4 de enero 2016
El reciclaje está de moda en Nicaragua. Lo que antes llamábamos basura se ha convertido en la materia prima de varios negocios de moda y diseño ubicados en Managua. Rosibel Cruz, de Colecciones Valentina; María José Luna, de Mün Design Studio; y Rosana Castrillo, de Rociclaje; convierten el vidrio, plástico, metal o madera que ya no utilizamos en una serie de hermosos objetos para el hogar. Este trío de empresarias asegura que el reciclaje es imperativo para conservar el medio ambiente. Y también, un medio para dar estilo a nuestra vida diaria. Estas son sus historias.
La funcionalidad de un carrete de madera
El emprendimiento de Rosana Castrillo inició hace tres años, cuando se propuso regalar a su padre un objeto innovador que pudiese hacer ella misma. En aquella ocasión, esta arquitecta diseñó un vistoso librero utilizando un carrete de madera, de tamaño mediano, que encontró abandonado en un proyecto de construcción. Agregó unas varillas de metal alrededor de la circunferencia del objeto, así como un par de rodos para que éste pudiese moverse en cualquier espacio. Así nació Rociclaje, una microempresa capitalina que vende finos muebles a través de Facebook.
Los grandes carretes de madera que Rosana colecciona se utilizan para transportar cables industriales. Ella los recupera y los lleva al taller que acondicionó en su casa, donde los corta, lija, pule, barniza y pinta para darles un mejor aspecto. De ser un desecho, las piezas pasan a ser muebles funcionales para el hogar. La empresaria asegura que sus creaciones han tenido una buena aceptación con el paso de los años, tanto por el acabado que ella le da a las piezas como por los precios, cuyo rango varía entre los C$270 y C$7 mil córdobas, dependiendo del trabajo que conlleve.
“La mayoría de los comentarios que recibo son muy buenos, incluso con la calidad del producto, que es un aspecto que yo cuido bastante. Se me ha acercado gente que trabaja en lo mismo, pero que no le dan tanta fineza al producto, o carpinteros. Algunos me dicen que vendo muy baratos estos muebles. Pero yo les digo que no, que se trata de mover el producto en el mercado, que se venda y que sea accesible para todos”, asegura Rosana.
La estrategia anterior ha hecho que los muebles de Rociclaje sean competitivos, sobre todo si se comparan con otros hechos de material sintético que se encuentran en grandes casas comerciales. Rosana explica que muchos de sus clientes valoran la resistencia de la madera, el tratamiento que les aplica y el hecho de que los productos sean elaborados en Nicaragua. Para esta arquitecta, aprender a reciclar y promover dicha filosofía como meta empresarial ha sido un gusto añadido. “Yo misma he venido educándome sobre esto. Estudio sobre temas que incluso no tienen nada que ver con los muebles, cosas que uno puede hacer con objetos que tiramos a la basura y que hacen más daño botándolos que si los utilizamos como un simple florerito”, indica.
Aunque ha tenido mucho éxito en la Feria de la Economía Familiar, Rosana todavía no posee una tienda propia. Su gran sueño consiste en poder exhibir sus piezas en un espacio natural, donde el cliente vea cómo colocar los muebles en distintos espacios. “Me gustaría que fuera al aire libre. Y al mismo tiempo, que pudiera tener mi taller en ese mismo lugar”, anhela.
Plástico hecho cartera
Rosibel Cruz fundó Colecciones Valentina –una microempresa que oferta bolsos para dama elaborados con envolutras de bocadillos– luego de un viaje familiar que hizo a Estados Unidos. Allí observó cómo otros empresarios hacían este tipo de piezas, aplicando un tejido que emula al que observamos cuando las hojas de plátano se entrecruzan. Ella se enamoró de la técnica y decidió aplicarla en Nicaragua con algunas variaciones.
La empresa de esta comunicadora de formación tiene un fuerte componente social, pues emplea plástico reutilizado para elaborar sus bolsos y recibe la colaboración de mujeres que solían recolectar basura en La Chureca. Ella explica que este valor agregado es de gran atractivo para los clientes extranjeros, quienes a su vez representan su mercado meta. “Ellos parecian muchísimo este tipo de producto por la historia que hay detrás de cada uno. Hay mucha apertura y una reacción muy positiva”, indica.
Rosibel empezó su negocio reuniendo bolsitas de “chiverías” que encontraba en la calle y con estas experimentó nuevas técnicas de costura que aprendió por su cuenta. Hoy día, sus diseños también incluyen detalles de cuero, pero el enfoque primordial es el reciclaje. “Nosotros evitamos que el material se contamine en el vertedero. Lo ocupamos antes de que sea incinerado, quemado o utilizado de otra manera que contamine el ambiente”, explica.
