26 de octubre 2015
“¿Por qué Nicaragua no tiene un Bill Gates? Muy sencillo, porque en Nicaragua, Argentina, o México, nuestros jóvenes no sueñan con ser Bill Gates, sino con ser Messi, el problema es que poquísimos de ellos quieren ser el próximo Steve Jobs, Bill Gates, o Luis Von Ahn”, argumenta con vehemencia Andrés Oppenheimer, al abogar por una cultura que promueva la veneración por la innovación.
Esta es una de las tesis de su libro “¡Crear o Morir!: la esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación”, en el que recorre los principales hitos de la innovación en el mundo y explica por qué, aunque América Latina se encuentra a la zaga, también hay razones para mantener un optimismo moderado. "Tenemos muchísima gente talentosa, hay que transformar la creatividad en innovación", indica.
Periodista argentino residente en Estados Unidos, Oppenheimer es editor para América Latina y columnista de The Miami Herald y dirige el programa en CNN Oppenheimer Presenta.
En una amplia entrevista con Confidencial y Esta Semana, Oppenheimer también critica con desenfado la retórica de los Presidentes latinoamericanos "que hablan boberías sobre política, sobre ideología", en lugar de enfocarse en las cosas que realmente importan en este mundo para salir de la pobreza. "La prosperidad pasa por la educación de calidad, la ciencia y la tecnología", sentencia.
Este libro está basado en entrevistas y reportajes que realizaste con algunos de los innovadores más destacados del mundo. Hablas de inventos sofisticados, como las impresoras en tres dimensiones, las aplicaciones de los drones, o los automóviles que se manejan sin conductor, pero también presentas el caso de Gastón Acurio, el famoso chef peruano, o del ex entrenador del Barca y ahora del Bayern Munich, Pep Guardiola. Empecemos por entender ¿qué es la innovación y qué define a un innovador?
Precisamente hice todo ese cóctel de personalidades, porque generalmente existe la percepción de que la innovación únicamente tiene que ver con tecnología y no es así. La innovación es todo, todos tenemos que innovar lo que hacemos, por eso empiezo el libro no con el inventor de las impresoras 3D, no con alguien de Silicon Valley, en la tecnología, sino con el chef peruano Gastón Acurio, y por eso también le dedico capítulos enteros a Pep Guardiola el entrenador del Barca, a Richard Branson el hombre de la industria disquera que ahora está en la exploración espacial.
Hay tanta gente que no tiene nada que ver con la tecnología porque estamos entrando un nuevo mundo, en el que, o innovamos y le agregamos valor a lo que hacemos; inventamos algo nuevo, o nos quedamos cada vez más atrás.
Pero, ¿en qué se diferencia entonces la innovación de la creatividad? Hay muchas personas que son creativas, pero no todos son innovadores.
Claro. La creatividad es un acto de inspiración muy bonito que puede llevarnos a inventar algo nuevo, la innovación es cuando ese algo nuevo se convierte en un producto que podemos vender, que podemos comercializar, con el que podemos prosperar como individuos, como familias y como países.
Por eso no se trata aquí de que seamos todos poetas, a mí me encanta la poesía, me encanta la música, aunque la música también es un bien comercial que se puede exportar y puede producir riqueza para las naciones, pero la diferencia está en crear algo que sea productivo, que produzca ingresos, que haga crecer la economía personal, familiar y nacional.
Tu libro se titula "Crear o Morir", y en el subtítulo asocias la innovación con la esperanza de América Latina, pero al mismo tiempo nos das unas estadísticas bastante desalentadoras en cuanto al número muy limitado de patentes de innovación que logra registrar a América Latina, y la mayoría provienen de Brasil, México y Chile, ¿Entonces, cuál es la esperanza?
Hay muchas esperanzas porque tenemos muchísima gente talentosa, que está triunfando en todo el mundo, como el caso que mencionabas de Gastón Acurio, el chef peruano que agarró algo tan trivial como la cocina y la convirtió en un emblema del Perú actual; es una industria que mueve cientos de millones de dólares para el Perú y una industria que hoy día compite con Francia, con España, con la cocina italiana de tú a tú.
Casos como el de (Alfredo) Zolezzi, el chileno que está inventando un nuevo sistema para purificar el agua que puede cambiar el modo de vida en todo el mundo, que puede aliviar la pobreza para cientos de millones de personas; el caso de Luis Von Ahn, un guatemalteco, que inventó unos algoritmos impresionantes que están siendo usados por Google, por Yahoo, y que ahora está haciendo un sistema gratuito para aprender idiomas en internet.
Doy muchísimos casos de talentos individuales, pero como países estamos vendiendo materias primas, productos que valen cada día menos, y estamos entrando a una nueva economía mundial donde el producto de la mente vale cada vez más, y el producto de las manos vale cada vez menos.
