1 de febrero 2017
El 31 de enero se estrena en televisión la serie “El comandante”, que lleva por subtítulo "La vida secreta de Hugo Chávez". En ella se narra el proceso que condujo al militar golpista venezolano a la presidencia de su país, un fenómeno consumado el 2 de febrero de 1999. Hace ya 18 años que Chávez ocupó el palacio de Miraflores tras haber ganado sus primeras elecciones.
El guionista y uno de los productores de “El comandante” es Moisés Naim, ex ministro venezolano con Carlos Andrés Pérez y actualmente un influyente columnista de prensa. La serie, de 60 capítulos, la produce Sony Pictures y será emitida en América Latina y Estados Unidos. La sola noticia del proyecto de una biografía televisada de Chávez no cayó nada bien en la cúpula gubernamental venezolana. Especialmente por ser un programa con un formato (telenovela) destinado al consumo masivo, de factura latinoamericana y dirigido básicamente a una audiencia hispano hablante.
De este modo el “relato” firmemente construido en torno a la épica chavista podría sufrir un severo y definitivo deterioro, no sólo en Venezuela sino también en América Latina. El mayor temor es que se “desfigure” la imagen de Chávez, una imagen a la que se ha dotado de ciertos valores ausentes en muchos pasajes de su vida. El problema de quienes intentan reescribir la historia con fines políticos es que en algún momento se pueden encontrar con un discurso alternativo que ponga el foco en la desnudez del monarca.
Una prueba del temor de la cúpula chavista son las manifestaciones de Nicolás Maduro: “por ahí van a estrenar una basura, una novela que es una verdadera basura”. Para el “hijo de Chávez” se trata ahora de librar una feroz “batalla” contra las “mentiras criminales” que pueden afectar la memoria del ex presidente. Por eso es necesario decir la “verdad profunda” en todo lo relativo a la vida “de un hombre gigante como Hugo Chávez”.
Marisabel Rodríguez, la segunda esposa de Chávez, mostró su indignación en Twitter y amenazó por la misma vía en demandar a Sony: “Creo que en Sony Pictures deben estar claros a qué se exponen con la transmisión de ese nada serio serial”. Debido a su falta de liquidez condicionó la iniciativa a poder contar con los fondos necesarios: “a falta de fuerza económica me sobra fuerza moral”. Sin embargo, no sería impensable que finalmente el gobierno de Maduro aportara el dinero para iniciar la demanda.
La otra prueba del temor chavista con “El comandante” la dio el vicepresidente del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) Diosdado Cabello. En su programa de televisión “Con el mazo dando” lanzó la campaña “¡Aquí no se habla mal de Chávez!”. No se trata de una iniciativa dedicada a convencer a los venezolanos a venerar a su ex presidente y a hablar bien de él. Todo lo contrario, es una orden imperial, un ucase amenazador dirigido a los funcionarios públicos y a los chavistas en general, especialmente a los beneficiarios del clientelismo gubernamental, a cumplir y hacer cumplir lo ordenado. La conclusión es obvia, quien no se sume a la campaña debe ser denunciado por traidor.
Cabello tronó: “Chávez le devolvió la autoestima al venezolano, Chávez le devolvió la voz al pueblo, Chávez reconoció a la mujer, al afrodescendiente, Chávez construyó vivienda, Chávez puso a Venezuela alto en el firmamento y generó una esperanza”. Por eso, “Si usted trabaja en un ministerio y tiene un huequito de oficina, usted coloca un cartel: ‘Aquí no se habla mal de Chávez… Si usted es taxista, de esos que entregó la misión transporte, usted coloca ‘Aquí no se habla mal de Chávez’”. Entre otros destinatarios incluyó a quienes viven en casas entregadas por el gobierno, a los militares y a todos los venezolanos. Y a todos les pidió pegar carteles en sus puestos de trabajo, pintar murales en sitios públicos o librar la batalla en las redes sociales con la etiqueta #AquíNoSeHablaMalDeChávez.
La reacción de Cabello deja en evidencia algo que ni siquiera los máximos mandos del chavismo se niegan ya a ocultar: no han conquistado las mentes y los corazones de los venezolanos con su discurso político, con la búsqueda de la igualdad para los más desfavorecidos o con su defensa de las libertades públicas sino que los han comprado. Y en buena ley es hora de devolver el favor, ya que como dice el refrán: “es de bien nacido ser agradecido”. Con su reconocimiento expreso del clientelismo, Cabello trata a los venezolanos como menores de edad, como unos débiles frente a las prebendas asistencialistas del estado, a los que basta con amenazar para obtener lo que se quiere.
El temor a “El comandante” y las reacciones suscitadas no bastan para atisbar el fin inmediato de un régimen que ya lleva 18 años en el poder. Es demasiado tiempo, a tal punto que hoy son muchos los venezolanos que solo conocen esta experiencia política. Las señales que llegan de Venezuela son preocupantes. Cada vez es menor el margen de maniobra que contemple una solución no violenta de la actual crisis y hoy el gobierno y la oposición están más cerca del abismo que ayer. La cerrazón de unos y la impotencia (a veces incapacidad) de otros complica la salida en un momento en el que la comunidad internacional tiene ya bastantes problemas como para ocuparse de los venezolanos.
Una vez más ha quedado demostrado el fracaso de los gobiernos latinoamericanos a la hora de resolver la crisis. Esto se hizo patente en la última cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) celebrada en República Dominicana. Palabras como las de Daniel Ortega hacen muy difícil el camino de la reconciliación: “Una América Latina en paz demanda que se ponga fin al acoso, a la conspiración en contra de la hermana República Bolivariana de Venezuela”. Mientras de un modo maniqueo solo se hable de acoso y conspiración será muy difícil encontrar solución a un problema mucho más complejo, producto de errores internos y no de conjuras foráneas.
Publicado originalmente en Infolatam.