19 de enero 2016
Desde antes de su triunfo legislativo, la derecha de Venezuela se ha mostrado agresiva, nada prudente, con respecto a su pretensión de abarcar mayores cuotas de poder de los que su legal y real poder político puede permitirse... o le pueden permitir. Pero, apenas tomado el mando de la Asamblea Nacional, esas pretensiones las expresa la derecha de forma tan violentas que no solo frustra toda intención de diálogo político que pudiera bajar las tensiones, sino que acelera la confrontación.
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En ese su frenesí no solo juegan sus ambiciones, sino también las presiones de quienes les financian su empresa política dentro del país y desde el exterior, o sea, el gran capital oligárquico nacional y los Estados Unidos. Esto último toma cada vez más visos de certeza en ese desenfreno que la derecha está mostrando, pues no es como debería actuar una fuerza política consciente de su verdadero poder. Pero como no es su caso, confirma que sus desmesuradas actitudes obedecen a su desespero por cumplir los compromisos adquiridos con la oligarquía local, el gobierno norteamericano y las transnacionales petroleras.
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De ahí que la derecha se siente impulsada a tomar medidas provocadoras, como fue desconocer el acuerdo del Tribunal Supremo de Justicia de retirar de la Asamblea Nacional a tres diputados derechistas descalificados por su fraudulenta elección. La reacción chavista fue lógica: si un poder del Estado desconoce a otro poder, no merece reconocimiento y, por lo tanto, el Ejecutivo no reconocerá ningún acuerdo del poder Legislativo. Y la derecha tuvo que rectificar, desincorporando a los diputados.
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Pero ese fue solo el comienzo de las provocaciones, pues a dos días de haber tomado posesión de la presidencia parlamentaria, Henry Ramos Allup, viejo funcionario represivo, y uno de los responsables de la suspensión de los derechos constitucionales en 1989 y 1992, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, ordenó quitar los retratos de Simón Bolívar y Hugo Chávez del recinto parlamentario. Si no hubiese sido una provocación –aparte del odio irrespetuoso que le ha animado a la derecha históricamente contra el Libertador—, pudieron haber negociado con los chavistas la cuestión de los cuadros, y no ordenar con pedantería que fueran llevados a cualquier parte, incluso a la basura.
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Este señor Ramos Allup, tenido por la prensa transnacional como un héroe de la democracia, no pasa de ser una reliquia del pasado oligárquico venezolano incrustado por una poderosa fuerza exterior dentro de la modernidad política y social de Venezuela. Cumpliendo su función provocadora, este dinosaurio político llegó al colmo de ponerle plazo a la salida de Maduro de la presidencia, con una prepotencia reveladora de sus compromisos, pero divorciado de las posibilidades legales y de la realidad de su poder político para hacerlo.
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Así, en un lapso récord, su desesperación para cumplir el mandado hizo caer en la ilegalidad y el desacato al poder Legislativo, no por ingenuidad, desde luego, sino tras la búsqueda de una mayor crisis política prefabricada que Estados Unidos necesitaría para su intervención más directa en Venezuela. Digo esto, porque si fuera solo por odio y desesperación política, le sobra tiempo y capacidad a la derecha para investigar y actuar conforme las normas jurídicas del Estado, y no aparentar creer que el voto popular mayoritario recibido circunstancialmente es una patente de corso para atentar contra la estabilidad de otros poderes del Estado.
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A propósito, en medio de las protestas populares contra los abusos de poder de la derecha –incluso de los trabajadores de la Asamblea Nacional—, se ha comprobado que más del 60% de la población se declara partidaria del respeto para el ex presidente Hugo Chávez y, lógicamente, contraria al irrespeto de su imagen en el recinto parlamentario. Y por eso hubo una disculpa de otro político de la derecha, pero no de Ramos Allup. Si se hicieran simples cálculos, se vería que el 60% es mayor que la cifra de votantes lograda por el chavismo en las últimas elecciones, y eso indica que la derecha ha confundido alegremente la mayoría electoral circunstancial que obtuvo, con las reales simpatías populares a favor de todo lo que pretenda hacer.
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Otra cosa que llama la atención dentro del frenesí de la derechista MUD, es que, después de pregonar a bombo y platillo que su primera decisión en la Asamblea Nacional, sería decretar la amnistía para “los presos políticos”, no lo ha cumplido. ¿Por qué? Porque no ha podido hallar argumentos válidos para justificarla, pues lo que se conoce extraoficialmente de su proyecto inédito de amnistía, es de hecho, una confesión de culpabilidad: incluye amnistiar todos los delitos que la derecha ha cometido del 2002 al 2915, incluido el tráfico y uso de armas de fuego y de explosivos en contra de la estabilidad del Estado y los derechos de la población. La derecha se quiere auto amnistiar, y eso no parece posible.
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Hay otro hecho revelador: la derecha sigue subestimando la capacidad de movilización y de lucha del pueblo chavista organizado, en la forma que el sector que apoya a la derecha nunca lo ha logrado. Y esa capacidad, está siendo empleada no solo para contrarrestar en política a la derecha, sino para impulsar el programa de emergencia económica, el cual la derecha no recibió con agrado el viernes que Maduro leyó su informe en la Asamblea, por razones obvias: sus miembros son representes de los factores del poder económico oligárquico y de las transnacionales causantes principales de la crisis. Y nadie, menos esos factores, van actuar en contra su propio proyecto desestabilizador.
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La lucha en Venezuela, ya se desplazó con mayor vigor al campo económico sin que disminuyan las acciones políticas. Lástima que nuestra población no cuenta con informaciones imparciales, que le permitan evaluar la situación por su cuenta, pues el concepto de libertad de expresión de los medios privados sigue tuerta, y a diario presentan opiniones de los líderes de la derecha y de sus partidarios, pero nunca dan lugar a las opiniones de ningún líder chavista. Así confirman la diferencia real que existe entre la libertad de expresión de las empresas noticiosas, versus la libertad de información de los lectores y oyentes.
Cronología imperial (*)
1927.- 1) El 8 de enero, el presidente yanqui Calvin Coolige, autor de la frase “El negocio de los Estados Unidos son los buenos negocios”, justificó la acción naval de su país en Nicaragua como medida de prevención frente a las “actividades bolcheviques” del presidente Plutarco Elías Calles, de México, a su juicio, protector de Sacasa y Moncada.
2) El 4 de mayo, Estados Unidos impuso a Nicaragua, a través de la traición de Moncada, la “paz de Tipitapa”, o “pacto del Espino Negro”, con el único rechazo de Augusto C. Sandino.
3) En julio, se empezó a conocer en el mundo la existencia de la lucha de Sandino. El capitán de marines Hatfield, le envió a Sandino una misiva proponiéndole una “honrosa” rendición, la que fue contestado así por el guerrillero: “No me rendiré y aquí lo espero. Yo quiero patria libre o morir. No les tengo miedo: cuento con el patriotismo de los que me acompañan”.
4) El 26 de julio, fue por bombardea por aire Ocotal, de la cual se había apoderado Sandino. Se considera el primer bombardeo aéreo en la historia del continente americano, ejecutado por los gringos contra patriotas nicaragüenses, que solo contaban con fusiles. Hubo muchos muertos por las bombas y las ametralladoras aéreas gringas.
(Continuará)
(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.
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