8 de noviembre 2016
Testigos, actores y víctimas a la vez somos de una histórica tragedia: el rescoldo de la que fue una revolución, se transformó así misma en una ópera bufa y al país lo convirtió su teatro de actuaciones. Pasada la farsa electoral de ayer 6 de noviembre 2016, entró a escena el rey Daniel IV (mandato) y su consorte Rosario La Única, la reina de las elucubraciones místicas, religiosas y políticas. Ambos fueron ungidos por su divina voluntad al depositar sus santos votos en un centro de votación y en una urna exclusiva para cada una de sus majestades, limpias e higienizadas de cualquier cosa que oliera a lo popular. O sea, con asepsia total, científicamente comprobado.
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Los actores extras, por siempre sus acompañantes –policías y orejas civiles— hicieron el papel sustituto del pueblo de verdad al momento de su salida del sagrado recinto, aplaudiendo cada palabra que Daniel IV (mandato) de su repetida y cansina homilía escuchada, por ellos escuchada con mucho éxtasis y a veces con místico silencio, durante los últimos diez años de su reinado. Toda su homilía es digna de ser repetida, pero por respeto al público de parte nuestra, la resumimos en una frase de pocas sagradas palabras, refiriéndose a la farsa recién representada en su teatro bufo: son “elecciones inéditas por la paz”. Esta maravillosa frase, le sirvió de título a un vergonzante portavoz digital, bufón del Cosep y del reino, en su edición de ayer lunes.
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Eso es lógico porque si no tenía por quién ni para qué votar, no hice acto de presencia en ninguna junta receptora donde hay “urnas” –¡no precisamente de vidrio!— que han sido previamente “preñadas” desde la noche anterior. Pero, además, esta vez ni siquiera hubo filas, sino gente dispersa y escasa en los centros de votación, como para poder mirarla votar, ni para saber cuántos votarían por tener un empleo público, ni si alguien votaría a los zancudos, ni cuántos votarían nulo o en blanco. Y lejos de allí, estábamos quienes no teníamos por quién votar ni para qué hacerlo. Como pregonaron los medios oficialistas ante tanta desolación, todo transcurrió “sin incidentes, todo en completa paz”, y sin gente suficiente que pudiera haber echado a perder tanta tranquilidad. La falta de votantes nunca ha sido un problema para el orteguismo, mejor dicho, para su aparato electoral, de gran experiencia en esta materia, tanta, que hasta les facilita votar… a quienes ya están al lado “del Señor”.
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No pienso eso por gusto, ni solo por no haber botado mi voto o por ser crítico del orteguismo, sino por experiencia. ¿Cómo puedo saber si por la falta de depuración del padrón electoral, una de mis hijas fallecida en 1998, no la hicieron “votar” otra vez ahora como en las tres “elecciones” anteriores –2001, 2006, 2011— y en las “elecciones” municipales del 2008, siendo que, para estas f echas, su nombre seguía apareciendo en todos los padrones electorales, desde las “elecciones” de 1996? De mi otra hija, fallecida en 2014, no pude saber si nombre está en el padrón utilizado en la farsa electoral de hace dos días, y si también la harían “votar”. Son dudas razonables que seguramente ya se habrán hecho miles de personas con familiares fallecidos y que, de igual modo, sus nombres no han sido depurados del padrón electoral con el mismo avieso fin de hacerlos “votar” por sus candidatos y sus comparsas zancudos.
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El fúnebre tema de “los muertos que votan” ha sido una constante anterior a la dictadura somocista, pero fue durante esta que ese “método” ganador de “elecciones” adquirió preeminencia dentro de las múltiples burlas que el pueblo nicaragüense ha venido sufriendo en toda nuestra historia de parte de los regímenes de oligarcas, de matones armados y políticos traidores con máscaras democráticas y revolucionarias. Antes de los fraudes de Ortega, el último, aunque bastante disimulado por los sectores de la derecha gobernante entonces, fue el de 1996, cuando Alemán “ganó” la presidencia, y cuyo mayor testimonio de ello, lo dieron los cauces y botaderos de basura que se fueron llenados con millares de boletas electorales. ¿Lo recuerdan?
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Por todas esas experiencias, sobre todo por las vividas últimamente, es que la consigna de no “Hay por quién votar” y “Yo no boto mi voto” –quienquiera las hubiese emitido desde la oposición— han sido las consignas políticas con mayor justificación en nuestra realidad política. Estas consignas, se hicieron “virales” entre la población, pese a que los sectores de oposición que las emitieron y divulgaron nunca pudieron logrear su unidad en la acción política, pero sí, fueron y siguen siendo productos de un sentimiento nacional y de toda la oposición. Es un hecho fatal que ya pasó a la historia. Se inicia la etapa de la recolección de experiencias y de asumir la responsabilidad acerca de lo que se debería hacer a partir de ahora y de lo que no deberíamos seguir haciendo, entre otras cosas negativas, mirar demasiado hacia el exterior en busca de padrinos que, por cierto, no merecen confianza. Nuestra realidad nacional nos llama a tener más confianza en la propia actividad junto a los sectores populares.
