19 de julio 2016
Henry Ruiz, hace un mea culpa. 37 años después del triunfo de la revolución sandinista que puso en efervescencia a toda una región, Ruíz —uno de los nueve comandantes que condujeron Nicaragua en los ochenta— confiesa que el FSLN se apresuró y no supo manejar el poder que conquistó, después de encabezar una gran alianza nacional.
El exministro de planificación y cooperación externa alude a las confiscaciones de propiedades, más allá de los bienes de Somoza y sus allegados, que generaron rechazo en un momento en que más bien necesitaban "alianzas". No se queda ahí. El “Comandante Modesto” admite que el servicio militar obligatorio debilitó mortalmente al FSLN y los dejó, incluso, sin sus más fervientes seguidores. “La guerra necesita gente joven”, afirma, pero "los frentes de batalla terminaron votando en contra de nosotros".
En entrevista con Esta Noche, Ruiz sostiene que la revolución terminó en 1990 y explica que en el país los auténticos herederos del sandinismo hoy son los campesinos que defienden “la soberanía y la integridad territorial”. Habla sobre la posibilidad de que la primera dama, Rosario Murillo, sea vicepresidenta de Nicaragua. Y en relación a las elecciones del seis de noviembre, cuestionadas en su credibilidad, es tajante y llama a la abstención para "descalificar el proceso" y continuar la lucha. "Es la única forma de evitar un conflicto armado", dice.
El triunfo de la revolución en 1979 significó una ruptura política en Nicaragua, pero vemos, casi cuarenta años después, que los viejos lazos del poder político y económico se mantuvieron y se han fortalecido, ¿por qué fracasó en esto la revolución?
Para colocar una dimensión, fueron 10 años y por más que queramos encontrarle las virtudes que supuestamente instalaría ese proceso, es difícil que en ese arco temporal encontremos rangos definitivos de la historia. Segundo, que creo que no supimos conducir el poder, fuimos muy buenos haciendo la organización de la guerra, dándole a la naturaleza política militar y al mando político militar suficiente capacidad para encontrar la forma de insurreccionar al pueblo.
Los que estábamos ahí sabíamos que era como una eclosión militar con la que se iba a destruir toda la columna vertebral del poder, no era Somoza nada más, para nosotros era Somoza y el sistema, íbamos en contra de todo.
¿Y cómo se tuvo que haber dado esa administración del poder a la que hace referencia?
Como estamos a 37 años esto es ya un componente reflexivo, me da la impresión que íbamos muy apresurados, ahora a mí me parece que la confiscación a los bienes de Somoza y sus allegados, tuvo el aval internacional, la OEA (Organización de los Estados Americanos) incluso autorizó que era correcto lo que estaban haciendo los luchadores contra Somoza y por lo tanto se legitimaba la confiscación de todos los bienes y capital que tenía Somoza.
En ese momento uno no sabe lo que tiene, porque es mucho el rumor y otro cosa es el texto de la propiedad y cuando lo examinamos eso era suficiente para organizar lo que se llegó a llamar “Área propiedad del pueblo”, después comenzamos que queríamos más, que queríamos esto, comenzamos a unir propiedades que no estaban en ese decreto y comenzó a afectarse a la gente y comenzó el disgusto.
Más todavía se comenzó a provocar una reacción rápida de lo que es el legítimo enemigo de la revolución, que son los factores de clase, y el enemigo militar que habíamos destruido no fue totalmente eliminado y se comenzó también a organizar.
Con la presencia de (Ronald) Reagan en el poder esos elementos necesitaban otro tipo de administración, tal vez buscando más alianzas (…) Esto es la reflexión que me dan los años.
Dentro de esa reflexión que hacés 37 años después ¿cuál es tu opinión ahora del servicio militar obligatorio? ¿Fue necesario? ¿Valió la pena?
Yo voté en positivo a la solicitud de Humberto Ortega, de introducir el servicio militar patriótico que vaya decirse obligatorio, entre otras cosas por los informes que brindaba de los planes militares que se hacían anualmente y la cantidad de gente que se necesitaba para alimentar las filas del Ejército.
Hay que recordar que la guerra necesita gente joven, la guerra no se alimenta de los viejitos. Eso lo dicen los textos y quienes anduvimos en eso te das cuenta que ahora yo iría donde fui, pero soy de los que opinan que una causa no se defiende compulsivamente.
Opino como Fidel Castro en su momento las causas se defienden con voluntad, con militancia, etc. Y nosotros lo que hicimos fue compulsar, sacar gente que a lo mejor simpatizaban o no simpatizaban y nos la llevábamos y eso fue creando un resentimiento malo.
Yo sé que cuando perdimos, hay madres que tenían las simpatías completas a la revolución y que se lamentaron ir a votar en contra porque pensaban que la presunción nuestra, de los organizadores de esa campaña, pensábamos que íbamos a ganar con un 70 por ciento (...) Los cuadros mismos terminaron oyendo, si tenemos garantizada la victoria para qué nos vamos a molestar con tanto trabajo.
Los frentes de batalla terminaron votando en contra de nosotros. Creo yo que ese fue un factor decisivo para doblarle el brazo al poder revolucionario.
Ahora vemos un proceso bastante interesante, Daniel Ortega se convirtió en la figura que se apoderó prácticamente del Frente Sandinista, ¿cómo se da ese proceso?
A mí me parece que el colapso del poder está en el 90 y aquí podemos tener diferencias. Daniel Ortega por ejemplo decía que lo que perdimos en el 90 no era el poder, sino el Gobierno. Esta es una mentalidad aparatista, es decir que no habíamos perdido el poder, porque estaba el Ejército y la Policía de nuestro lado.
