30 de abril 2016
Por supuesto, el tema obligado de esta semana es el caso de los ya famosos tanques rusos. La noticia, que provino de una agencia internacional y que, en la sin remedio, fue confirmada oficialmente por el ejército, ha causado conmoción y rechazo en amplios sectores de la población. Y con justa razón.
Probablemente estamos ante uno de los mayores errores políticos cometidos por Ortega. En realidad, más que un error político se trata de un verdadero disparate.
Primero que todo, hablar de tanques rusos, despierta evocaciones dolorosas todavía vivas en la mente y en los sentimientos de todos los nicaragüenses, sin distinción.
La primera fibra que toca es el recuerdo de la guerra. Un espectro tal vez dormido en la mente colectiva pero que todavía no está sepultado. Porque los tanques evocan guerra. La guerra con toda su secuela de dolor, destrucción y angustia. Para unos y para otros.
La segunda asociación es Rusia. Que sea precisamente Rusia el país que aparece como proveedor, refuerza el recuerdo de la fatídica confrontación de los años ochenta, donde se nos colocó como peones en el marco de la confrontación global.
Ortega está despertando, él mismo, un funesto episodio de nuestra historia que el pueblo trabajosamente venía dejando en el pasado.
Después está la dimensión internacional, particularmente a nivel centroamericano. En nuestra región también está todavía vivo el espectro de la guerra.
Y esta operación del régimen conlleva el peligro de sembrar temores en nuestros vecinos, alimentar tensiones inútiles y desatar una carrera armamentista en países empobrecidos como los nuestros. Tan necesitados como los nuestros.
Uno se pregunta ¿con qué necesidad?
Después está la dimensión económica. La magnitud de los recursos comprometidos en la compra de armas es cuantiosa. Los medios de comunicación internacionales informaron que la operación se financia con un crédito de 80 millones de dólares. En un país que sufre desempleo, subempleo, bajos salarios, con problemas de educación y de atención hospitalaria, crisis ambiental, sonar en los oídos de la población que el país se está endeudando por semejante suma resulta sencillamente indignante.
Con esa suma de dinero cuántas escuelas podrían construirse o repararse. Cuántos centros de salud. Cuántos programas de crédito para los productores, o pequeños, medianos y micro empresarios. Cuántas mejoras salariales para maestros, policías y soldados.
Que conste No se está hablando de apertrechamiento militar para cuidar los recursos naturales. No estamos hablando de armas útiles para combatir el narcotráfico. O las maras. Estamos hablando de máquinas de guerra. Y no es válido el argumento ofrecido por el ejército de que se trata de renovar equipos. Renovar equipos para qué. Los tanques que tiene el ejército se explicaban en un contexto de guerra. Si ese contexto ya no existe es lógico que ya no se justifica su renovación.
Señores militares, si ese equipo es obsoleto, la guerra también debe ser obsoleta en este país. Y ambos, equipos de guerra, y guerra, deben pasar al basurero de la historia.
La pregunta de los ochenta millones es para qué quiere Ortega los cincuenta tanques de guerra. No es preciso ser experto militar para saber que los tanques son máquina de infantería, para guerra convencional, terrestre. Los tanques ni vuelan ni navegan, así que no sirven para cuidar las fronteras ni espacios marítimos.
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Únicamente pueden ser utilizados en caso de confrontación armada con nuestros vecinos. ¿Acaso Ortega está pensando en algún conflicto bélico con nuestros vecinos? Si es así, deberíamos saberlo para estar alertas.
Si no es así, ¿qué enemigo queda? Ideay…el único posible enemigo que quedaría somos los propios nicaragüenses. ¿Se está preparando Ortega para otra guerra fraticida?