3 de noviembre 2016
Después de las cuestionadas elecciones del seis de noviembre, y en el contexto del diálogo político que ya inició el comandante Ortega con la Organización de Estados Americanos, OEA, el ex embajador de Nicaragua en Washington, Arturo Cruz, espera que el gobierno promueva reformas políticas sobre el sistema electoral que le devuelvan legitimidad democrática y credibilidad. Su expectativa no está fundada en datos empíricos o información privilegiada, sino más bien en una advertencia: si estos cambios democráticos no ocurren, el presidente Ortega enfrentará ¨muchísimas dificultades¨ que perjudicarán sus propios logros y al país.
En una entrevista en el programa televisivo Esta Semana, conversamos con el historiador y catedrático de INCAE, sobre el futuro de las relaciones entre Nicaragua y Estados Unidos en el probable escenario de una victoria de Hillary Clinton, y sobre los dilemas que ya enfrenta el régimen de Ortega en torno a la sucesión democrática del poder.
El resultado más probable de las elecciones en Estados Unidos es una victoria de la candidata demócrata Hillary Clinton, exsecretaria de Estado. ¿Qué se puede esperar de sus prioridades hacia América Latina?
Yo creo que Hillary Clinton va a tener una política exterior, para un demócrata, bastante militante en muchos aspectos, y en el contexto de la región el tema de la democracia representativa, la democracia liberal, va a ser un tema importante.
Muchos alega que Hillary cuando fue Secretaria de Estado era una representante de la doctrina Bush en su versión más benigna. En su momento, Bush argumentaba de que la manera de afianzar la estabilidad en el mundo es por medio de regímenes democráticos, y que eso le permitía conciliar intereses geopolíticos con los valores estadounidenses, y en ese contexto, justificó mucho de su expansión y de su política, que algunos consideraban demasiado militante en la utilidad de la fuerza militar. Obviamente, Hillary no cae en ese extremo, pero es una versión moderada.
¿La agenda Clinton o ¨Nica Act¨?
En el caso específico de Nicaragua, Hillary Clinton era la Secretaria de Estado cuando Estados Unidos aplicó sanciones económicas y suspendió la Cuenta del Milenio después del fraude electoral municipal en 2,008, lo cual establece un precedente sobre la relación entre democracia y las obligaciones del gobierno de Nicaragua.
Y además del tema de la Cuenta del milenio, yo siempre he enfatizado la posición que tomó en enero de 2012, cuando advirtió que Estados Unidos tendría una política de escrutinio agresivo en cuanto a los desembolsos de los organismos multilaterales referente a los préstamos de Nicaragua. Ahora mucha gente insiste en el ¨Nica Act¨, y obviamente tenemos toda la razón de insistir en este proyecto de ley que yo personalmente creo que caduca con este Congreso, pero que de alguna manera va a ser revivido en el próximo Congreso. El argumento es que no necesitas de un proyecto de ley de esa naturaleza para que los Estados Unidos pueda tener una política, en la práctica, que tenga que ver con ese escrutinio agresivo del que hablaba Clinton.
Es decir, sin que existiera una iniciativa como Nica Act, la Secretaria de Estado propuso usar las facultades del Ejecutivo, e incluso promovió el waiver de la transparencia presupuestaria de Nicaragua.
Inclusive, parte del arreglo fue, para que se preservase el waiver (dispensa) de la propiedad, que era el trascendental para Nicaragua, que de alguna manera, en vez de aplicar ese waiver, que se aplicara el waiver de la transparencia cuyas consecuencias no tenían la magnitud del waiver de la propiedad. El argumento de muchos en Estados Unidos es -mire, usted por golpear al presidente Ortega, va a golpear el país-. Entonces, de alguna manera en la discusión al interior del establishment de política exterior del gobierno norteamericano se encontró esa fórmula de --OK, demos este golpe, que tiene magnitudes simbólicas, y no procedamos con lo otro, que obviamente hubiese sido un factor de desestabilización de la economía nicaragüense--.
Bajo una presidencia de Hillary Clinton, ese proyecto de Nica Act se relanzaría en 2017 en otro contexto político, es decir con una presidencia más sensible a este tipo de temas.
Sin duda, obviamente, (dependerá) también la manera en que se redacta este proyecto de ley. Si se redacta de tal suerte que emocionalmente satisface a los que quisieran ver a nuestro gobierno desaparecer de un día para otro, no va a tener posibilidades, porque Estados Unidos es un país de consensos y, definitivamente, si quieres que los demócratas en la Cámara y en el Senado, o algunos republicanos acompañen este proyecto de ley tiene que ser hecho de tal suerte que no desestabilice al país, y ese es el equilibrio que van a tener que construir los que creen que este proyecto de ley debe pasar.
