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"Ortega perfecciona modelo de control total"

Presidente del Diálogo Interamericano: “cálida relación” del sector privado con gobierno autoritario que se prepara para un “período turbulento”

En Nicaragua hay otros poderes fácticos internos que también ejercer presión frente a la autocracia implantada por Daniel Ortega

Arlen Cerda

8 de septiembre 2016

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El “pacto de no agresión mutua” que ha establecido el gobierno del comandante Daniel Ortega con el sector privado es parte de una meticulosa estrategia que ha favorecido el poder absoluto del mandatario, según Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano en Washington

En su artículo más reciente para Foreign Policy, titulado “¿Esta Nicaragua convirtiéndose en una ‘House of Cards’ (serie televisiva de Netflix) de la vida real?”, Shifter afirma que esta relación —bautizada por el gobierno y empresarios como “consenso”— ha permitido al mandatario acallar a un sector potencialmente vigoroso de la oposición.

El sector privado, encabezado por el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), se ha erigido como el único interlocutor del gobierno, en un país donde el caudillo del gobernante Frente Sandinista controla todos los poderes del estado y ha sepultado el pluralismo político. Sin embargo, Shifter señala que esa “cálida relación” se ha construido “bajo el entendido de que no se meterán en política, y en correspondencia, Ortega les dejará hacer sus negocios con poca interferencia y mínimos impuestos”.

A juicio de Shifter ese modelo “corporativista” del gobierno de Ortega distingue a Nicaragua de sus vecinos centroamericanos, donde precisa que las relaciones entre el gobierno y el sector privado son frecuentemente menos estructuradas y armoniosas.


A principios de junio, un fallo judicial arrebató la representación legal del Partido Liberal Independiente (PLI) al grupo liderado por el exdiputado Eduardo Montealegre. El Cosep afirmó  que la decisión judicial “debilita la democracia representativa, el pluralismo político y la división de poderes” y reclamó que “resulta imperioso y urgente que nos propongamos y dispongamos a la brevedad a establecer las condiciones mínimas para fortalecer la institucionalidad democrática de nuestro país”.

Sin embargo, Shifter estima que a pesar de estar “silenciosamente nerviosos ante la posibilidad de que el cierre de espacios políticos ejecutado por Ortega desmotive a los inversionistas extranjeros”, en el Cosep “se ven reacios a afectar el acuerdo que tienen con el gobierno”.

“Improbable” resistencia internacional

El presidente de Diálogo Interamericano opina que la búsqueda de Ortega “por el control político absoluto se ha vuelto más desnuda y evidente que nunca”, pero considera “improbable” que Ortega encuentre mucha resistencia a nivel internacional.

“A diferencia de los 80, cuando Nicaragua era un punto de atención en la Guerra Fría, esta nación centroamericana de seis millones de personas difícilmente figura en la agenda política de Washington. El foco de la política hacia América Latina reside en la implacable crisis de Venezuela, y los severos problemas de seguridad y gobernanza en los vecinos del norte de Nicaragua - Guatemala, Honduras, y El Salvador”, compara.

A juicio del director del influyente centro de pensamiento, especializado en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, “las declaraciones de preocupación por parte del Departamento de Estado de Estados Unidos, y los gobiernos de Costa Rica y México, ante la expulsión de los opositores de la Asamblea Nacional, no tendrán mucho efecto” y estima que tampoco lo tendrá el documento que prepara la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos”.

“El arreglo funcional que Ortega construyó con el sector privado, sumado al respetable desempeño económico del país y sus esfuerzos de desarrollo social, llevan a los observadores a hacer considerables concesiones al caudillo en lo que se refiere a la democracia”, añade.

Shifter no pasa por alto que “desde hace mucho tiempo, es difícil negar el carácter autoritario del gobierno, pero ha sido ‘suave’ en contraste a, digamos, el dominio con mano de hierro de Hugo Chávez en Venezuela, o la represión generalizada de eras pasadas”.

Además, critica que “algunos observadores cínicos, dentro y fuera de Nicaragua” justifican el “¿por qué aplicar los estándares de la democracia liberal y representativa a una nación que, dada su historia, parece condenada a algún tipo de dominio autoritario?”.

Shifter no se atreve a precisar que podría pasar en Nicaragua tras las elecciones del seis de noviembre, pero advierte que debido a las “más descaradas avanzadas de poder”, la pareja presidencial “deberá ejercer control total” en el país.

“Paradójicamente, Ortega parece haber perfeccionado el gobierno dinástico del somocismo que alguna vez derrocó”, analiza.

“¿Son demasiado estas últimas movidas en una serie de acciones antidemocráticas?”, pregunta. A su juicio, eso “no parece posible” y subraya que el caudillo del FSLN es más reconocido por su “astucia política, y no por sus inclinaciones democráticas”.

Shifter argumenta que durante una década y media, después de la derrota electoral de 1990, Ortega construyó “metódicamente” las condiciones para su regreso al poder, y una vez de regreso, “empleó una variedad de estrategias para acumular poder y perpetuarse en él”.

Tras diez años en el poder, y en busca de un tercer período consecutivo, Shifter valora que Ortega probablemente se ha preparado para un período “turbulento”.

“Ortega —añade Shifter— parece estar tratando de prevenir problemas que concebiblemente podrían socavar su mandato, o eventualmente, el de Murillo”.

“Un gobierno tan notablemente personalista tiene significativas vulnerabilidades inherentes”, advierte. Sin embargo concluye que a Ortega “sería un error subestimarlo”.


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Arlen Cerda

Arlen Cerda

Periodista. Desde 2003 ha trabajado en medios tradicionales y digitales.

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