9 de julio 2016
Con un discurso de veinte minutos en el que no hizo referencia alguna a las elecciones presidenciales de noviembre, pero sí elogió la supuesta paz y estabilidad en la que vive el país, el comandante Daniel Ortega inauguró este viernes por la tarde la actividad oficial que todos los años conmemora El Repliegue Táctico a Masaya, una gesta histórica en la que ni él ni su esposa, la primera dama Rosario Murillo, participaron hace 37 años.
Ortega arribó a la llamada “Plaza de las Victorias” en su Mercedes Benz color gris a eso de las 4:30 pm, fuertemente custodiado por decenas de policías que corrían junto a su lujoso vehículo. En la zona lo esperaban miles de simpatizantes del Frente Sandinista ataviados con gorras rojinegras y camisetas recién hechas que adulaban a su líder o hacían alusión a El Repliegue.
El comandante se hizo acompañar de unas quince personas en tarima, entre ellos los boxeadores Román “El Chocolatito” González y Ricardo Mayorga, quien ha declarado un fuerte interés por ser el próximo alcalde de Managua; Fidel Moreno, secretario general de la comuna capitalina; el diputado oficialista Edwin Castro; y el diputado Gustavo Porras, líder del FNT, entre otros.
Este año tampoco estuvieron presentes algunos de los principales jefes del Frente Interno, como Joaquín Cuadra Lacayo, Mónica Baltodano, Oswaldo Lacayo o Ramón Cabrales. Tampoco participaron los líderes del Movimiento Pueblo Unido Moises Hassan, Julio López, Lea Guido y Glenda Monterrey. Solamente asistieron dos ex guerrilleros y participantes de El Repliegue de 1979: el magistrado del Poder Judicial, Rafael Solís, y el ex jefe de la Fuerza Aérea, Raúl Venerio, además del periodista Pablo Emilio Barreto.
El doble discurso del comandante
Durante su discurso, Ortega elogió la paz y estabilidad en la que vive Nicaragua, pero no hizo mención de la incertudumbre que ha provocado el cierre del espacio político a la oposición y la pérdida de legitimidad del proceso electoral. Tampoco se refirió a las tensiones que han provocado una serie de expulsiones arbitrarias, como la detención de seis ambientalitas en Nueva Guinea, la acusación por “simulación de delito” que introdujo el Estado contra un estudiante mexicano, la intimidación de las autoridades a una académica mexicana asociada al Wilson Center o la expulsión de tres funcionarios norteamericanos.
“Este pueblo enterró para siempre la guerra, la muerte, la inestabilidad y defiende para siempre la paz para todas las familias nicaragüenses (…) Le podemos decir con toda alegría (a los héroes y mártires) que hemos conquistado la paz (…) Ahora estamos unidos todos, yo diría que la inmensa mayoría independientemente de posiciones políticas o ideológicas, luchando por la paz, la estabilidad y la seguridad”, declaró enérgicamente el comandante.
Ortega criticó este viernes a Estados Unidos, país en donde un complejo e histórico conflicto racial dejó un saldo de dos jóvenes negros muertos en manos de policías de raza blanca en los últimos dos días, y luego cinco policías fueron eliminados por un francotirador afroamericano. El comandante aseguró que a pesar de “jactarse de ser un ejemplo de democracia en el mundo”, en este país todavía predomina el racismo. “ (Allí) vemos correr sangre. Vemos inseguridad e inestabilidad provocada por el racismo y por los terroristas que la política hegemónica financió”, declaró.
Lo que no mencionó Ortega, sin embargo, es que el conflicto racial y jurídico también azota a la Costa Atlántica de Nicaragua, lo que ha forzado el éxodo de indígenas miskitos y de su descendencia hacia Honduras, a través del Río Coco. Estas comunidades de ascendencia africana huyen del plomo y la violencia de los “colonos” (mestizos), sin que las autoridades nacionales o el gobierno central atiendan su desesperación. Casi 300 indígenas están viviendo en champas construidas con algunos materiales que donó el gobierno de Juan Orlando Hernández, al enterarse de la presencia de dichos refugiados.
Un atropello histórico
La conmemoración actual de El Repliegue, una de las operaciones militares decisivas para el triunfo de la insurrección de 1979, fue duramente criticada por Moisés Hassan, exmiembro de la Junta Directiva del Gobierno de Reconstrucción Nacional. Para él, la celebración se ha convertido en un “bacanal” al que las personas asisten a bailar y tomar licor, en lugar de rendir homenaje a quienes cayeron en el camino a causa de los bombardeos que desató la Guardia cuando se enteró, tardíamente, de la maniobra militar.
Tanto Moisés Hassan como Enrique Sáenz, diputado del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), hicieron hincapié en el atropello histórico en el que incurrió Ortega, al cambiar la fecha de la conmemoración de El Repliegue, que antes se realizaba el propio 27 de junio, y ahora se hace en los primeros días de julio con una ruta diferente a la original. Año con año, el gobierno también deja sin unidades de transporte colectivo a los pobladores que no participan en el evento y cierra varias calles importantes de Managua, causando el caos vial en la capital.
Al finalizar el acto a eso de las 5:30 pm, Ortega invitó a sus seguidores a marchar. Mientras estos emprendieron el camino que otros recorrieron en secreto hace 37 años a pie, el comandante y candidato presidencial abordó un bus Marcopolo –modelo utilizado para fines turísticos– de dos pisos y con aire acondicionado. El representante del Frente Sandinista iba saludando desde el último piso, escoltado siempre por la Policía Nacional dentro y fuera del bus. A eso de las 8:00 pm, Ortega arribó a Masaya, en donde lo recibieron, entre otros, el futbolista de la selección costarricense y de origen nica, Oscar Duarte con su familia, a quien le continúa prometiendo un estadio para Catarina, su ciudad natal.