Sin embargo, este es un proyecto de ley que no va a pasar de manera expedita, yo lo veo pasando por todo el procedimiento, y definitivamente con un lenguaje mucho más diluido del que vimos, del que hemos visto actualmente. Ahora, también puede decir Hillary Clinton, --no necesitan ese proyecto de ley, denme a mí la discreción para actuar de voluntad propia--.
Elecciones, OEA y legitimidad
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha sido un defensor militante de la Carta Democrática, al grado de que hace pocos meses el propio embajador de Nicaragua ante la OEA exigía su renuncia. De manera que este diálogo político de la OEA con Ortega que tiene noventa días de plazo para analizar un proceso electoral sin transparencia ni competencia a la luz de la Carta Democrática, puede llegar al 20 enero sin acuerdo, y la OEA emitiría un pronunciamiento cuestionando los incumplimientos del gobierno. ¿Puede este afectar la legitimidad de la reelección de Ortega?
Obviamente es un escenario no se puede descartar. Pero también lo puedes ver de otra manera, que el resultado de esta negociación lleve a darle espacio al próximo quinquenio, en el sentido de decir: -bien, descontemos esta elección del 2016, pero de cara al futuro nosotros quisiéramos ver una serie de reformas que le den credibilidad a la liturgia electoral de cara a las elecciones municipales y a las presidenciales-.
Si realmente en esa negociación surge una suerte de consenso en este tema, yo creo que en ese momento el gobierno del presidente Ortega compró cinco años de legitimidad de sus resultados inmediatos; si por otro lado, de esos diálogos no sale algo en ese esquema, y no se cumple con lo que sale de ese esquema, yo sí creo que tendría muchísimas dificultades.
Tu premisa es que el presidente Ortega cerró el espacio político, ilegalizó a la oposición, calificó de sinvergüenzas a los observadores internacionales y prohibió la observación electoral, ¿para volver a abrir el espacio político después, o estos son pasos irreversibles?
No, yo objetivamente creo que si eso no se vuelve a poner en la mesa, de cara al futuro, obviamente la administración Clinton, suponiendo que ellos son los que lleguen, les complicaría esa relación. Tenemos que reconocer que después de insultar al Secretario General, ahora tener una relación, independientemente de que es privada, aparentemente fluida y cercana, demuestra una gran flexibilidad. --Así como un momento dado cerré espacio, en otro momento puedo abrir espacio--.
Pero mi punto es este: ya no va a ser suficiente de cara al futuro decir: -aquí el tema del narcotráfico está bien administrado, el tema de la seguridad ciudadana está bien administrado, el tema de inmigrantes está bien administrado, el tema de mi macroeconomía estable está bien administrado, aquí yo tengo apoyo ante la gente-. El punto central va a ser lo que obviamente para todos resulta fundamental en el siglo XXI, la legitimidad de origen, que solo te la puede dar el sufragio universal.
El clima de negocios y el cierre del espacio político
El cierre del espacio político ya está teniendo un impacto al generar incertidumbre en el clima de negocios. Los empresarios están atentos a las tendencias económicas para los próximos dos años, hay preocupación por precios menos favorables en los productos de exportación, y por la caída del presupuesto paralelo de la cooperación venezolana, pero ahora hay un nuevo elemento relacionado con el deterioro de la imagen del país, ¿esa incertidumbre puede tener un impacto económico?
Obviamente el presupuesto paralelo se ve mermado por la situación de Venezuela; tenés el tema con la incertidumbre en la economía mundial; tenés los dos grandes motores de crecimiento, China y los Estados Unidos con complejidades propias, eso definitivamente puede incidir en el precio en estas exportaciones y también puede incidir obviamente en la fluidez de los flujos de inversión extranjera. Desde ese punto de vista es indispensable reconocer que en la mediación entre Estado y sociedad, la distribución del presupuesto se va a volver mucho más difícil para cualquier gobierno, incluyendo el del presidente Ortega.
Nuestro PIB per cápita sigue siendo modesto, se ha duplicado en términos nominales, y ya la expectativa de la gente es cada vez mayor, ya no podés satisfacer solamente con láminas de zinc, o sea, ya las exigencias son otras. Entonces, es indiscutible que tomando en cuenta de que la efectividad del gobierno, que hasta ahora ha sido evidente, ya no va a ser tan evidente. De ahí vienen los temas de legalidad y legitimidad, y por eso es que muchos, sobre todo en Estados Unidos se sorprenden con el agregado de acciones que se tomaron a partir de junio de este año, que en vez de revestir la situación con legalidad y legitimidad, la pusieron en tela de duda, de tal manera que fue tan grande la reacción que yo creo que esto ha traído de una serie de medidas, como por ejemplo la negociación con la OEA, porque objetivamente la inversión extranjera, sigue fluyendo, sobre la base de decisiones tomadas anteriormente, de cara al futuro. ¿Qué es lo que están viendo los inversionistas, y los nacionales también? ¿Qué ocurre con este tema político y con la relación con Washington a partir ya de abril, mayo de 2017?