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En todo caso, a nadie en particular le cabe hacer el papel de oráculo orientador del próximo qué hacer, ahora que se ha consumado otro fraude, aparte de comprobarlo y denunciarlo, claro está. De lo que ahora se trata, es buscar, remozar y priorizar los verdaderos objetivos políticos, las nuevas formas de organizar a la población para enfrentar todo lo que viene con el continuismo: los abusos, las violaciones de derechos y la “novedosa” manera neoliberal de ser gobernados por una dinastía medio pelo. Por supuesto, que tampoco es necesario pensar en que tenemos que inventar objetivos, siendo reales y justos como los que estos han sido expuestos desde hace mucho tiempo, pero han sido silenciados y marginados por las falsas esperanzas depositadas en organismos internacionales históricamente desprestigiados, como la OEA.
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Hace mucho rato ya, ahí está gritando su importancia la lucha, casi en solitario del campesinado, por la derogación de la Ley 840, y por evitar las pérdidas, entre ellas, de la soberanía nacional, concebidas dentro de las concesiones hechas por Ortega a los supuestos constructores de un imaginario canal interoceánico. ¿Qué puede ser cuestionado en esa lucha, cuando en esencia constituye una expresión del mejor sentimiento de patria y de amor a su soberanía que todo pueblo libre es capaz de sentir? ¿Y cuál puede ser el argumento contrario a este objetivo que justifique abandonarlo o que no merezca la unidad de todos los patriotas? ¿Acaso no es mejor luchar por ese objetivo, que actuar a favor de mezquinos intereses políticos o ideológicos de cualquier partido, sea de izquierda o derecha, a menos que se trate de partidos abiertamente apátridas?
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De ninguna manera este objetivo vital para el futuro de la nación desplaza, sino que se asocia, con los objetivos por la democratización de la vida política –ahora bajo renovado secuestro—; el rescate de los derechos políticos, comenzando por una nueva ley electoral, que rescate a su vez la figura de las candidaturas por suscripción popular, antes de pensar en elecciones; por hacer efectiva una libre y veraz información, derecho de la ciudadanía conceptuado en la Constitución Política. En suma, el rescate de lo usurpado por el orteguismo en materia de derechos, sin dejar de lado –aunque sea un objetivo de no inmediato alcance — el castigo y la prevención con el procesamiento judicial de quienes se han enriquecido ilegalmente, utilizando los mecanismos y los privilegios del poder. Son demasiados los objetivos que son necesarios tener presentes en los planes políticos futuros, como para detallarlo todos. Pero lo malo sería dejarlos al margen por temores o por dudas.
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Todo temor es natural, pero superable. Cualquier duda también es natural y necesaria cuando se duda con honestidad y con el fin de encontrar la verdad; de lo contrario, cuando la duda se alega como un pretexto, es necesario combatirla como se combate cualquiera de los obstáculos de todo proceso cívico por la justicia social y por la liberación nacional de las ataduras económicas y políticas internas y externas. No asistimos ante ninguna etapa final de nuestros problemas con la culminación de este fraude, sino al principio de otra etapa de lucha, en condiciones siempre difíciles, pero también ante un adversario debilitado políticamente por su descomposición natural, y susceptible de ser debilitado aún más por la actividad consciente que deberá crecer de ahora en adelante si se actuara con patriotismo y honestidad.
Ruperta y Ruperto
- Hoy es el día final del carnaval gringo, Rupertó…
- Gane la Clinton o el Trump, Rupertá, quienes juegan con el futuro de USA no son las elecciones, sino los dueños de ese carnaval, amos también del complejo industrial-militar…
- Lo que no cambiará nadie, Rupertó, será una de sus feas realidades sociales: teniendo solo el 5% de la población mundial, ese país consume el 80% de todas las drogas producidas en el mundo, y donde mueren 180 personas cada día por drogadicción…
- Con porcentajes similares, Rupertá, sus millonarios acumulan la droga que los locos… ¡las riquezas del mundo!
- La potencial elección de un presidente comoTrump, Rupertó, podría decir iguales o peores caballadas que Ronald Reagan…
- Yo recuero, Rupertá, que cuando la escritora norteamericana Margaret Randall visitó Cuba, Reagan la acusó de que en sus libros atentaba contra la seguridad nacional de su país, y dio otra contundente prueba de ello: que en la isla la escritora… ¡“tuvo un encuentro con Rubén Darío”!
Cronología imperial:
1989.- El 20 de diciembre, 26 mil soldados de las unidades élites de la 82 división aerotransportada del ejército de los Estados Unidos, invadieron la república de Panamá. Una de las más grandes atrocidades cometidas por las tropas invasoras, fue haber incendiado el barrio popular El Chorrillo, donde masacraron a miles de ciudadanos panameños. Ahora, después de transcurridos 25 años, la gente de ese barrio, es un bastión de la lucha popular y patriótica antiimperialista del hermano país-puente del istmo centroamericano.
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