16 de enero 2016
Luego de un camino tortuoso entre la celebración del triunfo opositor y la frustración causada por el recule indispensable en la juramentación de los diputados de Amazonas, finalmente llegamos al discurso de Memoria y Cuenta del presidente Maduro (en el que centro mi análisis de hoy) y la réplica inteligente de Ramos Allup.
El centro del discurso presidencial fue la crisis económica que vive el país. Lamentablemente, no hubo un reconocimiento de errores propios y el presidente se decantó por repetir la retahíla convencional, esa que ya pocos le creen: la crisis es culpa de la guerra económica, del imperio y de un complot intergaláctico que pretende tumbarlo.
Este no sería un problema si debajo del discurso político, el gobierno tuviera la intención real de aplicar una estrategia, aunque sea encubierta, de estabilización racional. Pero no. El discurso parece venir acompañado de la profundización del intervencionismo y el control extremo, que han sido precisamente los causantes de la crisis. Esto se observa en el decreto de emergencia económica, que ahora debe pasar por el proceso de aprobación posterior por parte de la Asamblea Nacional y la Sala Constitucional del TSJ.
En ese decreto se observa un intento de profundización del control del Estado sobre la economía. No hay un reconocimiento del problema real ni de las causas de la crisis. El presidente camina la ruta clásica del socialismo primitivo, pasando de la etapa de los controles a la fase en la que creen que el problema no es el control sino la mala aplicación de los mismos y el bloqueo de los enemigos, por lo que decide sofisticar los controles e intervenir “adversarios”.
El decreto de emergencia se centra en pedir poderes especiales para seguir haciendo lo que quieran, sin revisión ni control del Parlamento. Es una trocha para sustituir la ley habilitante que ahora no puede obtener. Pretende evadir el control presupuestario por parte del Parlamento y rehacer el presupuesto de acuerdo a sus necesidades e intereses, sin rendición de cuentas. Quiere tener la potestad de intervenir empresas, activos y propiedad privada, con la excusa de garantizar el abastecimiento de productos básicos. Busca garantizarse, en el caso de ser necesario, la posibilidad de restringir las operaciones en bolívares y en dólares, con la opción de bloquear incluso los retiros de bolívares (conocido internacionalmente como el corralito financiero). Intenta incrementar la presión tributaria, para evitar los sacrificios propios y recargar al sector productivo privado de los costos de la cobertura del déficit.
No hay ni en el decreto, ni en el discurso del presidente, una explicación racional de como resolver el problema de escasez de divisas, ni como pagar la deuda comercial interna para rescatar el abastecimiento de materias primas e insumos. No explica de dónde saldrán los recursos para enfrentar los pagos de deuda externa sin afectar el abastecimiento interno. No desarrolla como cumplirá su oferta de incrementar la producción local, sin divisas, sin pagar deudas previas, sin condiciones de entorno favorables, con controles de precios y cambio, con hostilidad a la inversión privada, con legislaciones inaplicables y con inseguridad. Pero sobre todo, no hay una sola palabra, propuesta o acción, que permita imaginarse que el país recuperará la confianza de los consumidores e inversionistas, sin la cual, todo lo demás… es paja.