Guillermo Rothschuh Villanueva
8 de enero 2017
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Más allá de cualquier consideración, lo cierto es que Donald Trump es el primer mandatario en el mundo, en hacer de Twitter una máquina para gobernar
A través de la historia de la humanidad, diferentes medios de comunicación han sido y seguirán siendo utilizados como herramientas básicas —incluso estratégicas— en los juegos de poder. Desde los inicios del tiempo, los medios fueron incorporados —entre otros fines— para conquistar los corazones, interferir o facilitar las comunicaciones entre actores o fuerzas contendientes. Las señales de humo, los caballos y palomas mensajeras, forman parte de una prehistoria rica en matices. La aparición de la imprenta, el descubrimiento del telégrafo y el surgimiento de la radiodifusión, significaron un giro casi mayúsculo. La radio fue convertida por el nacionalsocialismo en un aparato de adoctrinamiento. Joseph Goebbels la integró a las fábricas para que los obreros escucharan las intervenciones de sus líderes, especialmente de Adolfo Hitler. El creador de la propaganda política moderna, sostenía que su principal arma era el propio Canciller Imperial. Desde su cargo de Ministro de Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, Goebbels sumó al cine como recurso propagandístico. No menos importancia atribuyó a las artes. Su mirada fue abarcante.
Los movimientos de liberación nacional en Asia, África y América Latina recurrieron a la radio; los argelinos contaron con La Voz de Argelia, el Che Guevara fundó Radio Rebelde, sus transmisiones comenzaron el 24 de febrero de 1958, dos meses después, Fidel Castro haría su primera alocución a través de esta emisora. Los sandinistas crearon Radio Sandino en Costa Rica, salió al aire el 22 de noviembre de 1977, un mes después de ocurridos los ataques guerrilleros en San Carlos, San Fabián, Nueva Segovia y Masaya. Los salvadoreños contaron con Radio Venceremos como parte de la lucha insurreccional librada por el Frente Farabundo Martí Para la Liberación Nacional (FMLN), solo para citar tres ejemplos. Las grandes potencias cuentan con radioemisoras que transmiten con idénticos fines. Un cambio radical ocurrió con el uso de la televisión por Estados Unidos (CNN), Inglaterra (BBC), China (CGTN) y Rusia (RT). Sin olvidar las grandes cadenas noticiosas internacionales, fundadas con la intención de ofrecer sus propias visiones y versiones del acontecer mundial. Los medios forman parte de la avanzadilla diplomática contemporánea.
El éxito de las estrategias impulsadas por dirigentes políticos de las grandes potencias, depende en gran parte de la utilización sistemática de los medios. No existe un solo gobernante que no recurra directa o indirectamente a su utilización. Cuando Zbigniew Brzezinski, Asesor de Seguridad Nacional e impulsor entusiasta de la Comisión Trilateral, antesala del Grupo de los 7, anotó en La era tecnotrónica (1969), qué él se enteraba primero de lo que ocurría en el mundo, a través de los despachos informativos, certificaba la necesidad de realizar ajustes en la configuración de las embajadas estadounidenses diseminadas por el planeta. Estados Unidos brinda atención preferente a sus Oficinas de Asuntos Públicos. Terminada la segunda conflagración mundial, reconvirtió sus aparatos de propaganda y guerra sicológica, solo les cambio de nombre. El uso reiterado del Twitter por parte del presidente Donald Trump, constituye un paso adelante, como dispositivo fundamental para ejercer poder y burlar los filtros ejercidos por medios y periodistas. Desde una perspectiva histórica, las acciones de Trump suponen un nuevo ajuste en los tiempos que corren.
Una mirada hacia atrás revela que presidentes estadounidenses han recurrido a determinados dispositivos mediáticos de manera preponderante. Franklin D. Roosevelt, neoyorkino igual que Trump, hizo de las charlas radiofónicas un aliado incondicional para explicar su política económica y establecer una relación directa —también sin filtros— con sus electores. Sus intervenciones se distinguieron por buscar una ampliación de su base social. Con tono adecuado y pedagógico —el profesional graduado en Harvard— trataba de convencer a los estadounidenses de las bondades de su gobierno. En buena parte de su galería fotográfica, aparece sentado frente a los micrófonos de la NBC y CBS. Roosevelt hizo de la radio un dispositivo imprescindible. John F. Kennedy sigue siendo considerado como el gobernante que debe a la televisión su acceso al solio presidencial. Supo explotar su carisma frente a las cámaras, se plantó frente a ellas como un experto, su imagen juvenil, pelo suelto al viento y cuerpo bronceado —venía de California— le confirieron un aire especial, frente a un Richard Nixon, cansino y poco atractivo. Kennedy, como Jackie, su mujer, fueron mediáticos.
