1 de noviembre 2016
Tanto aquí, como en sus habituales actividades en el exterior, líderes opositores hacen comentarios acerca de las habilidades políticas de Daniel Ortega, atribuyéndoles capacidad de engañar a una pobre OEA, y a su ingenuo secretario general. Entre los oficialistas, surgen opiniones por encargo, propagando la idea que la anunciada presencia de la OEA-Almagro como invitados a ver “las elecciones” y a promover el “diálogo”, es por un justo reconocimiento internacional a la actuación democrática del caudillo y de su aparato electoral. Una misma falacia con múltiples aristas, entre las cuales las habilidades políticas de Ortega, no son las determinantes.
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En las opiniones de ambos sectores se han esfumado las motivaciones reales y de fondo existentes para desconfiar de la OEA y de las habilidades políticas de Daniel, aunque esas motivaciones siguen presentes en la realidad nacional, determinando las actitudes políticas de los protagonistas del desmontaje de la poca institucionalidad que aún sobrevivía. Esos criterios y actitudes carecen de independencia política y de autonomía ideológica respecto a los modelos extranjeros de unos y ante los patronos políticos de otros. Y, más que todo, carecen del manejo de la “razón crítica”. O sea, que esos políticos solo piensan supeditados a orientaciones y decisiones de voluntades extranjeras, o tienen intereses materiales que defender, defendiendo al gobierno.
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Si se aplicaran esos “requisitos” –independencia política ideológica y la crítica— por comunes que parezcan, se explicaría más justamente y con mayor claridad cada uno de los fenómenos políticos. Porque, para ello, se requiere remontarse a sus causas y, partiendo desde sus orígenes, seguirlos en su proceso de desarrollo y en sus contradicciones, hasta llegar a verlos en su estado actual y poder advertir sus tendencias. Ver y hablar del orteguismo, por ejemplo, solamente en su etapa actual –autoritario, abusivo, represivo y con ambiciones de permanencia en el poder con nepotismo de signos dinásticos— es un auto engaño y tan falso como suele ser el argumento de los fanatizados partidarios del orteguismo.
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Para conocer el comportamiento de un auto engañado y de un fanático orteguista –que es otra forma de estar engañado— vasta ver que son incapaces de utilizar la crítica; es decir, no pueden ejercer un análisis crítico, ni de tratar ser justo con la realidad –no para quedar bien con o para agradar a alguien— porque fingen desconocer la raíz y el proceso de la descomposición del poder político económico de Ortega y la de los miembros de su grupo, de los cuales algo reciben. Y entre tanto, los líderes de oposición protagonizan una paradoja: por un lado, insisten denunciar la corrupción y el autoritarismo de Ortega, tanto, que se ha vuelto un lugar común; y por el otro lado, no actúan en consecuencia, ejerciendo oposición con unidad, cohesión y coherencia frente a Ortega, sino dispersos, con ausencia de organización, con debilidades políticas y tímidos en la acción de masas.
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En cuanto a los fieles al orteguismo y los indiferentes, pese a que todos los abusos del gobierno están a simple vista ante quien quiera verlos, son de los peores ciegos, porque no quieren ni les conviene ver. Con estos, no hay nada qué hacer. Porque, ¿desde cuándo aquí se habla, y quién no conoce en qué consistió, qué consecuencias tuvo, y quiénes se enriquecieron con la piñata con los bienes públicos? ¿Acaso son desconocidos los miembros de la cúpula del poder que –por ese abuso— en la práctica y desde ese momento comenzaron una actividad contrarrevolucionaria? ¿Quién desconoce el método torcido del pacto Ortega-Alemán para que el primero recuperara el poder y desde allí ampliara su riqueza, y el segundo obtuviera la gracia de la impunidad por sus actos de corrupción?
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¿Quién desconoce que los principales preceptos democráticos de la Constitución Política nacida de la revolución en 1987 y las reformas del 95, han venido siendo demolidos por Daniel Ortega sin ningún escrúpulo, al extremo de dejarla vacío de contenido y rellenada con conceptos retorcidos y consignas, todo orientado a facilitar su absolutismo y su continuismo en el poder? Por el lado de la oposición, ¿acaso sus líderes desconocen la historia de las injerencias y las intervenciones de los Estados Unidos en América Latina (sin incluir las que abarcan a toda la bolita del mundo) y la utilización de su instrumento político-diplomático de la Unión Panamericana, y luego relevada en sus funciones por la Organización de Estados Americanos, desde 1948, como para que confíen en que por su medio vendrá las soluciones de nuestros problemas?
