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Bendecidos, prosperados y sin agua

El lado oscuro de todo esto es la falta de una política estatal que vaya más allá de estas acciones de "propaganda rosada"

agua

Una familia de Tisma tiene la esperanza de encontrar agua en un pozo de la localidad. Carlos Herrera | Confidencial.

Gioconda Belli

26 de abril 2016

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A nivel de cambios en la superficie de las cosas, el gobierno de Daniel Ortega se lleva la palma en comparación con gobiernos anteriores: el centro de Managua luce colorido y feliz como un parque de diversiones, el puerto Salvador Allende es muy alegre y bonito, hay plazas ahora tan iluminadas, como la que está detrás del Palacio Nacional donde parece que se filmará una película en la modalidad de “día por noche”, los parques han sido mejorados con juguetes, hay nuevas carreteras, en fin, hay un despliegue vistoso y millonario encaminado a que nos sintamos “prosperados” (palabra inventada e incorrecta. La correcta sería “prósperos” o en todo caso “prosperando”)

Muchos han sido seducidos por este maquillaje brillante y excéntrico y por esta suerte de nueva piñata popular en que se regala zinc, bonos productivos, bonos de graduación, fiestas y donde pareciera que, al fin, un gobierno se muestra sensible a las necesidades de la población en comparación con los anteriores que pregonaban democracia pero “no le daban nada al pueblo”, como dicen algunos.

El lado oscuro de todo esto, lo que angustia, es la falta de una política estatal que vaya más allá de estas acciones que podríamos llamar de “propaganda rosada.” Tenemos un gobierno preocupado, en primer y casi único lugar, por su permanencia en el poder, por ampliar su base votante y por metas partidarias a corto plazo.

Los problemas profundos del país, cuyas consecuencias afectan no sólo a nuestra generación, sino a generaciones por venir, no se abordan a conciencia en este Estado que nos rige y cuya funcionalidad ha sido devastada y enterrada por el clientelismo y la partidización de las instituciones gubernamentales. Pocos son hoy los funcionarios capacitados para hacer su trabajo; la cualidad por la que se les examina no es su eficiencia, sino su pleitesía y obediencia a los dictados del partido. Es así que hemos llegado a una situación límite donde esta falta de políticas públicas de largo plazo, está quedando en evidencia.


La sequía, obviamente, no es culpa de este gobierno. Lo que sí es su culpa es la falta de previsión y de acciones para paliar los efectos de ciclos naturales ya anunciados con pelos y señales por los científicos. Sin un plan nacional de conservación de nuestros bosques y nuestros acuíferos, carecemos de un instrumento de control a futuro que permita contener, por ejemplo, el crecimiento, sin medidas paliativas, de la ganadería, la comercialización depredadora de la madera o la conversión de zonas boscosas en zonas de cultivos que impliquen la posterior desertificación de la tierra. No tenemos un plan nacional para evitar la contaminación de nuestras fuentes de agua. Con cara dura se nos dice que no importa hacer un canal por el Gran Lago de Nicaragua porque éste ya está contaminado. Se gastan fortunas en árboles decorativos de lata y zonas de entretenimiento, pero no se invierte dinero en modernizar los equipos de colectar la basura, que convierte cualquier cauce en depósito malsano de desperdicios y foco de enfermedades. No se ha tratado, más que en una efímera campaña de propaganda, de atacar este problema endémico que cada día se extiende y borra con sus manchas de inmundicia y descuido ciudadano y municipal, cualquier intento de embellecer nuestras ciudades. Da risa pensar lo que se gasta en escanear a los turistas para registrar enfermedades en los aeropuertos, cuando los focos de basura y plagas crecen a la vista y paciencia de todos en los centros urbanos.

Así como se carece de una estrategia para salir de la dependencia productiva, no existe o no se ha revisado ni se aplica la zonificación urbana que impida, por ejemplo, que proliferen repartos y se impermeabilicen los acuíferos más importantes de Managua, y que surjan en zonas residenciales negocios como la chanchera que hace poco instalaron en mi barrio, o los bares, cantinas o templos con parlantes estridentes en barrios con niños, ancianos o trabajadores que necesitan su descanso. Ejemplos desde lo más grande a lo más pequeño, indican que estamos viviendo en un estado de desorden.

Para muestra un botón: se informó recientemente que la Asamblea creará un grupo institucional de apoyo al desarrollo sostenible, pero lo lógico sería que esta comisión funcionara en el Gabinete de Gobierno, donde están, en principio, los gestores y ejecutores de los planes nacionales. En base a políticas de desarrollo del Estado, es que luego se debía recurrir a la Asamblea para que emita las leyes correspondientes. No pueden ser los diputados y diputadas, sin conocimiento a profundidad de las necesidades y problemáticas de cada sector, quienes asuman estas responsabilidades. Este es un claro ejemplo de una acción más que nada de propaganda, una medida retórica que poco puede contribuir a las soluciones necesarias.

Las graves consecuencias de la sequía, la deforestación, la paulatina pérdida de reservas como Bosawás e Indio Maíz, la disminución extrema de las fuentes de agua, la basura incontrolable, la falta de zonificación urbana, la peregrina idea de empeñar nuestro futuro con un canal interoceánico, son señales de peligros ecológicos muy serios que no pueden ocultar ni la propaganda rosada, ni las luces de las arbolatas en las noches de Managua. “Bendecidos y prosperados” nos encaminamos a una previsible catástrofe.


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Gioconda Belli

Gioconda Belli

Poeta y novelista nicaragüense. Ha publicado quince libros de poemas, ocho novelas, dos libros de ensayos, una memoria, y cuatro cuentos para niños. Su primera novela “La mujer habitada” (1988) ha sido traducida a más de catorce idiomas. Ganadora del Premio La Otra Orilla, 2010; Biblioteca Breve, de Seix Barral (España, 2008); Premio Casa de las Américas, en Cuba; Premio Internacional de Poesía Generación del ‘27, en España y Premio Anna Seghers de la Academia de Artes, de Alemania; Premio de Bellas Artes de Francia, 2014. En 2023 obtuvo el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más prestigioso para la poesía en español. Por sus posiciones críticas al Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, fue despatriada y confiscada. Está exiliada en Madrid.

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