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Dependiendo de cómo se defina la línea de pobreza, serán los resultados de las mediciones

El aumento de nicaragüenses en edad de trabajar contribuye a disminuir la pobreza. En las zonas rurales, la dependencia en el hogar aún es alta. Confidencial | Carlos Herrera

Iván Olivares

18 de julio 2016

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Pobreza. Hambre. Desnutrición. Desánimo. Pesadumbre. Incapacidad para pensar con claridad y salir adelante. Tristeza al ver a los tuyos con hambre. Indignación por no poder proveer para los tuyos. Tristeza al sentir que Dios te abandonó.

Más que un dato estadístico manejado por los expertos, la pobreza es un flagelo que viola los derechos humanos y condena a una parte de la población a vivir en un permanente círculo vicioso del que cuesta mucho escapar… a menos que el Estado juegue sus cartas de forma inteligente y sea capaz de ‘rescatar’ a muchos.

La pobreza es “por supuesto, un estado angustioso. Un estado de zozobra, un estado depresivo también en la gente, en las personas”, señala el economista y académico Rómulo Sánchez al ofrecer una definición sobre el estado material y anímico en que vive cerca del 40% de los habitantes del país.

El que no puede alimentarse con propiedad “tiene riesgo de desnutrición, y eso afecta su rendimiento laboral, su capacidad de desarrollarse en el campo intelectual. Hay niños que no desayunan, y se ha demostrado que tienen menos rendimiento en el aprendizaje”, explica la Dra. Adelaida Roiz, Jefa de Nutrición del Hospital Bautista.


Una alimentación deficiente puede llevar a padecer anemia, y “la persona que es anémica tiene fatiga, dolores de cabeza constante, se deprime fácilmente, tiene cambios en el humor”, amplía la también presidenta de la Asociación Nicaragüense de Nutricionistas y Dietistas, (Annudi).

La dra Roiz advierte que el consumo de calorías debe referirse a alimentos que verdaderamente tengan un contenido nutricional. ¨Dos mil ciento cincuenta calorías, yo las tengo que garantizar en el consumo diario nutricional, pero garantizando el balance nutricional de nutrientes. Tiene que haber alimentos de todos los grupos, porque 2,000 calorías es fácil llenarlas, solo con ron y con bebidas gaseosas, con comida chatarra¨, explicó.

Sánchez detalla la existencia de un ‘círculo vicioso de la pobreza’, en el que “un pobre no tiene derecho, no tiene capacidad de estudiar, no tiene capacidad de ser productivo, no rinde tan bien, no influye en el comportamiento de la economía, etc.”.

A su juicio, los niveles de escolaridad y educación son claves para escapar de ese ‘círculo vicioso’, y los pobres con escasa escolaridad y educación no tienen forma de escapar porque “sus bajos niveles de calificación les impide, los excluye totalmente del tejido social”.

“Es un concepto escurridizo, pero puede presentarse fundamentalmente como carencia de progreso social. Para otros es carencia de ingreso, que da como resultado carencia de consumo. La pobreza es falencia de muchas cosas que son básicas para la sobrevivencia humana. Insisto en que es un concepto relativo, porque entre los pobres hay unos que son más pobres que otros”, ilustró.

Definiendo la pobreza

“Hay distintas modalidades para medir la pobreza: por el ingreso, por el consumo, por las necesidades básicas insatisfechas. Si a alguien le faltan las necesidades básicas, será una persona en condiciones de pobreza. Si no tiene ingresos para obtener lo básico para mantener su estado alimentario, tener acceso a salud, educación, transporte… si no tiene cómo satisfacer esas necesidades básicas, está en situación de pobreza”, sentencia Sánchez.

Su colega Juan Sebastián Chamorro, director ejecutivo de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), explica que la pobreza extrema “se define como un estado en el cual uno tiene dificultades para poder sobrevivir de manera física”.

Dado lo difícil que es medir ese ‘estado’, los expertos se pusieron de acuerdo en definirlo como el consumo promedio de calorías por día, que requiere una persona para ‘funcionar’.
“Por eso la importancia de la definición del mínimo de 2,280 calorías que utilizan las encuestas, donde se define que debajo de esta línea la persona no puede funcionar físicamente de manera normal. Eso puede estar en detrimento de su estado de salud, y llevarle a complicaciones de riesgo incluso para su vida”, señala Chamorro.

Arriba de la línea de pobreza extrema está la de ‘pobreza general’, en la que se incluye la adquisición de otros bienes materiales mínimos necesarios para tener una vida ‘digna’.

El director de Funides explica que esta definición puede variar “dependiendo de los niveles culturales de consumo de cada sociedad”, pero que generalmente se define la pobreza extrema “como una situación crítica para poder sobrevivir humanamente”, y la pobreza general como la capacidad de adquirir una canasta de consumo socialmente aceptada como “suficiente”, para definir si se es uno de los miembros más pobres de la sociedad, o si se está encima de esta línea de pobreza.