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También fingen ignorar la función desempeñada por la OEA para complacer a los Estados Unidos, expulsando a Cuba de su “sistema” y haciéndose “la sueca” durante más de medio siglo de agresiones y de bloque económico. ¿Y qué papel desempeñó la OEA durante la ejecución y apadrinamiento norteamericano de golpes de Estado, en complicidad con militares asesinos? Nunca le pareció mal a la OEA ninguna de las intervenciones armadas contra la República Dominicana, Granada y Panamá, solo para mencionar las de últimas cosechas? Con la fingida ignorancia de los hechos históricos, opositores de varios matices –incluso del naranja— alimentan su confianza en la OEA, y se han convertido en fieles “romeros” hacia el santuario de Washington.
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Si no se comenzara por dar respuestas sinceras a estas interrogantes, no se podría comprender su política complaciente con el gran capital, por la cuales recibe elogios del FMI y otras fuentes de “crédito” internacionales. Por ello, la Nica-Act y las bravuconadas de representantes y congresistas, son la otra cara de la moneda que los gringos tiran al aire en este rejuego hipócrita, del que la OEA y Almagro tienen que participar. Por todo lo dicho –y lo no dicho, pero bien conocido— es que líderes opositores y politólogos mediáticos se auto consuelan con hablar de confianzas y desconfianzas, y se sabrosean hablando de las “intimidades” y los “giros” de la política gringa sobre Nicaragua. Peor aún: objetivamente caen en tolerancia y en complicidad con la delincuencia política cuando fingen amnesia respecto a nuestra historia. Siendo omiso con la historia, y complaciente con quienes les conviene omitirla para esconder sus responsabilidades, es tener cierto grado de complicidad con el orteguismo.
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Existe en este juego político una especie de “colaboradores necesarios”, a los que no es posible acusar como cómplices, pero sí, se les puede aplicar esta frase común en lo judicial. Les llaman encuestadores de opinión. En cierta forma, operan como agentes publicitarios y, como dirigen empresas privadas, funcionan con el objetivo de obtener beneficios económicos. No hay cómo separar su actividad de esos objetivos, y si eso no fuera cierto, dejarían de ser empresas. Y por ser empresas, se desempeñan con la psicología y a los principios empresariales del mercado. ¿Recuerda usted aquello de que “el cliente siempre tiene la razón”? Pues quien encarga una encuesta, de cualquier clase, no deja de ser un cliente, y por el agrado que le provoca el buen resultado de su inversión, será también un cliente asiduo y satisfecho.
Ruperta y Ruperto
- En Venezuela se ha utilizado violencia callejera, matado a líderes chavistas, puesto seis meses de plazo, y ultimátum con una media huelga, en busca de sacar a Maduro, pero cero hit, cero carreras y muchos errores, Rupertó…
- Tal vez ahora que van al diálogo podrían sacarlo, Rupertá… ¡si lo acusaran de tener muy grueso el bigote!
- Esa oposición ya no haya qué hacer, Rupertó...
- Y seguirá haciendo de todo, Rupertá, porque a la maquinaria de sus patronos… ¡le hace falta petróleo!
- Creo que también le hace falta la razón, Rupertó…
- Si alguna vez tuvieron, ya la perdieron, Rupertá, porque al mismo tiempo que han hecho de todo para que Maduro se vaya… ¡también lo acusaron de “abandono del cargo”!
- No aprenden de la cordura que reina en Nicaragua, Rupertó; pues mientras allá dialogarán bajo la égida papal, aquí se prepara un diálogo… ¡bajo la divinidad OEAL!
Cronología imperial (*)
1983.- El 25 de octubre, tropas norteamericanas invadieron a la pequeña Granada, con el pretexto de proteger las vidas de sus ciudadanos en esa isla tras el golpe de Estado que había derrocado a Maurice Bishop. A pesar de la impopularidad del nuevo gobierno, los invasores enfrentaron una resistencia inesperada de parte de los granadinos y de los constructores cubanos del nuevo aeropuerto internacional de la isla. La invasión fue condenada por países aliados occidentales, incluso el Reino Unido.
(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.
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