27 de diciembre 2016
No importa la edad, la línea partidaria con la que una persona identifica su actividad política ni su ideología confesa, o escondida, pues siempre lo esquematiza, o reduce todo a una palabra, una frase, se trate de cosas, fenómenos o sucesos políticos. De esquemas se nutren las opiniones y las informaciones de todo el mundo. Basta que salga de cualquier fuente (persona, medio o institución) un nombre, una definición o un concepto sobre algo o alguien para que se les encierre en un esquema, a cal y canto y para siempre, sin tomar en cuenta sus diferencias –mínimas o grandes— que existen entre un suceso o un fenómeno y otro.
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Ejemplos de la esquematización son universales y sin límites. Necesario es exponer solo unos pocos, los más cotidianos, provenientes de la información, los comentarios, las conversaciones y los discursos. Veamos los conceptos Derecha e Izquierda; se han vuelto un par de esquemas sin matices, sin tonalidades propias, encerrados en el cerebro como en una caja de hierro sin llave que haga posible poderla abrir. Ambos conceptos, están en nuestras cárceles mentales, y cuando pareciera que los flexibilizamos, más los confundimos cuando hablamos de “centro-derecha”, de “centro-izquierda” y los movemos de un lado a otro en el lenguaje hablado y escrito, sacando otros esquemas de los mismos.
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¿Por qué una humanidad tan inteligente, creadora de cosas extraordinarias e inimaginables parece tan atrasada en asuntos ideológicos? Es decir, ¿Por qué la humanidad se muestra en ese aspecto tan incapaz, y se divide al mismo tiempo en la “mitad genio” y la otra “mitad-bruta”, pero que piensan y sienten igual cuando se trata de las definiciones esquemáticas de cosas y fenómenos políticos? Por supuesto, no tengo ninguna respuesta propia para tales interrogantes, pero sí algunas ideas sobre las causas. El pensamiento nace como un reflejo de la práctica social, se eleva a teoría y de esta vuelve a la acción práctica como instrumento para descubrir la verdad. A eso le dicen filosofía. Lo que importa, es su certeza cuando se prueba en la práctica para descubrir la verdad en las contradicciones sociales, económicas y políticas. Se me ocurre ejemplos, como la Democracia, que se asocia con el capitalismo, esquemáticamente y a las Elecciones como algo intrínseco a la Democracia, pero en la práctica, esta ni siquiera tiene parentesco con su concepto original de “poder del pueblo”, etcétera, ni las elecciones en el capitalismo pasan de ser un multimillonario circo donde el poder se lo disputan de manera exclusiva los representantes políticos que representan intereses de grandes capitales.
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Otros ejemplos más actuales de esquemas, son la Alternancia en el poder y la Reelección; una, se usa como símbolo de democracia, y la segunda, como símbolo de dictadura, pese a que ambas, de hecho, pueden ser o no pueden ser, expresión de dos tipos de dictadura: la Alternancia es, en la práctica, una dictadura de clase, porque es su continuidad histórica de sus representantes en el poder. Casi nunca ni en todas partes, una clase admite alternar el poder con otras clases emergentes o adversarias, y para ello utiliza una variedad de métodos, como la reelección. La Reelección continua es admitida, solo por una vez, por la “democracia” cuando quien se reelige es un representante de la clase dominante, y se convierte en dictadura, cuando el presidente –de cualquier partido— se reelige de manera continua, generalmente, violando las normas constitucionales que se lo prohíben.
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En la actualidad latinoamericana, están los casos de Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa. Han recurrido al mismo recurso amañado de apartar los obstáculos jurídicos través de sus magistrados en las Cortes Supremas, al margen de si han gobernado bien, o han gobernado mal (este último es el caso de Ortega). Si es verdad que los tres se identifican por el vicio común de creerse indispensables, es esquemático decir que un vicio solo de “Izquierda”; primero porque se es dictador de cualquier clase social y rótulo político; y segundo, porque para hacer tal definición ideológica no basta estar ubicado en la izquierda o en la derecha bajo cualquier bandera política.
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Si se quisiera acertar con las definiciones, es condición indispensable tener en cuenta las diferencias de desarrollo histórico de cada país, de las condiciones reales de su vida social y económica, de sus matices políticos en cada país, de la madurez de la conciencia de sus poblaciones y de la personalidad y la conducta del gobernante. En donde es imposible hallar diferencias, es en la ambición personal ilegítima, pues todos tienen una pasión enfermiza por la reelección indefinida sin tomar en cuenta el interés nacional, la estabilidad y el progreso social, y en el futuro, más allá de los avances materiales.
