25 de junio 2016
Antes no me había involucrado de lleno en la lucha y el activismo en pro de los Derechos Humanos, sobre todo en el caso de los derechos de la comunidad de la diversidad sexual, que, lógicamente, son los mismos derechos del resto de comunidades de nuestra sociedad.
A raíz de la reciente masacre ocurrida en un bar gay de Orlando, Florida, donde murieron 50 personas y otras 53 fueron heridas, sentí que involucrarme no era algo opcional, sino una obligación, sobre todo como homosexual.
El reciente hecho provocó en mí no solo tristeza, sino dolor. Incluso, por un momento, me negué a hablar de la noticia, porque me hacía sentir vulnerable. Luego empecé a reflexionar acerca de cómo podría ser activo en la lucha por nuestros derechos. Sentí que no era suficiente un pronunciamiento a través de las redes sociales, como mucho se acostumbra hoy día.
Decidí que un primer paso sería involucrarme en manifestaciones públicas en las que se denuncien actos de odio en nuestro país, en donde se reclame el cumplimiento de nuestros derechos. La marcha del Orgullo LGBTI, de este próximo martes 28 de junio, sería mi primera misión.
Enseguida pensé en la fortuna de tener una gran red de contactos, incluyendo artistas, comunicadores y figuras influyentes, muchas de ellas personas homosexuales. Les invitaría a la marcha, y a la vez, les pediría que difundieran la convocatoria a través de sus redes sociales, en las que acumulan una considerable cantidad de seguidores.
Me sorprendieron y entristecieron muchas de las respuestas que recibí. Una amiga cercana, cuyo hermano es homosexual, me dijo que me acompañaba desde el corazón. “Involucrarme con locas no es lo mío”, agregó. Pueden más los prejuicios que el amor por hermanos, amigos, pensé.
Un amigo gay no quiso promover la marcha en sus redes. No quería promover “esa cosa”, aseguró. Otros amigos y conocidos, que poseen gran alcance y audiencia, afirmaron tener mucho que publicar en estos días, que no estaban seguros de poder hacerlo, otros dijeron que tal vez y algunos simplemente no contestaron nada.
Pasé de la tristeza al enojo.
No termino de comprender la ironía de separar una y otra causa social, cuando al final, muchas tienen como trasfondo peticiones de justicia, de igualdad, de amor, de un mundo mejor. ¿Por qué resulta más fácil apoyar públicamente otras causas, pero no ésta? Muchos me han dicho “yo apoyo a los gays”, pero a la hora de pedirles un gesto activo de su parte, difundir una invitación a una marcha, o bien ir a la marcha, son muy pocos los que consideran usar la influencia que tienen sobre la gente que les escucha.
No quiero que se malinterprete, me alegra mucho cada vez que veo que comunicadores, artistas, figuras públicas, se suman y abanderan todo tipo de causas nobles. Sin embargo, son muy pocos los que apoyan abiertamente la causa de los derechos de la comunidad LGBT. “Les da miedo ‘quemarse’”, me dijo un amigo. ¿Cómo quemarse? ¿Involucrarse en una causa importante, como es el respeto a la individualidad, es ‘quemarse’? Es confuso para mí.
Me cuesta mucho creer que terminamos ignorando cuestiones importantes, sencillamente por no entrar en conflicto con otra gente. Me cuesta también entender la posición que muchos adoptamos, de ver a nuestros semejantes como “el otro”, para evitar sentir que su problema es mío, nuestro. Condenamos la masacre de Orlando, ¿pero qué pasa con el trabajo que hay que hacer aquí? ¿Ignoramos la violencia que sufren las personas gays, lesbianas, bisexuales y transgénero en nuestro país? ¿Y los valores? ¿Mantener una popularidad y tener la aprobación de algunos es más importante que nuestros valores?
Todos en esta sociedad deberíamos sentirnos con el deber de abogar por el respeto de los derechos humanos de toda la población. Las figuras públicas, creo que aún más, al poseer un privilegio, el de tener una mayor influencia en la sociedad. Termina siendo imperante el reflexionar sobre el poder que tienen de hacer un cambio, en este caso, ¿por qué no apoyar a la comunidad LGBT, esa misma audiencia que brinda su apoyo a cada una de ellas?
Ahora estoy más tranquilo. Me pregunto si escribir sobre esto hace alguna diferencia. ¿Hará que la gente se integre más a esta lucha? ¿Reflexionará alguien? Realmente no lo sé. No puedo tampoco saber qué es lo que cada persona entiende y reflexiona respecto a este tema. Ese silencio, esa falta de congruencia, lo interpreto como miedo. Hay mucho miedo en Nicaragua. Miedo a cómo nos ven los demás. Nos preocupa la desaprobación pública. Hay homofobia interiorizada. Tampoco queremos aceptar que tenemos miedo. Pareciera que los mitos y perjuicios pudieran más que la verdad de la justicia.
Juzgar y enojarme con la gente no ayuda. El miedo es un gigante. Estas son palabras escritas desde el amor. Todo este episodio me ha hecho sentir tantas emociones al mismo tiempo, me ha hecho reflexionar desde varias perspectivas. No puedo medir y sentenciar a los demás; únicamente invitarles a la introspección. ¿Cuántos de nosotros queremos un mundo más justo? ¿Cuántos somos congruentes con nuestros actos y pensamientos? ¿Cuántos estamos dispuestos a involucrarnos? Mucho queda por hacer si habemos quienes no nos atrevemos a difundir en nuestras redes un simple afiche, invitando a una actividad, a la cual, mucho menos iremos por miedo al que dirán.
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El autor es peluquero.
La marcha del Orgullo LGBT será el martes 28 de junio a las 4:00 p.m., en Managua.