Guillermo Rothschuh Villanueva
8 de mayo 2016
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La falta de agua la atribuyen a la tala de bosques, ¿problema irresoluble?
Pintura en el Hotel Casa Museo en Bilwi. Cortesía GRV
Ni siquiera Bilwi escapó a las inclemencias del cambio climático, la ciudad padece los rigores del racionamiento de agua. La disminución del nivel de agua en el río Cuapi, permitió que el agua del mar se internara en su cauce. El agua que reciben en las casas sabe a mar. Llega salada. Sus habitantes --para tomarla-- tienen que comprarla a la firma Monter (Moncada-Tercero) o a los Moravos. Enacal la distribuye a través de los bomberos de manera gratuita. En los restaurantes la compran. Es la primera vez que racionan el agua. El gobierno impulsa un nuevo proyecto de abastecimiento. Van a traerla del río Sisin (Árbol de ceiba, en lengua miskita), dista cuarenta kilómetros de la ciudad. Los trabajos se encuentran adelantados. Los retrasos e inconvenientes se deben a que los dueños de tierras por donde pasa la cañería están pidiendo precios exagerados. Objetan que dicha obra no les beneficia en nada. Más bien sostienen que se quedarán sin agua. Argumento esgrimido por muchos.
La falta de agua la atribuyen a la tala de bosques, ¿problema irresoluble? Los colonos son señalados como los principales --pero no únicos-- causantes del deterioro medioambiental. La escasez de árboles en los alrededores de la ciudad impacta desfavorablemente. Si no se detiene el despale las consecuencias inmediatas serán mayores. Como en el resto del caribe, la pérdida del bosque --para mi vergüenza-- la nombran como chontaleñización. Algunas personas opinan que el fenómeno se ha vuelto irreversible. Creen que ya nada puede hacerse. Incluso afirman que si no se toman las providencias necesarias lo mismo ocurrirá con el Sisin. Si la tala continúa dan como un hecho que el río se secará. La inversión millonaria que se realiza actualmente caería en saco roto. Son partidarios que en las zonas aledañas a los ríos --sobre todo en las inmediaciones del Sisin-- el corte de árboles quede proscrito. Las autoridades deben mostrarse enérgicas. ¿Lo harán?
El Oncelo Martín Jackson de Siuna sigue construyéndose, fue inaugurado el viernes recién pasado en un encuentro que ganó la Costa Caribe a León 6 X 4, mientras en Bilwi la construcción del estadio está paralizada. Su conclusión resulta inexplicable. Los trabajos comenzaron mucho antes que se iniciará la construcción del estadio de Siuna. Con una dotación de fondos suficientes: ¿A qué obedece la parálisis? Una obra de primerísima necesidad en una región que rinde culto al beisbol. Delia Cunningham me explicó que el beisbol en Bilwi es deporte sagrado. Va más allá de las diferencias político-partidarias, me aclaró Margarita Antonio. El beisbol –insistió Margarita-- constituye un factor de unidad, en una región donde las diferencias afloran. Cunningham me gráfico su importancia. En una ocasión las pikineras (así llaman a las vendedoras de langostas, caracol y pepino de mar), estaban en huelga. La gente salió del estadio y las conminó a que la huelga tenía qué acabarse. ¡Y se acabó!
Los taxistas caminan sus radios a todo volumen para escuchar los juegos que participa la Costa Caribe. La 65 Serie del Atlántico (como llamaron todavía a la serie de beisbol recién concluida), debió jugarse en el nuevo estadio. No se explican por qué las autoridades regionales --municipales y regionales-- no terminan su construcción. ¿Será que la próxima serie será nombrada como Serie del Caribe? El periodista Fermín López adelantó que así debe llamarse. Algunas personas aducen que nació como serie del Atlántico y así debería continuar llamándose. Tesis insostenible. Nadie insistió tanto sobre la urgencia de cambiar esta denominación, como lo demandaron los costeños. Mientras tanto el beisbol sigue siendo su mayor pasatiempo. Los costeños no pueden vivir sin el juego de bolas y strikes. ¡El orgullo local salta! Los jugadores de Corn Island se han convertido en estrellas refulgentes. El equipo de Bluefields ha perdido su condición de imbatible. En puerto quieren seguir siendo campeones.