En la historia de la televisión estadounidense Kennedy fue el primer presidente en comparecer en vivo y directo frente a una batería de periodistas. Se ufanaba de dominar las cámaras, tuvo que vencer la aprensión de su equipo de asesores, temían que su presentación pudiera revertirse en su contra. Con su decisión creó los llamados auto acontecimientos. El concepto de noticia prevaleciente —información es la que dan medios y periodistas de sucesos o acontecimientos acaecidos en cualquier lugar o momento— fue trastocado. Kennedy con su conferencia inventó el hecho. Inauguró una nueva etapa. Otro gran comunicador, el inefable Ronald Reagan, contaba con su paso por Hollywood, estando frente a la presidencia de Estados Unidos, se transformó en actor consagrado. El mejor elogio recibido se lo dispensó el prestigioso periodista de The New York Times, James Reston. El especialista en asuntos presidenciales, escribió un artículo enjundioso en el NYT bajo el título: Que diera Hollywood tener un actor como Reagan. Otros periodistas ratificarían lo dicho por Reston: la Casa Blanca era el Oscar que Reagan no obtuvo en Hollywood.
Barack Obama —con el auge de las nuevas tecnologías— será el primer presidente de Estados Unidos, en hacer uso sistemático de las redes sociales. Primero MySpace y LinkedIn, después integraría Facebook y Twitter como amplificadores de sus discursos. La primera constatación de su equipo de campaña (2008), fue la gratuidad de las redes sociales, durante la campaña de 2012, aprovechó además la ventaja de no tener que pasar por los filtros de medios y periodistas. Obama confirió a la redes un nuevo estatuto. Dejaron de ser un lugar donde se colgaban banners por los que se pagaban sumas dispendiosas, pasando a ser lugares de encuentro y organización —sitios de auto convocatorias como les llama Manuel Castells—. Si Kennedy fue el primero en brindar una entrevista en vivo, Obama tiene el mérito de haber sido el primero en conceder una entrevista en directo a los internautas, a través de Reddit. El afroamericano ratificó que las redes sociales eran insoslayables para conquistar un cargo público y atraer a los votantes. ¿Qué pasó con el Partido Demócrata? El momento reclamaba otra forma de relación con los electores, más intimista y personalizada.
La aspiración de los políticos sigue siendo saltarse a la prensa, evitar encuentros incómodos, obviar sus preguntas, evadir su escrutinio y fijar su propia agenda. Facebook y Twitter ofrecen la oportunidad deseada, no solo para ellos, también para la ciudadanía en general, reacia e incómoda ante unos medios incapaces de hacerse cargo de temas de primerísima importancia para su devenir. Las cadenas televisivas y grandes medios estadounidenses, empezaron a quejarse de la actitud asumida por el presidente Obama de eludir su función contralora. Desfondada la hegemonía mediática, las redes sociales se convirtieron en el sucedáneo esperado, principalmente para los políticos. Trump depositó desde un primer momento en Twitter su relación con los electores. En horas inesperadas y de forma impulsiva para muchos, provocaba e insultaba a sus adversarios. La prensa celebró sus arremetidas. Sirvieron como cajas de resonancias a sus intervenciones a través de Twitter. A partir de entonces no ha dejado de recurrir a este artefacto. Sabe mejor que nadie las ventajas que ofrece. No quiere que nadie se interponga en su relación con una gran diversidad de actores.
Al hacerlo, Donald Trump da por inaugurada una nueva forma de relación entre políticos—ciudadanía—gobiernos—países—líderes mundiales. La manera desembozada que utiliza Twitter y su forma impredecible de actuar, debe ser percibida como la incorporación de una nueva manera de relacionamiento entre el presidente de Estados Unidos y el resto del mundo. Su política reactiva sorprende y asusta a periodistas y adversarios. ¿Será que no han sabido valorar su decisión de hacer de Twitter una herramienta cotidiana para el ejercicio de su mandato? Acostumbrados al protocolo y a ciertas normas de procedimiento, ¿consideran inapropiada su conducta? ¿Su carácter irascible y su falta de tolerancia a las críticas podrían meterlo en embrollos? ¿Estará convencido —como expone Alvin Toffler— que esta es la forma más adecuada de saltar la burocracia enquistada en el poder estadounidense? Su forma heterodoxa de dirigirse a través de Twitter implica riesgos. Más allá de cualquier consideración, lo cierto es que Donald Trump es el primer mandatario en el mundo, en hacer de Twitter una prodigiosa máquina para gobernar. ¿Un salto al vacío?
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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