1 de marzo 2016
Informar es parte vital en el periodismo, pero no lo es todo. Periodismo es ayudar a entender a la gente lo que pasa en el mundo. Periodismo es criticar y fiscalizar al poder político, económico, religioso y fáctico. Periodismo es compromiso con los marginados, con los sin oportunidades, los sin voz. Periodismo es compromiso con la democracia, la institucionalidad, el Estado de Derecho. Periodismo es la defensa a ultranza de los derechos humanos y la libertad de expresión. Periodismo es compromiso con la palabra, el idioma; con las ideas, con la libertad individual de pensamiento. Periodismo es combativo, fiero, intransigente con la corrupción y con aquellos que con ideas primarias quieren regresar a las sociedades al oscurantismo. Periodismo es un noble oficio donde la ética y la integridad deben atravesarlo de polo a polo. Periodismo es no claudicar. Periodismo es contar lo que no se cuenta o tratan de ocultar. Periodismo, según Carlos Monsiváis, no es un oficio sino una misión política y patriótica. El periodismo --según narró una vez Tomás Eloy Martínez-- hay días que se vuelve más necesario que el pan. Es por todo eso que yo hago periodismo. Porque tengo un compromiso con el tiempo que me toca vivir. Porque creo que la palabra se sobrepone a la barbarie, pese a que nos maten (como sucede al norte de Nicaragua y otros países), nos oculten información, nos degraden, nos espíen, nos persigan, nos difamen, nos asfixien económicamente y nos quieran comprar con facilidades para la perdición. Ese es el periodismo en el que creo, que trato de practicar, en esta Nicaragua de una tradición periodística aguerrida y pensante, desde Rubén Darío, Pedro Joaquín Chamorro hasta Danilo Aguirre. Periodismo que hoy adversa a otro régimen alérgico a la prensa independiente; que pretende implantar un discurso único bajo un modelo orwelliano con su neolengua e imponer el Crimental. Pero aquí estaremos, cada uno de marzo, sosteniendo el bien irrefutable del periodismo en las sociedades, les guste o no a los poderosos y corruptos; no solo informando sino investigando, removiendo, criticando los abusos. Como escribió Albert Camus en una carta censurada a principios de la Segunda Guerra Mundial, y publicada por Le Monde en 2012: “Un periodista libre, en 1939, no desespera y lucha por lo que considera verdadero como si su acción pudiera influir en los eventos”.