El periodismo en Bilwi --como en el resto del país-- está dividido, un estímulo en la búsqueda de un periodismo ajeno al periodismo oficialista. La mayor aspiración sigue siendo conseguir la unidad gremial. Las siete emisoras existentes (Caribe, Bilwi Estéreo, Juvenil, Beca, Yapti Tasba, Miskut y la Porteñísima), representan distintas opciones político-ideológicas, con excepción de Radio Beca, de filiación evangélica. En el local de Mujeres Creativas, (organización que aglutina a 30 mujeres, se imparten clases de danza, teatro, narrativa, dibujo y pintura), Margarita Antonio ha emprendido la tarea de reunir a personas con diferentes preferencias políticas, para reflexionar sobre lo más conveniente para el presente y futuro de Bilwi. La característica de los grupos de reflexión es la heterogeneidad de los participantes. Eso permite una variedad de visiones y una riqueza de criterios acerca de los problemas más agudos y sus maneras de solucionarlos. Vigores dispersos que deberían aprovecharse.
Dos retos apremiantes, uno vinculado con el tema de la violencia y el otro referido a la calidad educativa, son asumidos sin ambages. Sobre el primero, los políticos son señalados de propiciar la polarización. Temen que la violencia se torne inmanejable. Las pandillas son utilizadas de manera indiscriminada para ejecutar venganzas. Jóvenes y adolescentes --a quienes dan a ingerir licor-- son lanzados contra las personas que denuncian casos de narcotráfico. Aunque el trasiego de drogas ha disminuido, no así su consumo en la ciudad. El trabajo con personas en riesgo resulta insuficiente. Se requiere de acciones sostenidas. En cuanto a la educación, los cambios intempestivos de los delegados del Med resultan alarmantes. Están convencidos que debe actuarse de forma inmediata. Tienen propuestas para enfrentar la baja calidad de la enseñanza. Sus voces deberían escucharse. Apuestan por una auténtica mejoría en la educación impartida en los centros de enseñanza de todos los niveles.
Para mi deleite y confort, Margarita Antonio me hospedó en el Hotel Casa Museo, una estancia apacible llena de cuadros y remembranzas del caribe norte. Espacio cultural en proceso de expansión, lleva catorce años de estar forjándose. Durante mi estadía aprecié una exposición de fotografías alusivas a Bilwi y su historia inmediata. Casas, familias, muelle, el antiguo local de la United Fruit Company, viejos aserraderos, equipos de beisbol, iglesias, parques, etc., formaban parte de la muestra colgada en las paredes. Judith Kain, fundó el hotel con el propósito que sirviera para recrear la cultura e identidad caribeña. Gran parte de la colección de pinturas--96 en total-- se deben a la autoría de su creadora. En la parte de arriba --solo a unos pasos del ingreso al hotel-- se exhibe su cama, fotos familiares y varias fotografías suyas. Igualmente viejas máquinas de coser y expresiones de los bailes locales. Un aporte sustancial para conocer parte de la historia de Bilwi y comunidades aledañas.
Durante mi conversación con Delia -- hija de Judith-- quise provocarla. ¿Cuál es el mejor rondón? ¿El de Bluefields o el de Bilwi? Sin duda el de Bluefields. Saben darle ese olor y color envidiables, respondió. Igual que en la sede de Mujeres Creativas, en el Hotel Casa Museo imparten clases de pintura los sábados a niñas y niños. Beverly Nelson se encarga de iniciarlos en el fascinante mundo del dibujo. En el pasadizo ubicado a la izquierda --comunica con la parte de dos pisos-- están colgadas decenas de pinturas realizadas por ellos. El criterio de Delia sobre la complejidad racial en la región es terminante. Nosotros somos un pueblo con una mixtura de razas. También los colonos que llegaron cincuenta, sesenta años atrás, se han mezclado con negros, sumus, miskitos y garífonas, aclaró. Bilwi y Bluefields son polos opuestos. En Bilwi predominan los miskitos y en Bluefields mestizos y negros. Esas diferencias resultan fácilmente perceptibles. En ambos lugares cada quien impone su origen racial.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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