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¿Por qué la ambición reeleccionista es ilegítima? Porque: a) demuestra desconfianza y menosprecio por sus compañeros de partido; b) humilla la inteligencia de la población, porque la manipula para lograr sus fines; c) desvaloriza la dignidad humana de sus compañeros que tienen igual derecho de gobernar, si tienen capacidad para ello; d) degrada la función de su organización política y la pone en situación de inferioridad vergonzosa ante sus ambiciones personales; e) individualiza el poder político, con lo cual echa a perder la importancia de su colectivo político y de los sectores populares, en detrimento de la causa política que representan; f) patentiza ante el mundo su menosprecio por el orden jurídico del país, y desvaloriza su dignidad nacional; debilita y desprestigia al pueblo en la lucha frente a sus adversarios históricos.
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También están las diferencias personales entre gobernantes reeleccionistas y entre sus respectivos países. Solo dos ejemplos: con Evo Morales, Bolivia ha logrado avances en todos los terrenos –especialmente en el económico y social, dignificando al pueblo originario, oprimido y marginado en toda su historia—, en oposición y combatiendo los embates de una burguesía muy reaccionaria y racista de origen europeo, históricamente ligada a los intereses transnacionales y los golpes militares. Y ha recuperado importantes recursos naturales de manos extranjeras.
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Nicaragua con Daniel Ortega, solo exhibe avances limitados en la macroeconomía por la exportación de materia primas y la importación de artículos de lujo; traiciona la alianza obrera-campesina, antiimperialista del FSLN, y la soberanía nacional con la Ley 840, la que, en opinión de la joven jurista Mónica López Baltodano: “No hay manera de entender esta aberración que llamamos la concesión del Canal, sin entender que ha habido una fusión de intereses en el gran capital y el orteguismo”. Ha hecho concesiones a compañías mineras extranjeras; descuida las reservas ecológicas y no se acuerda de los pueblos originarios y campesinos de nuestro Caribe, sino no es con fines electoreros y para reprimirlos cuando se manifiestan en contra del tratado canalero que amenaza con quitarles sus tierras.
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En los aspectos personales, las diferencias están mucho más marcadas que las coincidencias sobre política internacional, entre Evo y Daniel; cualquiera puede constatarlo: Evo está acostumbrado a sentir el calor de masas, a defender sus organizaciones sociales e indígenas, porque él es parte de todas ellas, estuvo durante años al frente de sus luchas sindicales en la calle, a pecho descubierto, desafiando la represión del poder racista y clasista de gobiernos burgueses aliados con los Estados Unidos y su empresas transnacionales dueñas de los recursos naturales y ascendió al poder por el voto de la mayoría de esas masas, sin tener entonces ninguna influencia en el órgano electoral del Estado.
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Daniel, no fue el comandante más destacado del FSLN, no luchó al frente de las masas ni de sus organizaciones en pleno enfrentamiento con las fuerzas represivas de las instituciones de la dictadura; cierto que estuvo preso y arriesgó la vida, pero más que todo en la clandestinidad, sin vivir las experiencias del trabajo de masas, sino solo en acciones individuales sin previo conocimiento de ellas; es decir, a espaldas de las masas. El calor de las masas, siempre le fue ajeno; cuando las tiene cerca, es porque fueron convocadas desde las instituciones del poder; y cuando se dirige a ellas, lo hace desde una tribuna enflorada y lejana, súper protegida por muchos agentes de seguridad, o cuando pasa ante ellas con su caravana de vehículos blindados.
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Quienes no vean ni midan esas diferencias, tanto en los escenarios nacionales e internacionales –sea desde posiciones de izquierda, derecha, centro derecha, centro izquierda o la fingida o inexistente neutralidad—, solo puede ser por tres motivos: interés político, fanatismo político o ignorancia política. No pretendo motivar a nadie a creerme, pero lo digo desde mi interés político de izquierda: Evo es el presidente indígena exitoso, a punto de cometer el grave error de reelegirse por medios jurídicos truculentos; y Daniel, el caudillo autoritario, acostumbrado a reelegirse con todos los métodos jurídicos ilegales y fraudulentos.
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Ruperta y Ruperto:
- No me imagino el sentir de quien el 10 de enero próximo reestrenará su viejo juguete presidencial, institucionalmente resquebrajado, Rupertó….
- Si él es tan insensible ante el derecho ajeno, como la pata de palo de un pirata, Rupertá, lo que podés imaginar… ¡abordando otra vez al Estado como si fuera una nave enemiga llena de oro!
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