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Entre la esperanza y el escepticismo

El éxito o fracaso de la MACCIH estarán condicionados por varios factores

Víctor Meza

28 de febrero 2016

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La presentación pública e instalación oficial de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras, más conocida ya por sus laberínticas siglas como MACCIH, ha creado sentimientos encontrados en la sociedad hondureña, que oscilan desde un escepticismo calculado hasta una vacilante esperanza.

Su creación y funcionamiento, aunque se fundamentan en una petición formal del gobierno hondureño, lo cierto es que se originan en las formidables marchas de protesta contra la corrupción que tuvieron lugar a mediados del año pasado. Fue la presión ciudadana, lamentablemente hoy dispersa y debilitada, la que obligó al gobierno a reaccionar y acudir en demanda de ayuda ante la comunidad internacional. Acorralado por las marchas y cegado por la luz multitudinaria de las antorchas, el régimen no tuvo otra opción que la de pedir auxilio a la OEA para reducir la presión callejera y abrir un compás de espera que le permitiera retomar oxígeno. Por lo visto, lo ha logrado.

La firma del convenio que da base legal a la MACCIH se produjo finalmente el día 19 de enero de este año, luego que la Cancillería local, haciendo uso de múltiples pretextos y calculadas argucias, lograra posponer en dos ocasiones la firma del importante documento. Es evidente que el gobierno quería ganar tiempo y demorar lo más posible la instalación de la Misión de Apoyo. Al mismo tiempo, quería, y lo intentaba, reducir las facultades y la autonomía de la MACCIH a través de tediosas e interminables negociaciones en Washington y en Tegucigalpa para acomodar el contenido del convenio a los temores y vacilaciones del propio Estado hondureño.

Fueron precisas las consabidas presiones externas para que, por fin, el gobierno  aceptara firmar el convenio y permitir la pronta llegada de los representantes de la OEA a Honduras. En estas circunstancias se ha producido la presentación en sociedad, el pasado lunes 22 de febrero, de la nutrida y muy bien calificada delegación de la OEA que se encargará de instalar y echar a andar la controversial MACCIH.


Al día siguiente, durante la reunión con representantes de distintas organizaciones sociales – desde activistas/militantes hasta elegantes empresarios - , la sociedad civil hondureña tuvo oportunidad de mostrar ante los invitados sus inevitables fisuras y comprensibles discrepancias. En arranques esporádicos de pasión discursiva, no fueron pocos los representantes que expresaron directamente sus dudas y escepticismo, de la misma manera que otros mostraron su moderada confianza y sinceras esperanzas para que la Misión de la OEA tenga el éxito que la ciudadanía desea y necesita. Tengo la impresión de que prevaleció el espíritu de tolerancia y se impuso la lógica que aconseja conceder el beneficio de la duda a la nueva iniciativa.

El éxito o fracaso de la MACCIH estarán condicionados por varios factores, pero, a mi juicio, serán tres los preponderantes: a) un liderazgo fuerte e independiente, que incluye el respaldo decidido de la comunidad internacional, b) una voluntad política real y evidente de parte del gobierno, y c) una presión ciudadana expresada a través de la organización plural y la movilización constante.

Tengo la esperanza en que el liderazgo estará a la altura del desafío. Abrigo mis legítimas dudas sobre la voluntad política de los funcionarios públicos, a la vez que conservo un discreto optimismo sobre la capacidad ciudadana para dar soporte a la MACCIH y respaldo necesario para que pueda cumplir sus objetivos.

La sociedad no debe ser un simple espectador, a la espera de los posibles éxitos o el arriesgado fracaso de la Misión de Apoyo. Debe ser un participante activo, vigilante, crítico y propositivo. Sólo así tendrá el derecho a reclamar prontos y buenos resultados en la lucha contra la corrupción y la impunidad. Sólo así.
*Ex ministro de Gobernación. Director del Centro de Documentación de Honduras CEDOH


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