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El doble discurso (ambiental) de Ortega

En Francia y ante el mundo, Nicaragua será el gran defensor de la acción climática urgente. Acá, no parece querer esforzarse tanto

Carlos Herrera | Confidencial.

Diego Arguedas

24 de noviembre 2015

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Nicaragua está cancelando su seguro de vida. Con la construcción del Gran Canal Interoceánico – a cargo del empresario chino Wang Jing – el país está rechazando un elemento que juega espectacularmente a su favor ante el cambio climático. Lo está diciendo al mundo que prefiere un canal insostenible a décadas de agua potable.

Nadie que entienda el impacto climático que recibe y recibirá Centroamérica aconsejaría el camino que está tomando el Gobierno de Daniel Ortega. El proyecto del Gran Canal – valorado en 50 mil millones de dólares – pone en peligro el Lago Cocibolca, la gran póliza colectiva de los nicaragüenses: cuando falte el agua, el lago será un tesoro invaluable.

Sin lugar a dudas, el agua faltará. Las estimaciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, de la Comisión Económica para América Latina y la propia administración reconocen que el estrés hídrico es y será un problema grave para el país, especialmente en el Corredor Seco. Por suerte para Nicaragua, existe el Lago Cocibolca.

Sin embargo, la ambición del gobierno de turno lo pone en peligro y también hace más vulnerables a cientos de miles de personas que directa o indirectamente se benefician de su amplia cuenca hidrográfica. Mientras otros países buscan cómo reducir los impactos climáticos en su población, la administración orteguista camina en la ruta opuesta.


Nicaragua ha sido siempre una voz beligerante en las negociaciones climáticas, cuya próxima reunión empezará el 30 de noviembre en París. Es vehemente al exigir, con toda justicia, a los países desarrollados una mayor reducción de emisiones y más apoyo financiero para las economías emergentes. Junto con otras naciones, demanda una acción climática más ambiciosa que permita detener el calentamiento del planeta.

Lo anterior es válido y la propia Convención Climática de Naciones Unidas reconoce que si bien cada país tiene responsabilidades comunes para actuar ante el cambio climático, son diferenciadas según sus emisiones y su capacidad de actuar. Nicaragua no deberá reducir tanto sus emisiones por pequeñas (si bien ya las reduce) pero debe prepararse ante los impactos adversos.

A pesar de esto, sus acciones en el Lago Cocibolca, el reservorio de agua dulce más importante de Centroamérica y el lago tropical más rico de América, muestran que el Gobierno todavía prioriza los negocios de alto impacto ambiental sobre un desarrollo limpio y blindado ante el cambio climático.

Un istmo vulnerable

Centroamérica es una región altamente vulnerable a los efectos del cambio climático. Esto lo sabe Daniel Ortega y sus funcionarios: en Octubre firmaron una petitoria junto con otras naciones del istmo para que Naciones Unidas reconociera esta vulnerabilidad de manera oficial. Al tiempo que apoyaba la moción, Nicaragua apostaba contra sí misma en materia hídrica.

El Cocibolca es una de las maravillas de nuestra América Tropical. Se emplea para consumo humano, para riego y tiene otros servicios ecosistémicos esenciales para la economía nicaragüense. Ante eventos extremos, como El Niño actual u otros que vendrán en el futuro, puede servir como respaldo para cuando fallan otras fuentes de agua.

El cambio climático alterará los ecosistemas del istmo centroamericano, modificando las lluvias y haciendo las sequías más crudas de lo que ya estamos experimentando. ¿Qué pasará cuando estas sean más intensas o más frecuentes? ¿Cuál será la solución para las comunidades sedientas?

Los expertos nicaragüenses tienen claro que la construcción del Gran Canal tendrá un impacto negativo en el acceso al agua de la población. El Grupo Cocibolca denunció la obra ante el Tribunal Latinoamericano del Agua por los riesgos que implica y todavía no hay estudios ambientales convincentes que den paz sobre el tema.

La construcción conllevará riesgos severos de contaminación por hidrocarburos, salinización, invasión de especies ajenas, turbidez del agua y sedimentación. ¿Es esta la mejor manera de planificar el agua para las generaciones futuras del país?

En 2010, Salvador Montenegro, entonces director del Centro para la Investigación en Recursos Acuáticos de Nicaragua (CIRA/UNAN), advirtió que el Cocibolca podía tener mejores usos: la potabilización de las comunidades cercanas, el riego de tierras agrícolas o simplemente mantener la calidad de su agua para atraer turismo.

Montenegro detalla el Plan de Riego que presentó Ortega en 2009, que contemplaba usar las aguas del lago para irrigar unas 65 mil hectáreas de tierra en los primeros cinco años, ampliándose la capacidad a 625 mil hectáreas en los siguientes 15 años, lo que permitiría producir anualmente más de 3 millones de toneladas de alimentos. ¿Habrá olvidado el presidente esta promesa?

Ortega pide recursos para lidiar con la sequía y reducir los impactos climáticos en el acceso al agua para los nicaragüenses. Lo hace mediante acuerdos bilaterales y también en las cumbres climáticas, como la que iniciará pronto en París, donde su delegación insistirá en esto pero callará convenientemente el impacto negativo del Gran Canal. En Francia y ante el mundo, el país será el gran defensor de la acción climática urgente. Acá, no parece querer esforzarse tanto.

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Diego Arguedas

Diego Arguedas

Periodista costarricense especializado en temas de energía, cambio climático y desarrollo sustentable. Cubre las negociaciones climáticas desde 2013 y trabaja para Ojo al Clima del Semanario Universidad.

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