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“Jason Bourne” lucha por encontrar su razón de ser

Damon es un virtuoso de la acción. Estoico y muscular, su Jason Bourne es una máquina diseñada para sobrevivir sin delatar sentimientos.

Matt Damon como Jason Bourne, en la reciente entrega de la franquicia. Foto|Cortesía

Juan Carlos Ampié

14 de agosto 2016

AA
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“Jason Bourne”
Dirección: Paul Greengrass
Duración: 2 horas, 3 minutos aprox
Clasificación: * * * (Buena, recomendada con ciertas reservas)

 

Matt Damon regresa sorpresivamente como el agente Jason Bourne. Le acompaña Paul Greengrass, su director en las mejores entregas de la franquicia, “The Bourne Supremacy” (2004) y “The Bourne Ultimatum” (2007). La pregunta es si casi 10 años después de su última aparición, “Jason Bourne” puede mantenerse pertinente a nuestro tiempo.

Desde la última vez que lo vimos, Bourne se ha mantenido “fuera de la red” en Grecia, haciendo dinero como peleador ilegal. Nicky Parsons (Julia Stiles), su vieja aliada, lo invoca para entregarle una pieza de su pasado. Trabajando para un hacker renegado, Nicky descubre información sobre la muerte de su padre. Accidentalmente, lo pone en la mira de la CIA. El comando dispuesto a exterminarlo incluye al jefe Robert Dewey (Tommy Lee Jones), la agente de terrorismo cibernético Heather Lee (Alicia Vikander), y un mercenario anónimo y letal (Vincent Cassel). Bourne no quiere saber nada, pero una tragedia inesperada lo empuja a actuar.


Greengrass, trabajando el guión con Christopher Rouse, lucha por actualizar al personaje, introduciendo elementos dramáticos arrancados de los noticieros. Nicky funciona como una versión femenina de Edward Snowden; los disturbios de la crisis griega se convierten en escenario para una electrizante persecución. En una trama secundaria, el magnate cibernético Aaron Kallor (Riz Ahmed) se prepara para lanzar una nueva revisión de su red social, secretamente conectada a los intereses de la CIA. La privacidad de la información personal es invocada como un valor que debe ser protegido. Los particulares del software quedan vagos, en contraste a los gráficos utilizados para convertir el acto de rastrear y robar información en algo visualmente emocionante. Cualquier hacker que vea la película creerá que es una comedia.

A pesar de los flashbacks que reconstruyen el origen del protagonista, el principal eje dramático tiene que ver con una sorda lucha de poder a lo interno de la CIA, trazada a lo largo de líneas generacionales. Dewey representa a la vieja guardia, presta a matar para cerrar proyectos fallidos. Lee es la nueva generación, dispuesta a todo para tomar las riendas. Bourne se convierte en un simple catalizador del conflicto. Jones siempre es interesante, aun cuando actua en piloto automático. Vikander, fresca después de ganar un Óscar como Actriz de Reparto por “La Chica Danesa” (Tom Hooper, 2015), no puede darle dimensiones a un personaje opaco. Una de las grandes virtudes de la franquicia “Bourne” ha sido su capacidad de enrolar a actores sustanciales, y permitirles crear ricas caracterizaciones dentro de los confines de la trama. Jones y Vikander no son la sombra de Chris Cooper, Brian Cox, Joan Allen, David Strathairn y la misma Stiles, que en pocas escenas, aquí aporta toda la emoción que el filme necesita para correr por más de dos horas.

Damon es un virtuoso de la acción. Estoico y muscular, su Jason Bourne es una máquina diseñada para sobrevivir sin delatar sentimientos. Apenas habla, pero domina fisicamente cada escena. Greengras es uno de los pocos directores que pueden mantener claridad en su puesta en escena, a la vez que eleva la velocidad de la edición para alcanzar el ritmo acelerado que el público espera. Tome nota de una climática persecución vehicular en Las Vegas, donde cada movimiento de perseguidor y perseguido es cuidadosamente definido. Imagine una de esas carreras de “Rápido y Furioso”, pero sabiendo realmente lo que está pasando.

“Jason Bourne” funciona como máquina que dispensa distracción, pero no encuentra una legítima razón de ser. Mientras veía la película, no podía dejar de pensar que sería más interesante un documental sobre el drama detrás de cámaras. Después que Damon y Greengrass cerraran la trilogía, el estudio rearmó la franquicia alrededor de otro agente, Aaron Cross (Jeremy Renner), en “The Bourne Legacy” (2014). El inesperado regreso deja esa línea narrativa en el aire. En esta nueva película no hay una sola aparición, o mención, de Cross. ¡Pobre Renner! Es como la truncada trilogía de “Spider Man”, descartando a Andrew Garfield y Emma Stone. Actores y espectadores, nadie debe acomodarse mucho en estos proyectos regidos por el afán de conquistar la taquilla. No hay lealtad entre matones.


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