sobre todo de la niñez chinandegana.
Por otro lado, personas que fueron abusadas por él me referían de otros niños que en su mismo período estaban viviendo también la perversidad del abuso por parte de Marco Dessi y que no habían podido romper el silencio. Así, podemos decir que nunca vamos a saber cuántos niños y adolescentes fueron abusados por él.
Entonces quiero referirme a esa estrategia utilizada por Marco Dessi, que aún ahora continua haciendo daño en la vida de las personas y en la sociedad chinandegana, porque dolorosamente el abuso sexual es tan perverso que aunque ya no les sigue ocurriendo, su daño persiste, la secuela está ahí mientras no sea procesada. La sociedad chinandegana continúa fracturada entre quienes creen en los muchachos que han denunciado los abusos vividos por parte del ex sacerdote y quienes apoyan y defienden al que consideran “hijo predilecto de Chinandega”.
Desde inicios de 2007 estuve apoyando al grupo de jóvenes que apoyaban a otros seis, que fueron hasta Italia, para llevar adelante un proceso judicial por abuso sexual, contra el entonces sacerdote Marco Dessi. Pude ver cómo, en Chinandega, se producían los ataques contra el grupo que apoyaba y contra estos jóvenes que llevaron adelante su acusación contra Marco Dessi.
También he sido testigo del dolor de jóvenes y adultos que fueron abusados por “el padre Marco”. Algunos de los que acusaron en Italia y a otros que, a partir de la denuncia pública, vinieron buscando apoyo y como ocurre tan frecuentemente con el abuso sexual, no querían verse expuestos públicamente, pero sí querían sanar las heridas.
Cada historia que he conocido de estos muchachos deja evidencia de los daños, el dolor, la tristeza, el enojo, la confusión afectiva y también la confusión que les limita entender “por qué me hizo esto a mí”. He escuchado a un hombre decir de forma muy dolorosa que prefiere tener el trabajo que ejerce y ganar tan poco para él y su familia, pero no desempeñarse en lo que está preparado, pues siente que “el padre Marco me mandó a estudiar y prepararme, solo para que yo me sintiera bien con él y lo que me hacía. Lo siento tan sucio, como que así quería pagar lo que me hacía, siento que si recibo un pago por todo lo que aprendí es como estar de acuerdo con lo que me hizo”.
He podido ver su confusión de haber aprendido, siendo niños, a verlo con cariño y cómo esto se mezcla con el rechazo, el repudio, el enojo. He sido testigo de su daño espiritual, que les ha dejado también con esa confusión acerca de su fe, ese rechazo a continuar manteniendo la confianza espiritual que asimilaron desde niños. Es muy duro escuchar a un joven preguntarme con mucho enojo “dónde estaba Dios mientras Marco Dessi me abusaba”, porque ese joven fue un niño que confiaba, se sentía seguro y protegido por esa persona que para él era un representante del Dios que le mostraron en su familia y en la iglesia.
La confianza de los más pobres en el "padre Marco"
El afecto, la confianza y hasta la devoción fueron elementos utilizados para controlar, someter, cometer los delitos y mantener en silencio los abusos. Él visitaba a las familias de estos niños y adolescentes, familias pobres de Chinandega, que confiaban totalmente en el sacerdote, asumían que sus hijos no podían estar más seguros en otra parte que con el padre y esto es también parte de su estrategia, pues utilizaba la confianza, la devoción y la fe de estas familias, para abusar de sus hijos.
Por otro lado, la calidad de sus obras sociales, su preocupación por la comunidad, su contacto permanente con esta comunidad chinandegana, hasta el día de hoy son determinantes para que una parte de la población lo enaltezca. Jóvenes que apoyaron a estos jóvenes me decían: “en Chinandega se dice: Dios en el cielo y el padre Marco en la tierra”. Todos estos son elementos de la estrategia.
Han pasado varios años y aún ahora cuando hablo en alguna actividad sobre abuso sexual y me refiero a la historia de los muchachos que tuvieron que ir hasta Italia para denunciar los abusos vividos, me encuentro con alguna persona joven o adulta que defiende con ardor a Marco Dessi, que refiere que todo es una mentira inventada para desprestigiarlo. Lo que veo en estas personas es dolor, enojo, impotencia, pues hasta se han creado justificaciones para los abusos cometidos, aunque obviamente no hay posibilidad de negar la evidencia de lo ocurrido.
Es injusto que la sociedad chinandegana se debata y se mantenga fracturada por una estrategia tan perversa, es adecuado tener una reflexión sobre lo que significa el abuso sexual de niñas, niños y adolescentes, y particularmente lo que significa el abuso sexual cometido por un sacerdote. Es necesario creer en las personas que lo están denunciando, porque no es nada fácil hacerlo. Marco Dessi hizo grandes obras, pero uno de sus propósitos era cubrir los abusos que cometía. Es posible poder ponerse en los zapatos de los niños que fueron abusados y considerar cuánto daño les hizo. Es necesario aceptar la realidad. Y es urgentemente necesario romper con la aceptación social del abuso sexual en la infancia.