Te doy un ejemplo, tu país, Nicaragua entre muy pocas otras cosas, lamentablemente, vende café. ¿Qué porcentaje de una taza de café nicaragüense que tú tomas en una cafetería en Estados Unidos vuelve al productor en Nicaragua, en El Salvador, en Colombia, en Brasil, en cualquier país cafetero de América Latina o Vietnam en Asia? Casi nada, el 2%.
El 98% de los tres dólares que tú pagas por una taza de café en una cafetería en Estados Unidos va al que hizo la ingeniería genética del café, el marketing, el branding, la distribución, el procesamiento, la publicidad, todos productos de la económica del conocimiento; el que cortó el café de la mata, lo puso en la bolsa y lo llevó al puerto se queda con el 2%. Entonces la pregunta que tenemos que hacernos como países es ¿de qué lado de la ecuación queremos estar? ¿entre los que se quedan con el 2% , en algunos casos con el 1% de esa taza de café, o queremos estar en el 98% del porcentaje que el consumidor paga por esa taza de café?Y si queremos estar entre los segundos tenemos que invertir en educación de calidad, en ciencia, en tecnología, en aumentar el valor agregado de los productos que vendemos.
Más educación de calidad, menos retórica ideológica
Que hace posible que en algunos países se desarrolle un entorno favorable para propiciar la innovación, en contraposición a otros. ¿Es una cuestión de inversión de recursos, de liderazgo del estado, educación, la calidad de las universidades, la inversión del sector privado?, o ¿hay algún secreto particular?
Es una cuestión de que en lugar de hablar pavadas, como hablan nuestros Presidentes, la mayoría de ellos, lamentablemente, pavadas ideológicas, tonterías, deben darse cuenta de que la solución, la prosperidad pasa por la educación de calidad, la ciencia y la tecnología, independientemente de la ideología. Esas idioteces que escuchamos todos los días de nuestros Presidentes, que hablan de la derecha, de la izquierda, estas cosas (están) totalmente erradicadas del mundo que crece.
Los países asiáticos, de todos los colores políticos, de derecha, de izquierda, de centro, los que han prosperado y han reducido la pobreza más que ninguno, son los que le han apostado a la educación de calidad, a la ciencia, a la tecnología, a aumentar el valor de sus productos.
Te doy algunos ejemplos. China es una dictadura comunista que le ha ido muy bien porque precisamente le ha apostado todo a la educación de calidad. India es una democracia a veces de derecha, a veces de izquierda, según el gobierno que esté en ese momento, también ha reducido la pobreza en cientos de millones de personas desde que empezó a apostarle a la ciencia, a la tecnología, a la educación de calidad; Singapur es una dictadura de derecha; Finlandia es una democracia, a veces de derecha, a veces de izquierda. O sea, los países que funcionan, los países que están prosperando, los países que están reduciendo la pobreza muchísimo más que los nuestros, son los que se concentran en mejorar su calidad educativa, en apostarle a la ciencia, a la tecnología,y en aumentar el valor agregado de sus productos.
¿En el recorrido que hiciste por América Latina qué pistas encontraste? ¿Se puede replicar un entorno como el de Silicon Valley ubicado en el área de la bahía de San Francisco en alguna ciudad latinoamericana?
Por supuesto, (América Latina) está repleto de bolsones de creatividad en todos lados, en el libro menciono muchos. Lo importante es que se puede. Corea del Sur era un país tan pobre como Nicaragua hace apenas 50 años, registra 18,200 patentes internacionales por año. Toda América latina junta registra menos del 10% de las que registra Corea del Sur, unas 1,200, y de esas la mayoría son de Brasil y de México; Nicaragua, si no me equivoco, cero patentes. Ese dato lo dice todo.
¿Cómo puede ser que un país que hace 50 años era tan pobre como Nicaragua, hoy día sea tan rico? Bueno, muy sencillo, en lugar de hablar boberías ideológicas, en lugar de hablar de derecha, de izquierda, todas esas sandeces que muchos Presidentes todavía nos quieren hacer creer que significan algo en este mundo de hoy, le han apostado a la educación, la ciencia, y a la tecnología, y hoy día venden computadoras, venden carros de varias marcas conocidas, son una potencia, en ingreso per cápita Corea del Sur está en el puesto número 13 en el mundo. Entonces,si lo pudo hacer Corea del Sur, si lo pudo hacer Singapur, que era un país también pobrísimo, lo puede hacer cualquier país latinoamericano.
Los innovadores comparten sus secretos
Una de las cosas que me llama la atención en tu libro sobre la cultura de la innovación es esa idea colaborativa que pareciera ir en contra del sentido común. Los innovadores dicen que suelen compartir sus inventos en vez de guardarlos en secreto. ¿Cómo funciona eso?