¿Por qué tan distintas?

En octubre del año pasado, las autoridades del Banco Mundial y del Banco Central de Nicaragua, presentaron y respaldaron los resultados de la Encuesta de Medición del Nivel de Vida (EMNV 2014), elaborada por el gubernamental Instituto Nicaragüense de Información de Desarrollo (Inide).

Los resultados de la encuesta indican que la pobreza general disminuyó en 12.9 puntos porcentuales, al pasar del 42.5% en que se encontraba en 2009, a 29.6% en 2014. La pobreza extrema por su parte, habría pasado de 14.6% en 2009, a 8.3% en 2014, lo que representaría un descenso de 6.3 puntos porcentuales.

Ninguno de esos saltos tiene precedentes en el ámbito local, y resultaron difíciles de entender para los expertos independientes que los analizaron.

Ocho meses después, la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global, (Fideg), presentaba los resultados de su propia encuesta, según la cual, en realidad el 39.0% de los ciudadanos vivía en condiciones de pobreza general, mientras el 7.6% malvivía en condiciones de pobreza extrema.

Hay una diferencia de 9.4 puntos porcentuales entre ambos ejercicios estadísticos, y los expertos parecen decantarse a favor de los resultados del Fideg, en nombre de la constancia: mientras esta última encuesta ha mostrado ligeras variaciones de un año a otro, la del Inide reflejó un salto de 14.6 puntos porcentuales en el transcurrir de cinco años.

La diferencia parece estar en el hecho que, mientras la encuesta del Fideg considera ‘pobres’ a los ciudadanos que presentan un consumo promedio anual de 25,110 córdobas, la del Inide incluye en esa categoría únicamente a los que consumen menos de 17,011 córdobas por persona por año.

El resultado lógico es que hay menos gente que consume 17,011 córdobas, que la que consume 25,110 córdobas al año.

Juan Sebastián Chamorro, de Funides, explica que “si definimos C$25,000 como línea de pobreza, resulta una población pobre del 39%. Si la definimos en C$17,000, hay solo 29% de hogares bajo la línea de pobreza. Dependiendo de cómo se defina la línea serán los resultados. No se trata de una manipulación, sino de a qué línea vas a creerle: a la de 17,000 que está más asociada a lo que el Banco Mundial reporta en otros países, o la de 25,000 del Fideg, que utiliza en mi opinión, datos más acertados sobre el costo de los alimentos y de la canasta”.

[destacado título="Mejor educación y empleos de calidad"]

Alrededor de dos millones de nicaragüenses son pobres, o sea que apenas pueden comprar lo básico para comer, lavar su ropa, sus trastes, comprar leña, pagar el bus, comprar pasta de dientes y acceder a una mudada, aunque sea usada.

Esa circunstancia es un contrasentido en un país con tanta riqueza natural, ¿pero cómo se erradica la pobreza?

“Se hace con educación, con oportunidades de empleo, se hace tecnificando más la economía, dándole mayor valor agregado, y haciendo que la gente que tiene salarios relativamente bajos, al aumentar su productividad puedan llegar a percibir ingresos anuales de 60,000 córdobas por lo menos”, explica Juan Sebastián Chamorro.

La duración de esa tarea “depende de las políticas públicas que se implementen. Si la gente tiene un nivel de educación muy bajo, se hará más complicado que si tuvieran un nivel de educación alto, y lo que les faltara fueran oportunidades de empleo”, añadió.

A su juicio, más allá de creerle o no a un número (de las encuestas) en particular, “la gran reflexión que sacan estos estudios es que la mayoría de gente está alrededor de ese nivel de pobreza, y eso es un factor de riesgo que hay que ir trabajando”, sin olvidar que entre 30% y 40% del país está en condición de vulnerabilidad, lo que significa que corren el riesgo de volver a ser pobres.

El profesor universitario y economista Rómulo Sánchez observa que el país ha crecido en los últimos años, “pero el crecimiento económico no es todo. Está bien que la economía crezca. Lo que tenemos que ver es que ese crecimiento sea inclusivo, y el crecimiento económico no es inclusivo ni es propobre por sí solo”, recordó.

“Se hace propobre, se hace inclusivo, mediante políticas inteligentes que beneficien a la gente que no está participando de manera directa de los beneficios del crecimiento. Se debe democratizar el crecimiento económico mediante políticas sociales, políticas de subsidio, y políticas de transferencias condicionadas, como las que han rendido buenos éxitos en México, Chile o Brasil, focalizando la atención en quienes verdaderamente la necesitan”, recomendó.

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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