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Todos se están divorciando, ¿qué pasa?

Que se haya vuelto masivo y hasta normal, no lo hace menos doloroso. Trabajemos en evitar que nuestra relación llegue a este punto de ruptura

Billie Grace Ward | Flickr.com | Creative Commons

Ana Salgado

3 de agosto 2016

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En 1950, sólo 1 de cada 4 parejas terminaba en divorcio. Hoy en día, 1 de cada 2. Ha habido un incremento vertiginoso en la tasa de divorcios desde mitades hasta finales del siglo pasado, pero desde entonces (mediados de los 1990’s), las cosas se han estabilizado. Aparentemente, todos los factores se han dado para que el que tenga ganas de divorciarse, se divorcie. Entre los factores más importantes que han ayudado a que las personas tengan esta libertad, están:

Liberalización de las leyes: especialmente en Nicaragua, es increíblemente sencillo divorciarse. Lo hacés unilateralmente y es un trámite bastante expedito.

Reducción en el estigma social ligado al divorcio: hace 50 años, si te divorciabas eras EL divorciado o LA divorciada, eras señalado socialmente por haber quebrantado el sagrado sacramento del matrimonio y tu moral, honra y buenas costumbres eran seriamente cuestionadas. Hoy en día, en cambio, sos uno más del montón y pocos son los valientes que se atreven juzgarte por que todos estamos en peligro de unirnos a vos en las nefastas estadísticas.

Expectativas poco realistas de satisfacción marital y sexual: nuestros abuelos llegaban al matrimonio esperando de este, lo que vieron en su casa y pensando que el sexo era algo horrible. Con estas expectativas, obvio que un marido “promedio” les parecía aceptable y el sexo, con tal que no fuera “horrible”, era considerado un éxito. Después vino la TV y la Meg Ryan y nos metieron ideas idealizadas -valga la redundancia – en la cabeza y ahora si nuestra pareja no es un marido y amante, literalmente de película, nos sentimos totalmente decepcionadas y hasta timadas.


Mayor independencia económica de las mujeres: en la mayoría de los casos, son las mujeres las que se quedan con los hijos (aunque, para ser justas, también con la casa). Si una mujer depende 100% de un esposo proveedor para su sobrevivencia económica y la de sus hijos, le será muchísimo más difícil tomar la decisión de separarse que a una mujer que es independiente económicamente de su pareja y no tiene que lidiar con el factor miedo que la incertidumbre económica genera.

Reducción de la influencia de la religión organizada: lo cual implica que los sacerdotes y demás líderes religiosos ya no son los únicos consejeros con respecto a las decisiones que las personas toman. Actualmente, cada vez más han sido reemplazados por psicólogos, terapeutas de pareja y demás consejeros laicos.

Que se haya vuelto masivo y hasta normal, no lo hace menos doloroso. Por eso hay que intentar evitar que la relación llegue a tal punto de ruptura.


Consulte el blog de la autora. 

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Ana Salgado

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