7 de diciembre 2015
París, Francia - Mientras el mundo entero estira y encoge en la búsqueda del próximo acuerdo climático mundial, la delegación nicaragüense eligió el camino del auto exilio. El pasado 30 de noviembre, el Secretario Privado para Políticas Públicas Paul Oquist anunció en la Cumbre Climática que el país no presentaría una contribución nacional, lo que en sentidos prácticos significa que Nicaragua asumirá como ajena la acción climática internacional y seguirá un camino diferente al del resto del mundo.
Para quienes desconocen el tema, esta contribución se llama técnicamente Contribución Prevista Nacionalmente Determinada (INDC, en inglés) y es donde cada país plantea cuáles acciones planea tomar para prevenir el calentamiento global (conocido como mitigación) y adaptarse a los efectos negativos del cambio climático (adaptación, en la jerga). El mecanismo fue decidido hace dos años como el camino hacia el nuevo acuerdo climático. A la fecha, 183 países de 195 que componen la Convención Climática de Naciones Unidas han presentado su INDC durante el 2015 (la mayoría en los últimos dos meses) y prácticamente casi todo el Sur Global.
Estos esfuerzos harían bajar el calentamiento global esperado hacia el año 2100, pero no suficiente para llegar a la meta esperada de los 2 grados centígrados. “Las contribuciones INDC tienen la capacidad de limitar el aumento previsto de la temperatura a unos 2,7 grados centígrados, lo que no es en ningún caso suficiente, pero sí es mucho menor que los estimados cuatro, cinco o más grados de calentamiento que muchos han proyectados sin incluir las INDC”, dijo sobre las contribuciones Christiana Figueres, secretaria general de la Convención Climática de la ONU.
Nunca en la historia de las negociaciones climáticas se ha visto tanta voluntad de reducción de emisiones. Todavía insuficiente, pero más de la mitad del camino. Para cuando llegaron a La Cumbre del Clima de París (COP21), los delegados sabían que el proceso de los INDC no llegaría a la meta, pero que el proceso tenía gran potencial en caso de ser implementado.
La noche inaugural, Oquist intentó dinamitar el proceso. “Sabemos desde finales de octubre que el proceso es un fracaso”, dijo en entrevista con IPS. En cambio, propone medir emisiones actuales e históricas y “establecer un parámetro que tome en consideración las contribuciones tanto históricas como actuales y luego asigne cuotas a cada país con base en estas emisiones”.
Oquist dice buscar la justicia con este método. Si Nicaragua realmente buscara una solución al cambio climático, no intentaría estallar el balón al minuto 88 del partido. Haría como hacen ahora Filipinas o Etiopía y exigiría dentro del proceso una mayor ambición y la creación de cláusulas que determinen objetivos más sólidos a largo plazo, donde los INDC se puedan revisar constantemente.
Si Nicaragua quisiera realmente buscar una solución al cambio climático, no buscaría un camino que sabemos fallido. En el protocolo de Kyoto, intentamos que solo los países industrializados pagaran por el cambio climático y fue un fracaso: las emisiones subieron y países como Estados Unidos no lo ratificaron.
Paul Oquist lleva demasiadas conferencias para considerarse un principiante. Él sabe que su camino es inviable, que llevaría la conferencia al barranco. Cuando todo el mundo menos 12 países camina sobre un proceso (Rusia, China, India, Europa, Estados Unidos y África incluidos), apartarse es vergonzoso.
Necesitamos un acuerdo global y Oquist lo sabe. También lo saben Ecuador y Bolivia, aliados del ALBA pero que sí presentaron sus INDC. Lo sabe Rusia y China. Decir otra cosa es un insulto a la urgencia climática mundial. ¿Lo habrá mandado alguien a bloquear este camino?
El contexto que da Oquist tiene sentido: no fue Nicaragua ni fue Centroamérica ni los países más pequeños quienes causaron el calentamiento global, sino un grupo de países históricamente industrializados y, crecientemente, también algunas naciones gigantescas en vías de desarrollo. Ellos deben pagar, ¿no?
Sí y en general lo están haciendo. La convención tiene un principio de responsabilidades comunes para todos los países, pero diferenciadas según su aporte histórico y sus capacidades. Los países más ricos ya están comprometidos a dar un aporte financiero, tecnológico y de creación de capacidades y, aunque falta definir cómo se hará esto, el compromiso está. Pero también, el mundo en desarrollo aporta actualmente dos terceras partes de las emisiones mundiales. Ya no solo se trata de Europa y Norteamérica, sino de un planeta que año con año aumenta sus emisiones.
Todo esto se negocia sobre la base de que 183 países presentaron sus compromisos nacionales (todo menos Nicaragua, Venezuela, Cuba, Panamá, Siria, Corea del Norte, Libia, Uzbekistán, Nepal, Timor del Este, Tonga y Saint Kitts and Nevis). Esta es la compañía que eligió el presidente Ortega. El hueco para llegar a los 1,5 o 2 grados centígrados de calentamiento máximo se busca solucionar con una iteración de este proceso de INDC cada ciertos años, un mecanismo que ya está sobre la mesa en el borrador del acuerdo de negociación.
Echar este proceso abajo es abandonar un trabajo que inició en 2011, cuando se acordó firmar un acuerdo en 2015, y Nicaragua busca eliminarlo cuando los INDC han mostrado que pueden reducir la temperatura global. Además, la ciencia ha indicado en numerosas ocasiones que urgen tomar acciones antes del 2020. ¿Cuánto tardaremos en hacer un proceso nuevo? Este el camino al autoexilio.
Sin embargo, esto no significa que el proceso hacia el Acuerdo de París sea el único camino. La justicia climática tiene muchos rostros: a veces significa detener los proyectos y las exploraciones petroleras, también puede ser invertir en la adaptación comunitaria o promover alianzas urbanas para tener ciudades preparadas para el cambio climático. Con frecuencia, la justicia climática empieza en casa.
“El proceso de los INDC catalizó una conversación sobre acción climática sin precedentes en 150 países alrededor del mundo, lo cual es verdaderamente fantástico”, me comentó en noviembre Jennifer Morgan, directora global del Programa Climático del World Resources Institute, cuando hablamos sobre los INDC.
En Nicaragua no hubo tal diálogo y dudo que lo haya. No lo hubo para el Gran Canal Interocéanico (en sí mismo una amenaza para Nicaragua ante un mundo que se calienta, aunque Oquis diga lo contrario) y no lo habrá para esto. Pero en París, la conversación seguirá con o sin Nicaragua. Oquist seguirá sentado en las salas de reuniones y si llegara a avanzar lo suficiente, puede que llegue a intentar bloquear el acuerdo. No no logrará: en su país, el Sandinismo puede hacer lo que le venga en gana, pero el mundo es diferente.