15 de febrero 2016
No soy un usuario frecuente del paso fronterizo terrestre de Peñas Blancas. En los últimos seis años he cruzado la frontera hacia Costa Rica cinco veces, tres en autobus comercial y otras dos en mi vehículo particular, la última fue el pasado fin de semana. Hago esta aclaración, pues estoy seguro que existen muchísimas otras personas más autorizadas que yo, para compartir sus experiencias y hacer recomendaciones sobre cómo mejorar estos servicios. Los invito pues a que me corrijan, si estoy equivocado, yo me limitaré a describir lo que vi, lo que viví y lo que algunos veteranos de esta ruta me contaron.
En la frontera nicaragüense es notoria la mejoría, empezando por la amplitud y comodidad de las nuevas instalaciones de Migración y Aduanas y la vocación de servicio del personal de Migración. Sin embargo, falta una mejor señalización de los pasos que el viajero debe cumplir para completar sus trámites, y más personal para atender al público en las horas pico.
En Aduanas hay una sola ventanilla para tramitar el proceso de salida y entrada de vehículos, y aunque ahora existe un scanner para capturar los documentos o chequear los expedientes ya registrados, la tecnología no siempre va de la mano con la eficiencia. Cuando llegué a la fila, me antecedían solo tres personas y al completar mi proceso, unos 30 minutos después, quedaron diez conductores más esperando. Supongo que el tiempo de mi trámite se triplicó porque abrieron mi expediente por primera vez, como me explicó la oficial de Aduanas que relevó a la primera que empezó a atenderme a la hora de almuerzo, y me preguntó "¿por qué trae tantos papeles?", aunque me limité a presentar lo que demanda la ley.
Finalmente, salí del territorio nacional, flanqueando una interminable fila de furgones que se prolongaría en territorio tico por varios kilómetros. Al ingresar a Costa Rica, con la ayuda de un gestor privado me logré colar en el área de Migración atestada de viajeros. De las ocho ventanillas para atender al público, a eso de la una de la tarde solo dos estaban habilitadas, mientras más de 200 pasajeros de autobuses se amontonaban en una de las filas.
En Costa Rica el proceso de internación del vehículo sigue siendo arcaico y burocrático. Hay una sola ventanilla en una caseta externa al edificio de Migración, en la que se requiere por lo menos ocho fotocopias de distintos documentos para obtener el sello. Una vez concluido este trámite, cuando uno cree que ya todo ha terminado, hay que pagar un seguro en otra oficina ubicada a más de 500 metros de distancia, y sacar otra fotocopia de esa constancia para obtener el documento final. En ese trámite me encontraba, cuando reconocí un rostro familiar que venía haciendo el mismo recorrido desde la aduana nicaragüense. Mi compañero de viaje era un nica que administra empresas en ambos países y le toca cruzar la frontera, ida y vuelta, al menos una vez al mes. Su recomendación para simplificar este viacrucis es muy sencilla: "bastaría que los Presidentes de Nicaragua y Costa Rica o sus Ministros vinieran de incógnito a hacer estas filas, en camión, como pasajeros de bus, o manejando su vehículo particular, como nosotros, y verás cómo encuentran la solución al problema de las Aduanas en un minuto", me dijo. Y luego insistió: "necesitamos que de verdad vengan ellos a hacer fila y que no manden antes avanzadillas o a delegados, porque entonces todo se arregla de mentira".
A mi me tomó más de dos horas pasar las fronteras antes de empezar a circular en Costa Rica, pero los furgones quedaron varados el resto del día. La Asociación de Transportistas de Carga ha documentado que el tiempo promedio de trámites para que un furgón pueda cruzar la frontera en condiciones normales es de 12 horas, más otras 12 de espera y descanso del conductor para evitar que maneje de noche. En total, son 24 horas, y si el furgón debe cruzar además la frontera norte de Guasaule, se suman otras 24 horas. Hagan cálculos de lo significan 48 horas de atraso en pérdidas económicas para una empresa cuyos furgones deben cruzar ambas fronteras en una misma semana.
Cinco días después, concluí mi visita a Costa Rica y enrumbé hacia Nicaragua con la ilusión de que el paso por la nueva aduana de Las Tablillas (Costa Rica) y San Pancho (Nicaragua) sería más expedito. El puesto fronterizo solo atiende de 8 a.m. a 4 p.m. y no hay furgones haciendo cola porque, con algunas excepciones, no está permitido el transporte de carga. Inexplicablemente, las autoridades costarricenses no han facilitado este servicio aduanero, alegando que aún falta construir una carretera desde Puerto Limón hacia su frontera norte, para conectar plenamente el comercio de Costa Rica con Nicaragua a través del puente sobre el río San Juan.
En cualquier caso, me alegré al comprobar que hay poca afluencia de personas y vehículos que cruzan diariamente este puesto fronterizo, pues pensé que podría hacer los trámites en cuestión de minutos, pero ocurrió algo insólito. Costa Rica debe ser el único país del mundo en el que no se puede pagar en efectivo un impuesto aduanero de salida, sea en moneda nacional o en su equivalente en dólares. En Las Tabillas se excusaron alegando que Migración no podía recibir mi pago de siete dólares en efectivo, porque el estado tico no ha autorizado a un agente del Ministerio de Hacienda para brindar ese servicio, y como consuelo me remitieron a una máquina electrónica ubicada a pocos metros de distancia, habilitada para pagar el impuesto con tarjeta de crédito. Pero resulta que la máquina electrónica no admitía ninguna clase de tarjetas, y según confiaron los funcionarios costarricenses en el lugar, en realidad "nunca funciona". La única solución era regresar a Los Chiles, ubicado a seis kilómetros de distancia de la Aduana, donde en una "Soda" localizada en la entrada del pueblo pude pagar el impuesto a un particular autorizado, que cobra un dólar adicional por el servicio. Fui a Los Chiles y regresé a Las Tablillas. Pasé la Aduana tica e ingresé a Nicaragua, donde nuevamente encontré un servicio mejor organizado y dispuesto, aunque la eficiencia de los trámites podría mejorar con una mejor señalización y definición de la secuencia de cada paso.
Cuando relaté parte de esta historia a mis colegas ticos-nicas, que comparten el mismo anhelo de derribar los obstáculos que dificultan la comunicación entre ambos países a todos los niveles, me juraron que para los ticos el suplicio de lidiar con la burocracia nicaragüense en la frontera puede ser igual o peor. Sinceramente, espero que estén equivocados.