19 de marzo 2016
El último informe más o menos completo del MARENA sobre el Sistema de Áreas Protegidas (SINAP) que conocí, fue en el 2006. Después he leído en páginas sueltas de esta institución informes parciales que aluden visitas e incursiones de misiones a algunas de estas. La agenda social sobre la depredación de los recursos naturales protegidos, en los últimos años se ha centrado en BOSAWAS y esto es justo por la urgencia de salvar las condiciones que la convirtieron en la más importante Reserva de Biósfera (la segunda del hemisferio occidental) después de la selva amazónica.
Sin embargo, estos esfuerzos, más la denuncia contra los impactos catastróficos del CANAL, no nos ha permitido ampliar con profundidad la mirada hacia la situación del resto de Áreas Protegidas decretadas en el territorio nacional hace años. Esto es grave porque, ante la opinión pública es un tema poco conocido y por lo tanto no se aprecia tan fácilmente su prioridad en la agenda del desarrollo. No es un tema aparentemente vinculado al hambre, salud, desempleo, violencia, educación, impuestos, etc. y menos, que tenga importancia en contextos de elecciones. Sin embargo, toca todo lo vital de nuestras vidas y la de la nación.
Las áreas protegidas juegan un papel fundamental en la protección de la flora y la fauna del país, pero sobre todo protegen los ecosistemas degradados en otros puntos de Nicaragua. Pero estos conceptos pueden parecer abstractos o ajenos si no los vinculamos con los aspectos vitales de la vida cotidiana. Encontrar su relación es lo que nos toca para que la gente (no solo los indígenas afectados) comprenda y se apropie del derecho a proteger y preservar estos territorios “protegidos”. Una de las relaciones más vitales entre estas áreas con la vida individual, es su vínculo con la producción de agua, aunque hay más relaciones también vitales.
Así, se justifica (a pesar de un enfoque utilitarista de la naturaleza) que la protección de las Áreas Protegidas, sean un asunto también de pobreza, de empleo, de violencia, de educación, salud, etc., es decir, un tema de las “urgencias del desarrollo”, deinstitucionalidad, de políticas y estrategias, y de movilización ciudadana. Esa es la razón, entre otras por lo que debe ubicarse en las prioridades de todos los actores, incluida la empresa privada y obviamente, dando por descontado que, es sobre todo un tema responsabilidad del estado. Hay que educarnos de su importancia, antes que nos estalle el problema en las narices como sucede con las polvaredas de León y el despale de los pinares en el norte.
El informe citado conviene que lo conozca la prensa, los noticieros serios de la TV y, también las radios, a efectos de contar con un punto de partida del que se deriven las preguntas que guíen una investigaciónque nos ilustre lo que está pasando con el SINAP. Según este informe del MARENA, en el 2006 en Nicaragua se registran setenta y un Áreas Protegidas perteneciente a nueve categorías de manejo, todas aprobadas por la legislación ambiental. Esto significa que las Áreas Protegidas incluidas las cuarenta y tres Reservas Silvestres Privadas y los ocho Parques Ecológicos Municipales, cuentan con un respaldo jurídico (decretos y leyes creadoras) que debe ser respetado.
En su conjunto, las setenta y un Áreas Protegidas cubrían una superficie aproximada de 2, 208,786.7214 hectáreas, equivalentes al 17 % del territorio nacional. Pero para entonces, solo el 13% habían sido demarcadas físicamente y contaban con su plan de manejo. Significa que la mayoría se encontraban vulnerables al carecer de un marco físico- territorial claro y sobre todo de un plan de manejo con actores responsables de su ejecución. De ahí que, pienso que el despale de los pinares que con toda desfachatez se está presentando en la reserva natural Serranía Dipilto-Jalapa, no es un caso aislado.
Y para defender las Áreas Protegidas, los nicaragüenses sin distingos políticos debemos saber: ¿Qué son las áreas protegidas, ¿Qué son los ecosistemas? ¿Cuáles existen en Nicaragua si es que quedan? ¿Qué relación tienen con el agua, la calidad de la tierra, con a la biomasa, con la adaptación al cambio climático? y sobre todo, ¿Cuáles son y dónde están? Frente a la crisis ambiental, es urgente desarrollar procesos educativos masivos concretos que nos permitan frenar el extractivismo de los recursos naturales y proteger lo aún nos queda para salvar la vida.