El sector privado sigue operando ante el gobierno bajo ese esquema de alianza económica o de una relación corporativista. Por ejemplo, se acaba de aprobar la ley de Asociación Público Privada, una ley necesaria para promover las inversiones, pero cuestionada por su falta de constitucionalidad. ¿Cómo ves el rol del sector privado? ¿Es un rol reactivo, están esperando a ver qué hace el gobierno, si se enrumba hacia reformas políticas, o puede el sector privado jugar un rol como actor político democrático?
Los empresarios tienen un gran temor de que los avances se pierdan. El talón de Aquiles de Nicaragua a lo largo de su historia ha sido precisamente la incapacidad de darle sostenibilidad política a los avances económicos, de tal suerte que cuando vos ves el PIB por habitante de Nicaragua en dólares del 2010, del 77, eran tres mil dólares, y hoy ni siquiera llegamos a dos mil. Entonces, el sector privado vive con ese temor y quiere conservar sus activos.
Ese temor definitivamente los lleva, muchas veces, a tomar ciertas medidas de orden político, pero siempre cautelosas, y en ese contexto yo sí creo que ellos serían los primeros en aplaudir de que de este diálogo con la OEA salga algo constructivo y una agenda concreta que permita darle viabilidad política al próximo quinquenio, facilitando sucesiones de gobierno transparentes y creíbles en 2,021. Pero creo que hasta ahí van a llegar, me parece que ellos todavía tienen un trauma de haber actuado con una visibilidad política muy fuerte en los ochentas y de haber perdido en ese proceso.
Los dilemas de la sucesión del poder
En tu trabajo como historiador, has estudiado diferentes momentos de la historia de Nicaragua en los cuales la falta de mecanismos democráticos de sucesión y alternabilidad en el poder han sido causas de crisis prolongadas. El comandante Ortega ha colocado ahora en la línea de sucesión a su esposa, Rosario Murillo como la heredera del poder. ¿Está ofreciendo una salida al dilema de la sucesión, o lo podría complicar más?
Es una salida si el marco en el que se dan esas elecciones, cuando corresponda ese momento, es aceptado por la comunidad internacional y por la comunidad nacional. En otras palabras, la sociedad nicaragüense y la sociedad externa dice: --estamos conformes con la credibilidad de este proceso--. Si eso ocurre, entonces vas a haber tenido una sucesión exitosa; si esa sucesión se da en un proceso deficiente, entonces vamos a entrar en situaciones muy difíciles.
Pero la premisa hasta ahora es que el régimen no tolera, no permite la competencia, como está ocurriendo en las elecciones del seis de noviembre.
Por eso es que todo este ejercicio es a partir, insisto, del próximo año, pero a partir de ese momento tienen que empezarse a dar una serie de iniciativas que conduzcan a esa conclusión feliz, puede ser que la conclusión no sea tan feliz. Ahora, mirá que paradoja, si lo que ocurrió en junio no hubiese pasado, nada de esto estaría ocurriendo, porque ya la comunidad internacional había aceptado el proceso tal como estaba, pero el desplazamiento de los diputados, todo eso contribuyó a que ahora tengamos una discusión, vía la OEA, que puede ser interesante en sus resultados.
¿Estamos hablando otra vez de Nicaragua como un país en el cual se estaría proyectando un modelo político de un régimen de partido hegemónico, como en su momento lo fue el PRI de México?
Sí, pero ya con una apertura hacia los futuros PAN (Partido de Acción Nacioal de México). Estoy claro que obviamente yo estoy queriendo dar el escenario óptimo. Ese es un escenario que yo quisiera ver para mi país, porque yo quiero ver finalmente un desenlace suave para toda esta situación. Hay una expresión en inglés, el aterrizaje suave, yo no quiero un aterrizaje duro, porque definitivamente también los aterrizajes duros no nos han llevado a nada especial.
Pero cuando el liderazgo está aferrado al poder y todas las señales que está proyectando es que no está dispuesto a jugar por las reglas democráticas, o mejor dicho, para irse por las buenas ¿qué pasa?
Bueno, eso será el tema el próximo quinquenio y vamos a estar discutiendo si ese escenario se está dando o no, porque obviamente, si no es así, tenés lo de siempre, una crisis de sucesión fatal. Y, básicamente, perdemos todos, pierde el país, pierden los gobernantes, pierde la oposición. Entonces, aprendamos de 200 años de historia compleja. Yo siempre he dicho que en América Latina uno de los grandes desafíos, no es solamente saber gobernar, es también saberse ir. Inclusive, si te sabes ir, no te vas.