Como sus productos han tenido buena aceptación fuera de Nicaragua, esta microempresa apuesta por la exportación. Gracias al puesto que posee en el Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino, Rosibel ha logrado captar los primeros pedidos para el extranjero y actualmente se encuentra reuniendo el material necesario para cumplir con los mismos. En los próximos meses, dice, también tendrá que cumplir con requisitos legales para poder enviar sus creaciones a otros países, entre ellos Holanda.
Aunque esta empresaria tiene grandes aspiraciones, pero asegura que necesita capacitarse para crecer de la manera correcta. Rosibel lamenta que muchas organizaciones cobren membresías altísimas para los propietarios de negocios nacientes como el suyo. “Es una lástima que haya instituciones u organizaciones que dicen estar a la orden de quienes están empezando, pero detrás de toda esa política y detrás de todo ese mercadeo, hay un montón de cosas”, declara.
Recientemente, la propietaria de Colecciones Valentina obtuvo entrenamiento completo de parte de Technoserve, una organización local que enseña a emprendedores cómo hacer un modelo de negocios por medio de una competencia. Además de mejorar el funcionamiento de su empresa, Rosibel recibió un premio que le permitió comprar una máquina industrial para agilizar su producción, un aspecto del negocio con el que estaba teniendo problemas.
La experiencia como empresaria ha permitido que Rosibel pase de la idea a la práctica. Esta emprendedora siente que los nicaragüenses pueden contribuir con sus aspiraciones empresariales para manejar correctamente la basura, en lugar de promover solamente la filosofía del reciclaje. “Es necesario actuar, porque yo puedo decirte: voy a ir a limpiar la calle. ¿Pero qué voy a hacer después con esa basura que recojo?”, cuestiona.
El arte de manipular chatarra
En una amplia casa donde acondicionó una oficina que a la vez es una tienda y un taller, María José Luna diseña piezas decorativas para el hogar con vidrio y metal que encuentra en chatarreras de la capital. Hace tres años, la joven fundó Mün, un espacio donde ofrece un mobiliario cuyo estilo cumple con parámetros de simetría, estética y funcionalidad que aprendió al estudiar Arquitectura en la Universidad Americana (UAM).
Este negocio empezó como un proyecto universitario, hasta que María José identificó su rentabilidad potencial. “En un momento me di cuenta que a la gente le gustaba mucho. Y al gustarle mucho, podía hacer algo con lo que podía vivir. Aparte de que me encantaba, podía trabajar de esto y generar un ingreso”, explica quien ha participado en exitosos eventos como Nicaragua Diseña.
Esta emprendedora pretende cambiar la percepción que los nicaragüenses tienen sobre los productos hechos con material reciclado. El valor agregado de los que ella elabora consiste en saber de dónde proviene el objeto y no sentir que se está comprando basura, sino una vistosa pieza con la que evitamos contaminar el ambiente. Para la joven, los negocios que promueven el reciclaje cumplen con el compromiso ético de combatir el cambio climático.
“Es un fenómeno que sí está pasando. Lo estamos viendo con toda esta sequía que hay, con todos los problemas de la agricultura. Se trata de ver cómo podemos mejorar esto, cómo podemos ayudar, cómo podemos mitigar o hacer más adaptable la situación desde tu espacio, desde lo que sos y con lo que vos servís”, afirma.
La propietaria de Mün relata que empezó manipulando su materia prima de forma empírica, pero eventualmente se tecnificó fuera del país para moldear vidrio. Estudió la técnica de vidrio soplado en Oaxaca (México), en un lugar llamado Estudio Xachique y en donde aprendió que el reciclaje permite crear arte. En aquel país, recibió el entrenamiento que no encontró en Nicaragua.
“Si aquí te querés dedicar a una carrera técnica, o querés hacer de una carrera técnica algo artístico, es muy difícil hacerlo porque no se ve así en el país. México se diferencia porque enfocaron la parte técnica artísticamente”, manifiesta.
El éxito que ha tenido María José ha tomado tiempo. Montar su propio negocio implica un proceso de aprendizaje que aún no ha terminado. “Ha sido difícil hacer que un hobbie funcione económicamente, que sea un proyecto viable”, reconoce. Sin embargo, confiesa que la clave radica en complementar su visión con la experiencia de los soldadores que trabajan con ella. María José aprende la técnica de sus colaboradores. Y ellos, el arte de reciclar basura.