12 de noviembre 2015
En octubre 2013 y 2014 el autor de la novela Rostros Ocultos, abordó varios buses de transporte colectivo de Managua y dejó diez ejemplares de su obra en distintas rutas urbanas. Con seguridad fueron encontradas y quizás leídas por quienes viajan en ellos. Cada libro llevaba una dedicatoria: “Para el lector que encuentre y lea esta novela. Saludos”.
Es muy raro en nuestro entorno, encontrarse con alguien leyendo un libro en el bus, la parada, o la sala de espera… ahora, muchos prefieren estar ausentes chateando, en el absorbente vicio o evasiva enfermedad contemporánea, otros, simplemente dejan pasar el tiempo sin hacer nada…
A inicios de octubre 2015, en un conversatorio sobre la reciente novela Encuentro, con estudiantes de una universidad capitalina, una joven del primer año de la carrera de Psicología pidió la palabra, y según había confesado antes a su profesora, superando su timidez contó al auditorio que, dos años atrás, una mañana de domingo cuando viajaba en la ruta 68, vio a un señor extraño, que parecía no ser de los que van cotidianamente en buses y que al bajarse, parece olvidó en su asiento un libro nuevo. Ella intentó llamarlo pero el pasajero no escuchó, por lo que tomó el libro y lo llevó en su mochila a casa. Observó la portada y abrió la tapa, observó y leyó la primera página, se sorprendió por la dedicatoria, sintió un escalofrío y entendió que el libro estaba dedicado a ella.
Durante la siguiente semana leyó la novela que se refiere a la gente que viaja en los buses urbanos, se sintió identificada con la historia. Desde aquel entonces tuvo interés en encontrar al autor que dejó el texto. Desde inicio del año le comentaron que visitaría la universidad para impartir una conferencia y por fortuna –no por casualidad, dice ella-, dos años después, lo encontró. Había leído su segunda novela Encuentro, con cuya historia, por su experiencia personal, también se identificó, particularmente con Alberto, uno de los personajes principales, quizás por la similitud de origen, porque en su nombre, no lleva el apellido del padre distante…
Encuentro, la nueva novela, incluye el hallazgo de un libro en un bus por un estudiante de Psicología quien al principio quiso deshacerse del objeto que no le pertenecía, lo dejó en el asiento pero nadie lo tomó, por lo que decidió quedarse con el texto al que no prestaron atención, sintió que era dueño del objeto que un pasajero dejó intencionalmente o por olvido. En la lectura encontró a un extraño personaje huraño, que viaja en buses y que siempre, de día y noche, va leyendo obsesivamente los clasificados del diario, le pareció que era una lectura inútil que repetía con atención. Estudiar el comportamiento de este individuo se convirtió en el argumento de su tesis universitaria y en su búsqueda personal, más allá del propósito académico. Comentó Erick Aguirre “es una especie de búsqueda o interrogación de lo que significa ser humano”, cada uno “puede ser capaz de reescribir el texto de su propia vida”; pregunta: “¿Es la vida una novela o son las novelas una proyección de la vida?”, agrega: “el autor, incluyéndose como tal en la ficción, se convierte también en personaje; en este caso, el personaje principal, o protagonista de su propia novela vital, es decir de la novela que es su vida. Pero no la vida del autor (el de carne y hueso), sino la del personaje incluido como autor (el de la ficción)”.
Cuando el lector común conoce al autor y tiene la oportunidad de hablarle y preguntarle, suele con entusiasmo, generarse expectativas, principalmente el joven lector que se abre paso en sus años de adolescencia, cuando la fantasía aún no ha sido opacada por la aburrida realidad. Sucede también algo interesante: puede pensar que la historia del relato es la del escritor y trata de encontrar las similitudes entre la vida y sus circunstancias de los personajes y las del autor. El encuentro directo puede desmitificar el relato y limitar su encanto, o incrementar las dudas y alentar la lectura. Las consecuencias de la lectura van más allá del texto, se amplían con la experiencia y la imaginación de quien recorre sus páginas. Otra pregunta que puede hacer es sobre la veracidad de los hechos contados, tratar de precisar dónde está la verdad y dónde la mentira. Mi respuesta ante esa pregunta es que, en el arte de tejer historias, de revolver y revolver los hechos narrados, la veracidad con la ficción van entretejiéndose tanto que llega un momento en que una y otra, no solo son inseparables, sino que resulta imposible diferenciarlas, se pierden los límites de cada cual, incluso para el propio autor. Esto es verídico porque nos terminamos creyendo casi todo lo que escribimos, mientras lo escribimos, después, estamos obligados a olvidarlo, en caso contrario, no podremos emprender otra jornada para un relato distinto.
Un texto que sale a luz es un acto de desahogo necesario para quien lo escribe, y cuando un lector toma un libro en sus manos –porque lo compró, se lo regalaron, o lo encontró olvidado en el bus-, leerlo, es casi una obligación ineludible, porque sentirá, mientras no lo haga, que el libro lo llama, tiene los ojos puestos en él, es una especie de imán que lo atrae y que no puede evadir porque tendrá una especie de cosquilleo interior que se mueve en él, que le recordará lo que ha dejado abandonado y tiene pendiente...
El autor de Encuentro ha invitado al autor a ser partícipe de la historia contada. Hay lectores que se toman en serio esta sugerencia, he allí las consecuencias de las palabras de lo que decimos y escribimos. Uno de ello, desde Masatepe, Manuel Obregón, economista de profesión, lector incansable por placer, ha tomado el primer capítulo de esta última novela que fue titulado Instante y decidió reescribirlo, según el punto de vista que no solo complementa el texto inicial, sino que, realmente crea un nuevo relato. Historias, sobre historias son las que contamos, siempre habrá una manera distinta de contar lo mismo, porque lo nuevo realmente no está en decir lo que no se ha dicho sino en decirlo diferente, tanto que hasta llegue a parecer nuevo.
En noviembre de 2015 Rostros ocultos cumple diez años de su edición inicial. Encuentro es un relato que tuvo origen en ella pero adquirió dinámica propia como una historia independiente. El autor, siguió la tradición de compartir el texto con los principales protagonistas: los pasajeros del transporte urbano, otra vez abordó los buses y, en el escenario cotidiano en los que viajan, volvió a dejar algunos ejemplares de la última impresión de su primera novela. Veremos si nos descubrimos lector y escritor, autor y personaje, en el tránsito de la vida en el que unos suben otros bajan,