9 de diciembre 2016
Dhaka.– Vivimos en un mundo hiperconectado y en veloz evolución, en el que los bienes, el capital y las personas tienen más movilidad que nunca antes en la historia. Pero aunque los países han mostrado voluntad para cooperar en el intercambio de bienes y capital, la comunidad internacional no mostró mucho interés en mejorar la gestión de la movilidad humana.
Después de las persecuciones y los desplazamientos de personas a gran escala de la Segunda Guerra Mundial, la dirigencia internacional tomó una medida audaz al redactar la Convención de 1951 sobre los Refugiados. Por ella, los países renunciaron a una cuota de soberanía nacional (al aceptar el principio de no devolución) a fin de promover la solidaridad global hacia los refugiados.
Pero por otra parte, los gobernantes vieron la migración como algo temporario que admitía mecanismos ad hoc, mediante acuerdos unilaterales o bilaterales cuyo principal objetivo era cubrir necesidades concretas de los mercados laborales en las economías desarrolladas. Visto en retrospectiva, está claro ahora que este modelo no era adecuado para manejar el gran aumento de la movilidad humana que se produjo con la integración económica global y regional.
Refiriéndose a los “trabajadores invitados” en Suiza, el dramaturgo suizo Max Frisch observó cierta vez: “Pedimos trabajadores, vinieron personas”. Lo que el autor quiso decir es que los migrantes no son bienes que puedan exportarse o importarse, y que no deberían ser explotados como si lo fueran. Los migrantes son seres humanos con derechos, y están motivados por una compleja combinación personal de deseos, miedos y obligaciones familiares. Muchos migran en busca de empleo porque quedaron fuera del reparto desigual de ganancias de la globalización y no ven un futuro si se quedan donde están; muchísimos otros han sido desplazados por conflictos o desastres naturales.
Hoy, las migraciones descontroladas amenazan la estabilidad geopolítica, dificultan los controles de fronteras y crean caos en todo el mundo. Los mecanismos actuales para el manejo de las migraciones no han estado a la altura de las necesidades. El mundo necesita un nuevo marco integral de gestión migratoria para hacer frente a todo lo relacionado con la movilidad humana. Tal el objetivo que se ha planteado Bangladesh desde la presidencia del Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo (FMMD) para 2016, que tendrá su novena reunión anual en Dhaka los días 10 al 12 de diciembre.
En 2015, como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para 2030, los líderes mundiales se comprometieron a cooperar en cuestiones migratorias y “garantizar migraciones seguras, ordenadas, regulares y responsables”. Los ODS señalan que los migrantes hacen un aporte positivo al crecimiento inclusivo y al desarrollo sostenible, y ya va siendo hora de que la dirigencia internacional empiece a cumplir sus promesas.
Pero lamentablemente, los gobiernos de todo el mundo están obsesionados con disuadir las migraciones y restringir el movimiento de personas, en vez de crear canales dignos y seguros para la movilidad humana. Como era de prever, esta obsesión con el control repercutió muy poco en los flujos migratorios irregulares, porque se opone a las fuerzas atractivas de los mercados y a la fuerza impulsora de las aspiraciones personales.
Los políticos populistas se han aprovechado de la situación actual, politizando las migraciones y convirtiendo a los migrantes en chivos expiatorios para problemas socioeconómicos como el desempleo, la sobrecarga de los sistemas de bienestar y la pérdida de cohesión social. Pero todavía hay margen para la esperanza. El 19 de septiembre pasado, en la Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre Refugiados y Migrantes, la dirigencia internacional reafirmó los derechos humanos de los migrantes y se comprometió a fortalecer la gestión migratoria mundial. En esa reunión se aprobó por unanimidad la Declaración de Nueva York, con el compromiso fundamental de instituir dos pactos globales: uno, para compartir la responsabilidad en la aceptación de refugiados, y el otro, para garantizar migraciones seguras, ordenadas, regulares y responsables.
El segundo pacto fue una propuesta hecha en abril de 2016 por el gobierno de Bangladesh. Dicho pacto será adoptado en una conferencia intergubernamental en 2018 y ofrece una oportunidad histórica de mejorar la cooperación entre gobiernos y otras partes interesadas en temas migratorios. Construir muros y discriminar a los migrantes o refugiados por motivos de pertenencia étnica o religiosa es contrario a la agenda de los ODS 2030, que busca liberar a las personas de las cadenas de la pobreza, reducir la desigualdad y promover la prosperidad compartida.
La comunidad internacional debe asegurar ahora la promoción de esas grandes aspiraciones por medio de los dos nuevos pactos globales. Para ello, los gobiernos nacionales y las instituciones de gobernanza internacional deben implementar políticas audaces para facilitar y regularizar las migraciones. También deben proteger los derechos de migrantes y refugiados, prevenir la discriminación étnica o religiosa y proveer ayuda de emergencia cuando sea necesaria. Y maximizar el aporte económico de los migrantes a los países de destino y de origen, mediante la reducción de costos financieros y humanos y la integración de los recién llegados al mercado laboral.
Para obtener los mejores resultados, ambos pactos globales deben implementarse en forma coordinada y como partes de un marco de gestión migratoria único. En 2017, los gobiernos comenzarán a negociar los detalles de este marco futuro, que puede incluir: una convención legalmente vinculante; una declaración política de principios de conducta; compromisos operativos con objetivos, metas e indicadores de avance, todo ello combinado con un sólido mecanismo de supervisión.
Estas opciones no deben considerarse mutuamente excluyentes. Si la diplomacia funciona y los acuerdos internacionales se diseñan con esmero, es posible imaginar un resultado similar al del acuerdo climático de París de 2015: compromisos vinculantes en algunas áreas, principios rectores no vinculantes en otras y una promesa de todos los estados miembros de implementar medidas concretas e informar de su avance en forma periódica. Esto ayudaría a garantizar la eficacia.
Como país presidente del FMMD, Bangladesh comunicará las recomendaciones de la cumbre de Dhaka a los negociadores de los países. Impulsaremos que en la conferencia intergubernamental de 2018 se llegue a un acuerdo de la dirigencia política que permita una gran mejora de la gestión migratoria actual. Con cooperación internacional, podemos liberar todo el potencial social y económico de las migraciones, y así dar a los migrantes más seguridad, a las sociedades más armonía y a las economías más prosperidad.
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Traducción: Esteban Flamini
Md. Shahidul Haque es secretario de asuntos exteriores de Bangladesh y presidente en funciones del FMMD 2016.
Copyright: Project Syndicate, 2016.
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