21 de diciembre 2015
Siempre he dicho que Nicaragua es un país que no termina de caerse por las mujeres, pese al empeño que ponen los hombres –en particular aquellos que manejan los hilos del poder- por derrumbarlo. Por eso no es casual que en un año crítico como el 2015, donde el silenciamiento de la sociedad, el cierre de los espacios políticos y los abusos se incrementan, sean voces femeninas las que resuenan con extraordinaria potencia en la denuncia, la movilización y la defensa de los derechos humanos de la ciudadanía.
El protagonismo de las mujeres en Nicaragua no es nuevo, como lo demuestra la dilatada historia de lucha de sus movimientos, pero es la primera vez que aparece como un actor singularizado en el espectro social del país. Es por esta razón que Confidencial ha estimado reconocer a las mujeres como las protagonistas del año en la imagen y figura de cinco emblemáticas mujeres. Yelka Ramírez, que se irguió por encima de su tragedia para demandar justicia y castigo para los asesinos de su familia y nos conmovió con su reciedumbre, su valor y su dignidad. Francisca Ramírez, la joven campesina de La Fonseca, Nueva Guinea, cuyo liderazgo ha marcado la lucha en defensa de la tierra y el agua contra la concesión canalera, dando ejemplo de iniciativa y beligerancia para proteger la soberanía y el patrimonio nacional. El colectivo anónimo de las mujeres de Mina El Limón, que plantaron cara a la transnacional minera B2Gold, haciendo visible la situación y represión a los mineros. Armadas solo con su indignación y coraje, obligaron a la policía a replegarse y forzaron la negociación con la empresa. Martha Cranshaw, infatigable abogada de los migrantes y sus derechos, que ha dejado en evidencia que son más las migrantes y sus remesas estables las que aseguran la sobrevivencia familiar, la educación, la salud y las pequeñas inversiones de las familias. Y por supuesto, esa defensora por antonomasia, Vilma Núñez, auténtica procuradora de derechos humanos de la sociedad nicaragüense, que no le pierde pie ni pisada a todos los abusos, atropellos y crímenes cometidos por el Estado contra la ciudadanía.
Provenientes del campo y la ciudad, estas mujeres son reflejo de las luchas contra el modelo extractivista y autoritario imperante en el país, que se suma a la ya histórica movilización de las mujeres en la lucha contra la violencia de género, el feminicidio y el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Las hemos visto interponiendo recursos por inconstitucionalidad contra leyes injustas y discriminatorias y reclamando igualdad, justicia y democracia en el país y en la casa, en señaladas marchas en la que no ha habido empacho ni prudencia para lanzarles los antimotines. Las hemos visto también en los miércoles de protesta por elecciones libres; en las marchas anticanal; en el reclamo a las puertas de El Chipote por los represaliados; en los foros internacionales denunciando la onerosa entrega de la soberanía y la depredación medioambiental y exigiendo el respeto a cuerpos y territorios. Feministas silvestres y cultivadas se mezclan así en un amplio movimiento de ciudadanas con una impronta constitucionalista y de talante democrático e igualitario. Ese espíritu quedó recogido en el reconocimiento y homenaje realizado el pasado 24 de noviembre, a dieciocho mujeres por su compromiso continuo en la construcción del movimiento de mujeres y en la defensa de los derechos humanos, con la primera entrega de la orden civil Josefa Toledo (creada por el propio movimiento).
Hay que lamentar que en este registro exista una destacada presa política: Mariela Molina Peña, secretaria de la organización de excañeros Nueva Esperanza, detenida en Chichigalpa desde el 9 de octubre en represalia por su defensa de los derechos de los enfermos de Insuficiencia Renal Crónica, entre los cuales están su padre y su hermano. Desde entonces permanece en El Chipote donde solo le permiten vestirse para recibir la visita de su madre cada martes por 20 minutos. Mariela encarna hoy el alto precio que puede tener la participación en la lucha por los derechos y la actual demanda por una Navidad sin reos políticos que reclama la sociedad civil.
Es notorio que mientras ocurre un silenciamiento de las voces masculinas a nivel de las élites y de la sociedad civil -por temor, pusilanimidad o indiferencia- las voces de las mujeres se alzan con mucha fuerza reivindicando justicia, democracia y respeto, apareciendo como un recurso moral y renovador ante una sociedad exhausta por el autoritarismo, la ausencia de horizontes y el conformismo. Sin República y sin ciudadanía, pese a la represión, al monólogo del poder y el fachadismo oficial encarnado en la profusión de arbolatas y lucecitas navideñas, desde la llanura, las mujeres se afirman como sujetos y como agentes de cambio en esta sociedad, probando que la ciudadanía trasciende al catálogo de derechos políticos e incluso, de la portación de una cédula. En Confidencial así lo reconocemos y honramos el aporte de estas mujeres a la esperanza nacional, a la renovación de valores en nuestra sociedad y a nuestras propias vidas.