6 de abril 2016
Todos aprendimos en la escuela primaria el funcionamiento básico del ciclo del agua o ciclo hidrológico: lluvia, infiltración del agua hacia el subsuelo y alimentación de acuíferos, escorrentía superficial, alimentación de lagos y ríos, evaporación, transpiración, condensación y lluvia nuevamente. Aprendimos también que en la faja del Pacífico y zona Central de Nicaragua, las lluvias usualmente se presentan de mayo a julio, y luego de agosto a noviembre de forma muy regular, con frecuencias e intensidad bastante predecibles. En tanto fenómeno físico natural, este proceso ha sido tradicionalmente fiable y condicionó la conducta humana a la tranquilidad asociada a su cumplimiento, como ley natural que funciona como si fuera la ley de la gravedad, así que sabíamos que “siempre estará allí hagamos lo que hagamos”. Sin embargo, ¿qué pasa cuando percibimos que en tiempos modernos no siempre funciona como de costumbre? Antiguamente, recurríamos a Tlaloc y luego a algún santo sustituto. Hoy vemos que no llueve de acuerdo a los patrones que fuimos condicionados a esperar, y nuestra sociedad se encuentra ante la angustia de no saber cómo interpretar los nuevos signos o qué esperarante dicha situación.
Lo que vivimos hoy es otro ciclo, distinto del ciclo hidrológico natural, se trata del ciclo hidro-ilógico, que es causado por la intervención humana. En este contexto, ante la falta de las lluvias, pasamos de la preocupación a la ansiedad, llegando al pánico en el clímax de la sequía, hasta que se presentan las primeras lluvias que además de agua traen sosiego y esperanza, produciendo a medida que se estabilizan las lluvias una situación generalizada de apatía, ya que para entonces la crisis ha sido superada aunque sea parcialmente. El fantasma de la sequía se efumina y pasa al olvido temporalmente, hasta que poco a poco la falta de agua construye progresivamente un nuevo escenario de preocupación, sin que infortunadamente los discursos retóricos o rogativas trasciendan hacia las acciones que efectivamente mitiguen los daños causados y posibiliten la implementación de un proceso inteligente de adaptación a las veleidades de la variabilidad climática regional y el cambio climático global. Nadie, con la excepción de Tlaloc, puede predecir cuál será el comportamiento del régimen de lluvias en el futuro, si bien el fenómeno del Niño Oscilación Sur ominosamente presagia incertidumbre.
La vulnerabilidad social y económica de nuestro país aumenta en la medida que el fenómeno de la desertificación generalizada producto de deforestación-agricultura no sostenible – ganadería extensiva avanza inexorablemente sobre la geografía nacional, y que observamos como simples expectadores. Contrariamente al contenido de las declaraciones retóricas, la degradación ambiental por el cambio de uso de los suelos en un país cuya vocación forestal es del 70% de su territorio, imposibilita el funcionamiento adecuado del ciclo hidrológico y causa la desaparición de las condiciones naturales básicas para que la humedad se condense en los bosques, se permita la infiltración a las aguas subterráneas y se alimenten ríos y lagos. No resulta posible inducir o permitir los cambios drásticos que rompen el equilibrio en la naturaleza y al mismo tiempo insensatamente confiar que el ciclo del agua seguirá funcionando normalmente. Como sabemos, el agua es insustituible, y ante la reducción del régimen de lluvias los efectos inciden profundamenet sobre la economía agropecuaria y el bienestar de la población, con impactos ambientales irreversibles.
Es cierto que los cambios globales y regionales modifican severamente los patrones y comportamiento de la economía del agua, pero en Nicaragua son proporcionalmente más importantes las causas y efectos locales, asociados a las transformaciones sobre la ecología en el territorio nacional. Por ello, causa asombro que aunque conocemos detalladamente las causas de la desertificación nacional, y contamos con leyes destinadas a controlar y corregir dichos tensores sobre el ambiente, continuamos gimiendo ante el muro de lamentaciones y pendulando ilógicamente entre el pánico y la apatía, sin ocuparnos de resolver las causas raíces del problema.
¿Cuáles son las acciones necesarias que han sido ya previstas para cortar el nudo gordiano? La función esencial de la Ley General de Aguas Nacionales (Ley 620), es enfrentar la cultura viciosa de “dejar hacer, dejar pasar” responsable del vacío de gestión, gerencia o administración del agua, cuyos efectos son comentados en estas líneas. Estos conceptos y mandatos están contenidos en el Título II de dicha Ley, que por su extrema relevancia a este tema, reproduzco parcialmentey comento :
Principios Rectores de los Recursos Hídricos :
Conocimiento. Es de alta prioridad para el Estado el conocimientodel recurso hídrico del país, como elemento indispensable parala gestión sostenible del recurso.
Manejo integral. La gestión del agua se basa en elmanejo integral de lascuencassuperficialesysubterráneas,elusomúltipledeaguasylainterrelaciónque existe entre el recurso y el aire, suelo, flora, fauna y la biodiversidad.
Los Instrumentos de Gestión:
El Sistema Nacional de Información de los Recursos Hídricos.Conformadoprincipalmenteporlainformacióngeográfica,meteorológica,hidrológica, hidrogeológica e incluye elmanejo de los bancos de datos,laoperación ymantenimiento de las redesyla difusión de la informaciónobtenida.
La Planificación Hídrica:
La formulación e integración de la planificación hídrica, tendráen cuenta adicionalmente los criterios necesarios para garantizar el usobenéfico sostenible y el aprovechamiento integral de los recursoshídricos de las cuencas hidrográficas y los acuíferos como unidades degestión.
La planificación hídrica, implica la elaboración de un PlanNacionaldelosRecursosHídricospor la autoridadnacionaldel agua, queserviráde basepara que se elaboren planes yprogramas por cuenca, bajola responsabilidad de los Organismos de Cuenca.
Lo anterior muestra que de acuerdo con la Ley 620, la producción del conocimiento y su adecuada difusión sobre recursos hídricos es la base para comprender los procesos físico naturales que operan en cada territorio contenido en las cuencas hídricas nacionales, organizada sobre un Sistema Nacional de Información. Que el manejo o Gestión Integrada de los Recursos Hídricos (por favor ver “La mejor herramienta contra los efectos de la sequía”, La Prensa2016.02.10) forma parte de un proceso de planeamiento y ejecución del Plan Nacional de Recursos Hídricos. Ambos instrumentos aunque han sido previstos desde hace nueve años continúan como tareas pendientes a pesar de ser nuestro salvavidas contra la pobreza, y claramente resultan esenciales y de urgencia cada vez mayor, para aprovechar racionalmenteel ciclo del agua en Nicaragua y proteger a nivel local el funcionamiento de las fábricas de agua contenidas en las cuencas hídricas, de las que depende el bienestar de la sociedad y la economía nacional, de forma ambientalmente sostenibles.
Servirá de muy poco que las próximas lluvias traigan consigo el paliativo de la esperanza, si continuamos sin contar con las herramientas que permitan cortar el ciclo Hidro-Ilógico que nos condena sucesivamente al pánico y la apatía.
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Profesor universitario. Ex director del CIRA.