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Castro entre la UE y EEUU

¿Cómo reaccionarán los cubanos ante la presencia de Obama?

Cuando resta poco más de una semana para la histórica visita del presidente de EE.UU., Barack Obama a Cuba, en La Habana se arreglan calles, se remozan monumentos, se pintan fachadas y se aceleran construcciones ya iniciadas, todo para mostrar la mejor cara de la capital al mandatario estadounidense. EFE/Alejandro Ernesto

Carlos Malamud

14 de marzo 2016

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La reciente visita de Federica Mogheriniy la inminente de Barack Obama a La Habana marcan una profunda ruptura con la moderna historia diplomática de Cuba. Si desde la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela el régimen castrista pudo reincorporarse plenamente a las instancias multilaterales latinoamericanas, sólo el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos en diciembre de 2014 permitió la plena normalización de sus vínculos con el mundo.

Ésta no es la lectura que hacen las autoridades cubanas al interpretar que la Administración Obama se acercó a Cuba para romper el aislamiento al que habían sometido a Washington sus colegas de América Latina. Un reciente editorial de Granma apuntaba: “El actual proceso con los Estados Unidos ha sido posible también gracias a la inquebrantable solidaridad internacional, en particular, de los gobiernos y pueblos latinoamericanos y caribeños, que colocaron a los Estados Unidos en una situación de aislamiento insostenible”.

La segunda visita de Mogherini a La Habana desde que es Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea sirvió para cerrar un acuerdo de diálogo político y cooperación negociado entre las partes desde 2015. También será el preámbulo para eliminar definitivamente la política común que regía la relación europea con Cuba desde 1996. Durante la rueda de prensa ofrecida conjuntamente por Mogherini y Bruno Rodríguez, el ministro cubano de Relaciones Exteriores, el cuidado lenguaje diplomático empleado por ambos funcionarios sirvió para expresar lo mucho que había avanzado la relación en los últimos tiempos. Como no podía ser de otro modo se dejaron traslucir igualmente algunos puntos de desacuerdo aún pendientes en la agenda.


La Alta Representante dejó clara su posición contraria al embargo de Estados Unidos contra Cuba, llegando incluso a utilizar en dos ocasiones la mítica palabra “bloqueo”. También rechazó, sin nombrarla, la Ley Helms-Burton: “La posición de la Unión Europea es clara: no aceptamos que empresas europeas sean penalizadas”. En la misma línea quedaron de manifiesto las posibilidades que la cooperación comunitaria podía ofrecer a Cuba en su situación actual, aunque de momento los desembolsos comprometidos por Bruselas son bastante modestos.

Incluso el tema de los derechos humanos transcurrió por la senda de la corrección política. Nadie quiso hacer públicamente sangre al respecto. Para Mogherini se trata de continuar, como ya se ha venido haciendo, un “diálogo respetuoso desde la soberanía de cada una de las partes, pero conscientes de la universalidad de los derechos humanos”. A su vez, Rodríguez puso el acento en que la cuestión debe ser “orientada a la cooperación internacional, con pleno reconocimiento al carácter universal, indivisible y no selectivo de los derechos políticos y libertades civiles y de los derechos económicos, sociales y culturales”. Pequeños matices que pese a todo muestran las diversas formas de aproximación al problema.

Sin que sorprenda demasiado, Venezuela parece haber sido uno de los principales puntos de desencuentro, tanto por la defensa que el gobierno de Raúl Castro hace de los ataques de Nicolás Maduro contra los derechos políticos de la oposición, como por la prórroga de la Orden Ejecutiva dictada en su momento por el presidente Obama contra determinados militares y políticos chavistas. El ministro cubano recordó que “el gobierno legítimo del presidente Maduro y el pueblo venezolano seguirán contando con la irrestricta solidaridad de Cuba”. También insistió en “el profundo, absoluto y permanente respeto a su soberanía [de Venezuela] y a los asuntos internos que son de su exclusiva competencia”.

Si bien la agenda de Obama en Cuba es mucho más complicada, el tema venezolano también marcará uno de los mayores desacuerdos con Raúl Castro, ya que el gobierno de Washington ha decidido no inmiscuirse en la transición cubana. Esto no implica que el presidente de Estados Unidos se desentienda del problema de las libertades en Cuba y de los derechos humanos, pero está claro que no serán una línea roja que impida seguir avanzando en la normalización de la relación bilateral. Incluso está previsto que Obama se vea con dirigentes de la oposición, aunque de momento no han trascendido las características del encuentro.

Raúl Castro insistirá una vez más en la necesidad de abolir el bloqueo, embargo en terminología de Estados Unidos, y de recuperar Guantánamo, sabedor de que son reivindicaciones imposibles de conquistar en el futuro inmediato. Así y todo es sumamente probable que se mantenga el tono de buena sintonía que presidió los encuentros previos de los dos presidentes y que Obama aproveche la ocasión para anunciar nuevas medidas que impulsen los vínculos entre los vecinos.

Una de las cuestiones más interesantes que deparará la visita será la reacción de la sociedad cubana ante la llegada de Obama. Nunca desde la Revolución se había producido la presencia de un presidente de Estados Unidos, el país que durante décadas encarnó la maldad extrema condensada en el imperialismo. ¿Cómo se comportarán los cubanos frente a Obama? ¿Cómo reaccionarán los dirigentes cubanos ante las manifestaciones espontáneas de sus ciudadanos?

Al mismo tiempo, otra conducta a examinar será la de las diferentes agrupaciones opositoras frente a Obama. Aquí también habrá comportamientos duales. Por un lado son muchos los que están sumamente agradecidos por el respaldo de Estados Unidos durante todo este tiempo. Por otro, no son pocos los que se sienten traicionados por Obama, pensando que le ha dado mucho al gobierno de Raúl Castro a cambio de casi nada.

A diferencia de la mayor parte de sus colegas hemisféricos que aprovechan su peregrinaje a La Habana para ver a Fidel Castro, esta visita no entra en la agenda del presidente de Estados Unidos. Por todo esto, y con independencia de los gestos de unos y otros, Cuba ya no será igual después del paso de Obama por sus costas.

Publicado en Infolatam


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Carlos Malamud

Carlos Malamud

Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia e investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos.

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