Pero allá quien había ganado era un proyecto político que iba a tratar de hacer las transformaciones de acuerdo a ese proyecto político, y por lo tanto iba a tratar que la Policía y el Ejército no fueran militantes.
Yo era de los que sostuve que nosotros habíamos perdido el poder y que habíamos recibido una derrota estratégica y por tanto mi propuesta fue que regresáramos al territorio, fuéramos al trabajo, hiciéramos un trabajo de autocrítica y crítica para encontrar dónde estaban los factores que nos debilitaron tanto.
No se decidió eso. Se decidió centralizarse. Era necesario que esa Dirección (Nacional) reconociera que había desacertado, que había perdido estratégicamente el timón de comando y eso no lo quiso hacer y eso lastró en muchas cosas, por ejemplo, los comandantes salieron y todos se dispersaron. Aquí solo nos quedamos algunos. Trabajando, haciendo el trabajo político, el reclutamiento, etc., etc. Nos dividimos después el país en regiones.
No se puede ver claramente si esa ambición de poder está desde la primera semilla, muchas cosas que estuvieron en manos de Daniel nosotros voluntariamente lo hicimos, no nos pusimos a pelear. Visto en la perspectiva de cómo se fue encaramando, con mentiras, con todas las trampas que hace un político tradicional, sí debo decir que él escondía un enorme ambición.
Cualquiera diría que Humberto Ortega que ha escrito que la historia la hizo él, desde el Big Bang hasta nuestros días, sin embargo no tuvo la codicia de poder. Él quería estar solo en el mando, quería estar solo en el Ejército pero el Gobierno de doña Violeta, que era un gobierno de coalición nacional no quería que siguiera, entonces lo destituyen. Ahí quedó. El otro no, el otro tiene continuidad.
Ese 30, 40 por ciento que se le adjudica al comandante Ortega de apoyo del electorado, ¿es por la figura de él como o es por cierta nostalgia de lo que fue la revolución?
Yo no sé si en realidad ese 40 por ciento de apoyo es sandinista. Yo no apuesto ya por eso. Habemos sandinistas, pero por ver lo que hace el Frente de Daniel, ahí no hay escuela, ahí no hay un relato que diga la lucha revolucionaria fue de esta manera, los problemas fueron de esta manera, se solucionaron de esta manera, ahí no hay un estratega que le diga al joven vale la pena respaldar el sandinismo y curiosamente, en la actualidad hay muchos estudios sobre Sandino, sobre la lucha sandinista, que bien valdrían una cátedra en las universidades para entender aquella epopeya en la que nosotros nos basamos, pero ese partido no tiene las herramientas para decir de que es sandinista.
Es Danielismo y es una especie de cómo se llenan los partidos tradicionales.
Y qué pasó con el sandinismo en Nicaragua, ¿sigue vigente?
Algunos portamos ideas. Algunos sin querer están afiliados a ese sandinismo original, los campesinos, que están en La Fonseca están defendiendo la soberanía y la integridad territorial, porque una ley de despropósitos nacionales y soberanos como es la 840, producto de este que se llama revolucionario y sandinista, está en la Constitución con la escala de la institución y ese hecho nos hace recordar nuestra militancia anterior.
Entonces ¿qué estamos celebrando ahora? Son 37 años de esta gesta y el Gobierno dice que esta es la segunda etapa de la revolución.
Revolución no hay. No hay. Qué es la economía política de este período, no es la misma economía neoliberal, además, con algo que no tuvieron los otros gobiernos, los de los famosos 16 años, que fue la alianza con el gran capital, tanto el internacional como el nacional.
Eso es una sola macolla y la política expresión de la economía. Tienen una relación casi biunívoca históricamente ambas actividades. Es del neoliberalismo de lo peor, es extractivista.
¿Cómo voy a pensar yo que ese es revolucionario? Además el enriquecimiento ilícito de toda esta gente. Voy a poner como ejemplo la deuda externa. Han escondido que esa deuda es pública para el usufructo privado. Porque cuando se firmó el convenio entre el presidente Hugo Chávez Frías él era presidente de Venezuela y lo firma con Daniel Ortega Saavedra, presidente de Nicaragua. Dos personas naturales, o dos personas jurídicas. Ninguno podía decir, el petróleo es mío, te lo regalo y el otro muchas gracias me lo echo, pero el otro se lo echó a la bolsa.
Hay rumores que dicen que el presidente Ortega podría nombrar como su vicepresidenta a la primera dama Rosario Murillo, ¿crees que el presidente estaría dispuesto a ceder tanto poder al nombrarla a ella?
Yo me hago una pregunta de otra manera, ¿qué le agregaría de utilidad a Daniel Ortega hacer a la compañera Rosario su vicepresidenta? La Rosario Murillo funciona como un Primer Ministro, por eso es que la ven haciendo todo lo que hace, porque el otro es un presidente que vive acostado.
Quien gobierna es Rosario Murillo, funciona como un Primer Ministro. Rosario Murillo, queda como vicepresidenta sin funciones y él como presidente y qué pasa con el que va a coordinar gabinete y el que hace las cosas que están haciendo la Rosario Murillo, que yo creo que las lo hace bien, comienza un choque innecesario.
La otra posibilidad es que efectivamente Daniel esté enfermo y que tiene los días contados. Entonces la sucesión sí califica que la Rosario sea la sucesora del poder.
¿Hay alguna esperanza de cambio en el país?
Yo no la veo ahorita.
Las elecciones son una herramienta esencial. El voto es un derecho, no es compulsivo y obligatorio (...) pero también es derecho el abstenerse.
La gran consigna debería ser la abstención para descalificar ya totalmente el proceso y tener un activo político para continuar la lucha, porque si dejamos continuar acumulándose estas contradicciones que todos los días se van a volver más potentes, podemos llegar al lugar al que no debemos llegar nunca más que es la lucha armada.