17 de agosto 2016
El cierre de los espacios políticos en Nicaragua y la falta de garantías en el actual proceso electoral, que reclama la oposición, continúan provocando reacciones a nivel mundial. Tres diarios estadounidenses: The Washigton Post, Miami Herald y Boston Globe han sido las tribunas más recientes para duras críticas contra las acciones del comandante Daniel Ortega, quien en unos comicios sin observación electoral independiente y sin la competencia de la oposición, busca un tercer período consecutivo en el poder, y lo hace junto a su esposa Rosario Murillo como candidata a vicepresidenta.
El periodista y académico Stephen Kinzer, investigador del Instituto Watson para Estudios Internacionales de la Universidad Brown, afirmó este miércoles en un artículo titulado “Dinastías peligrosas”, del Boston Globe, que Nicaragua experimenta "un gigantesco paso hacia atrás" y lamenta que "una vez más, se está cayendo bajo el poder de una sola familia".
Según Kinzer, la dinastía "más sangrienta y duradera" en el hemisferio occidental fue la de los Somoza. “Sorprendentemente —o tal vez predeciblemente— está ocurriendo una vez más en Nicaragua”, subraya el académico, para quien el nombramiento de Murillo “es un deprimente punto de referencia para América Latina, y una señal de que la región no ha logrado superar sus excesos políticos barrocos”.
Murillo “hizo un cálculo político glacial”
Kinzer considera que la actual primera dama y vocera del gobierno nicaragüense “hizo un cálculo político glacial, hace casi veinte años”, y recuerda que en 1998, su hija Zoilamérica Nárvaez reveló que Ortega (su padrastro), había abusado sexualmente de ella desde los once hasta los veinte años.
“Esto presentó una dura elección a su madre. (Murillo) podría haber tomado partido por su hija y denunciar a Ortega, que probablemente habría destruido su carrera política. La alternativa era rechazar los cargos, que evidentemente ella sabía que eran verdad, y llamar a su hija una mentirosa. Un camino la habría llevado hasta el final de su vida pública. El otro, la haría poderosa. Ella decidió apoyar al torturador de su hija, en lugar de su hija. Desde el principio, ella ha tenido una carta alta para jugar. Si su marido —se casaron en 2005— la desafía o la traiciona, ella lo puede arruinar, al declarar que él es un violador de niños, después de todo”, escribe Kinzer.
Ortega, “epítome” de Somoza
El investigador estadounidense opina que “gran parte del atractivo” del caudillo del Frente Sandinista se basa en que el enemigo de la revolución de la que fue él parte a finales de los setenta, era un régimen dinástico y corrupto. Sin embargo, alerta que "Ortega es ahora un epítome de aquello contra lo que alguna vez se rebeló".
“Podría parecer extraño, incluso para los estándares de realismo mágico de las dictaduras de América Latina, que un líder que llegó al poder por deponer una dinastía odiada, ahora trata de establecer una dinastía propia”, analiza.
Kinzer cree que el "sentido" de este vuelvo histórico es la misma "cultura política deformada de Nicaragua”. En aquellos años, jóvenes como Ortega, dice, solo tenían a la dinastía de los Somoza como modelo político. “Lo odiaron, pero era la realidad política dominante", afirma.
El académico, sin embargo, advierte que de la misma manera los regímenes dinásticos solo pueden terminar con una derrota sangrienta, porque su naturaleza es anular cualquier oportunidad de un cambio pacífico. “A medida de se intensifica la represión, las coaliciones pueden partirse repentinamente, a veces de forma violenta”, asegura sobre cómo el régimen de Ortega consolidó su apoyo con la entrega de regalos y el apoyo de la élite económica.
“La muerte de la democracia en la Nicaragua de Ortega”
En otro artículo igual de crítico, publicado el domingo pasado en el diario Miami Herald, el exembajador de Estados Unidos en Nicaragua, Robert Callahan, cuestionó la “débil respuesta” que el gobierno de su país ha tenido sobre Ortega ante un conjunto de arbitrariedades recientes, que reseñó bajo el título “La muerte de la democracia en la Nicaragua de Ortega”.
Callahan estuvo al frente de la misión diplomática estadounidense en Managua entre agosto de 2008 y julio de 2011, en un período de tensas relaciones con el gobierno de Ortega, tras el fraude electoral en los comicios municipales de 2008 y la sentencia judicial que despejó el camino para la reelección de Ortega, en contra de disposiciones constitucionales.
Las críticas del entonces embajador provocaron que incluso turbas lideradas por el Frente Sandinista se apostaran con piedras, garrotes, morteros y huevos frente a las instalaciones de la embajada, en noviembre de 2010. En otra ocasión, el embajador también fue sitiado en las instalaciones de una universidad.
En su artículo, Callahan se pregunta "por cuánto tiempo Ortega puede salirse con la suya" y cuestiona "qué es lo que va a hacer Estados Unidos". A su juicio, hasta ahora la respuesta de su país ha sido insuficiente y cree que aquellos nicaragüenses que esperan el apoyo de Estados Unidos sobre estos temas, "probablemente serán decepcionados"..
“La situación en Nicaragua empeorará”
"¿Vamos a pronunciar unas palabras de desaprobación y, después de un intervalo decoroso, seguir adelante con el negocio de la diplomacia bilateral? Después de todo, Nicaragua es un mal lugar pequeño, de poca importancia geopolítica. Tenemos muchas otras exigencias de nuestro tiempo y esfuerzos. ¿Por qué molestarse?", ironiza.
Callahan cita cómo un fallo judicial para cambiar la representación legal del Partido Liberal Independiente le permitió a Ortega excluir de la contienda a la opositora Coalición Nacional por la Democracia. Además, menciona cómo Ortega sepultó la observación electoral nacional e internacional indepdendiente, y cómo también 28 diputados opositores fueron destituidos de sus escaños en la Asamblea Nacional.
Según el exdiplomático, también el nombramiento de Murillo es "otra indicación de que Ortega quiere establecer una dinastía de la familia, al igual que sus antiguos enemigos, los Somoza, habían hecho".
Callahan tampoco pasa por alto la expulsión de tres funcionarios estadounidenses a finales de junio pasado ni la "compra y mordaza" de la mayoría de los medios de comunicación.
"Aunque los Estados Unidos condenó públicamente la exclusión de la oposición política, nuestra embajada en Managua, más o menos al mismo tiempo era el anfitrión de una conferencia sobre el desarrollo económico", reclama.
Callahan concluye su artículo adviertiendo que "si no actuamos ahora, la situación en Nicaragua sólo empeorará. Mucho peor".
The Washington Post: Ortega hace una farsa
El diario The Washington Post también publicó hace unos días un editorial titulado: "El presidente de Nicaragua hace una farsa de la democracia", en el cual afirmaba que Ortega repite una receta de nepotismo en América Latina y repasa los pasos de la dinastía somocista.
"La conducta del régimen de Ortega este año ha sido sorprendentemente desdeñosa de las normas democráticas", critica el diario estadounidense, quien también cuestiona "la leve oposición verbal de Washington".