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Las palabras sin acción caen al vacío

Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por el dinero. Voltaire.

Arnoldo Martínez Ramírez

24 de diciembre 2015

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Con frecuencia durante el día utilizamos palabras y expresiones cuyo significado desconocemos, peor aún, lo que decimos versus lo que practicamos es diametralmente opuesto. Por ejemplo, saludable macroeconomía del país; cristiana, socialista, solidaria; democracia y Estado de Derecho; cumplimiento de derechos humanos; responsabilidad social empresarial; Integridad, Ética, Rendición de Cuentas, Gobernabilidad. Si las enfermedades del corazón, accidentes cerebrales, infecciones respiratorias, están entre las mayores causas de muerte en el mundo, la ausencia de Integridad, Ética, Rendición de Cuentas y Gobernabilidad, originan gobiernos ineficientes, corruptos e irrespetuosos de las leyes, coludidos con otros sectores del país. Lo que se erige como Estado son gobiernos funestos, capaces de destruir a cada ciudadano al despojarlo de conceptos esenciales de una sociedad, como equidad, justicia, derechos constitucionales, salud, educación y demás beneficios sociales y económicos a que tiene derecho.

El daño causado por estos gobiernos trasciende la frontera de lo jurídico y económico. Sus acciones corruptas, permean y contaminan a la sociedad entera y derriban sus valores éticos y principios morales, transformándola en un cuerpo comunitario inerte, indiferente, miedoso, desesperanzado, frustrado. Penosamente, uno de los pocos caminos que le queda es subirse al tren de la deshonestidad y ser parte, con el gobierno, de ese gran engranaje contaminado y muy enfermo que ofrece porvenir y riquezas a corto plazo, sin valorar el infortunio derivado de estos comportamientos, en especial, el daño para las generaciones futuras y el desmantelamiento del país.

Delinquir en la sociedad se convierte en moneda de curso legal: no pagamos salario mínimo, o sueldos adecuados; evadimos impuestos; obtenemos contratos de gobierno vía pago de coimas; compramos a la Justicia y sobornamos a los jueces; incumplimos contratos de venta y servicios; alteramos escrituras públicas. Las corporaciones nacionales e internacionales obtienen prebendas fiscales, y reciben de los gobiernos concesiones mineras y de otras explotaciones, incumplen las regulaciones sanitarias con sus productos, importan químicos nocivos para la salud y la destrucción del ecosistema, y los socios mayoritarios incumplen sus constituciones legales y engañan a los minoritarios. Al observar tal nivel de corrupción los ciudadanos nos sentimos impotentes, sin derechos para reclamar una gestión pública y privada honesta, con valores éticos y principios morales, que se desempeñe con eficiencia.

El reto es complejo. La corrupción es milenaria y no discrimina nacionalidades. Hoy está globalizada en países pobres y ricos. En los años 1970, funcionarios de organismos multilaterales argumentaron que la corrupción era un mal necesario, que contribuía a que los proyectos de desarrollo funcionaran mejor. Algunos estudiosos comentaron que la “corrupción moderada” ayuda a operativizar acciones de sectores públicos y privados. Otros contemplan que es un asunto cultural de gran arraigo, difícil de erradicar, y hasta la comparan con el insustituible aceite de oliva para una buena ensalada. Para las generaciones de jóvenes, los actos de corrupción les parecen naturales. Se observa en trámites sencillos, como obtener pasaportes, licencias, cédulas, certificados de nacimiento, de matrimonio y defunción tramitados por gestores, quienes pagan coimas a empleados de gobierno.


En su informe de 2013, Transparencia Internacional (TI), entrevistó a 114 mil personas de 107 países, y concluyó que los más corruptos de Latinoamérica son México, Brasil, Argentina y Venezuela (el % de corrupción sobre su PIB varía entre el 3% y el 8%). Asimismo, TI estima que las organizaciones más corruptas en los países son: partidos políticos, policía, tribunales de justicia, administradores tributarios, parlamentos, entidades de salud y corporaciones privadas. En ese año, 1 de cada 4 personas pagó coimas o sobornos a funcionarios de gobierno para hacer una transacción de legítimo derecho. La lucha sistemática contra la corrupción se ha venido dando desde 1990, sin embargo, esta se ha arraigado y diseminado en los países.

La corrupción es una epidemia que contamina la economía de los países y erosiona la administración eficiente del gasto corriente, las inversiones y los servicios del sector público. Los gobiernos transforman sus servicios y actividades en entidades costosas e improductivas. Una de las cadenas de corrupción en los gobiernos son las construcciones de obras. El constructor infla sus costos porque tiene que pagar sobornos; se diseñan megaproyectos injustificados y no rentables; se obtienen grandes financiamientos; se lava dinero y los contribuyentes pagamos más impuestos para cubrir el alto costo de proyectos construidos con baja calidad, y se alteran los servicios públicos.

La corrupción –definida como la utilización de un cargo público en beneficio propio-, opera con una contraparte: las corporaciones privadas. Esta colusión intrépida y siniestra parece obedecer al egoísmo y codicia deshumanizante de individuos que habiendo perdido sus principios éticos y valores morales, concentran su comportamiento en obtener enriquecimiento ilegítimo.  Las Naciones Unidas consideran que "la corrupción malogra las oportunidades y crea desigualdades flagrantes. Socava los derechos humanos y la buena gobernanza, frena el crecimiento económico y distorsiona los mercados".

Por lo general, las leyes sancionan la malversación, defraudación, soborno, estafa y extorsión, actos condenados también por católicos, cristianos, judíos, ortodoxos y musulmanes. Quizá se cae en estos hábitos malsanos porque: se idolatra la riqueza; la codicia y el consumismo cambian comportamientos; no tenemos respeto a los derechos de nuestros semejantes, incluida su dignidad. Vivimos una esclavitud globalizada, donde los poderosos son adictos al dinero y las personas que son despojadas de sus bienes, son esclavos de los deshonestos. La corrupción opera como una pinza, donde los dos extremos móviles son manipulados por los todopoderosos. Antes de presionar toman toda clase de bienes que no les pertenecen y los convierten de manera ilícita en parte de su propiedad. El centro del poder está en el vértice donde se unen los otros dos extremos de la pinza, accionado por operadores de leyes, jueces, bancos, individuos, empresas, partidos políticos, entes gubernamentales.

La revista Agenda Oculta (fundación Argentina La Alameda), desarrollo el concepto de Megacorrupción, integrado por: empresarios inescrupulosos + funcionarios públicos deshonestos + asociaciones ilícitas nacionales + delito internacional organizado. Esta fórmula les permite capturar, los bienes y recursos del país. Propiciando países abiertos a negocios ilícitos, blanqueo de dinero y bienes, crimen organizado, así como el tráfico ilegal de cualquier índole.

Una intensa Cruzada nacional por la integridad donde los ciudadanos y gobernantes nos comprometamos a cumplir las leyes, donde nos eduquemos sobre los valores éticos y principios morales, donde asumamos a través del ejemplo, la práctica de la honestidad en nuestra vida cotidiana.


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