Eso funciona desde hace mucho tiempo en la ciencia. Cuando Einstein hizo sus grandes invenciones, no fue que estaba en su laboratorio con su tubo de ensayo, de repente dijo – Eureka,descubrí la teoría de la relatividad-. No funciona así la cosa. El propio Einstein trabajó muy estrechamente con su primera mujer, que era una científica, con su tío, con mucha gente que estaba muy cerca de él en la comunidad científica, y de eso salen las grandes ideas.
En la industria pasa lo mismo.Por ejemplo, Gastón Acurio, el chef que llevó a la cocina peruana a un estatus internacional, lo interesante de él fue que en lugar de hacer lo que hacen muchos chefs, que es llevarse los secretos a la tumba, desde el primer día empezó a compartir sus recetas, empezó a descubrir o inventar nuevo platos de cocina tradicional amazónica, y en lugar de guardárselos se los regalaba a sus clientes y a sus competidores. ¿por qué? Porque la idea de él era convertir esto en un movimiento. Y como él me cuenta en el libro, él me decía -- Andrés, si yo me hubiera quedado con mis recetas, hubiera tenido un restaurante muy exitoso para la clase alta de Lima , me hubiera ido muy bien; pero al compartir mis recetas con mis competidores, al salir al mundo con la idea de vender la comida peruana, aumentamos el pastel y nos beneficiamos todos.-- Y hoy día, Gaston Acurio tiene restaurantes en todo el mundo, en Londres, en París, en Nueva York, y sus competidores también, ganaron todos con un esquema colaborativo, compartiendo sus recetas y saliendo juntos a vender la marca país, la marca gastronómica del Perú.
Pero las personas que hacen inventos, precisamente, las patentan para comercializarlas, ¿acaso van a compartir con otros aquello en lo que han invertido tanto esfuerzo para registrarlo?
Muchos lo hacen. Por ejemplo, cuento el caso de Jordi Muñoz, un muchacho mexicano con una historia fascinante, cuando tenía veintidós años su novia quedó embarazada, venían de unas familias muy tradicionales, se escaparon, se fueron a los Ángeles, ella trabajaba, él no tenia papeles, estaba metido en su apartamento cuidando el bebé, y como era muy afín a la tecnología se metió en un blog de robótica, de drones, de estos vehículos aéreos que se manejan solos, y se metió en el movimiento de los que se llaman "los makers", los que hacen cosas.
Y este movimiento tiene por característica compartir todos sus secretos. Entonces, el que tenía este blog, Chris Anderson, pidió a la comunidad que lo seguía a ver si alguien se le ocurría una solución para reducir el costo del dron que estaba creando, porque le estaba costando como $5000 poner una pieza. Y este muchacho mexicano, Jordi Muñoz, le contestó --si, claro, yo lo acabo de hacer, le saqué este aparatito al Nintendo que me regaló mi mamá para Navidad, lo metí adentro y funciona perfecto y cuesta treinta dolares--.
Los dos se conocieron, fundaron una empresa de drones comerciales, que hoy tiene filiales en varias ciudades de Estados Unidos y México, cientos de empleados, factura millones de dólares; y todo eso lo hicieron compartiendo sus secretos en el Internet con la comunidad de los Makers, ese es un fenómeno cada vez más usual en este nuevo mundo de la innovación
¿Y cómo hacen para ganar dinero? Bueno, simplemente los que inventan estas cosas y las comparten, generalmente están seis meses o un año por delante de sus competidores. Esa es su ventaja competitiva; pero al mismo tiempo, al estar en una comunidad abierta en Internet, con toda la otra gente que está trabajando en lo mismo, se ahorran millones de dólares en salarios, investigación, y todo tipo de cosas que hace una empresa corporativa común. Es un nuevo tipo de innovación.
La tolerancia ante el fracaso
El otro tema que mencionas en el libro es la cultura de tolerancia ante el fracaso, algo que siempre ha ocurrido en Silicon Valley, estos procesos de prueba y error hasta llegar a una solución exitosa. Pero en América Latina cuando alguien fracasa, o cuando quiebra es objeto de un estigma peyorativo. ¿Se puede cambiar eso?
Bueno, me pregunto al final del libro ¿Qué podemos aprender de toda esta gente en América Latina? Y una de las conclusiones que saqué es que los innovadores triunfan en culturas que toleran y hasta premian el fracaso.
Arranco con el ejemplo de Steve Jobs. Lo echan de Apple cuando tiene treinta años, la empresa que el fundó, sale en toda la revistas de Estados Unidos, en las portadas, como echado, despedido, peleado con sus socios, en otras palabras, fracasado. En nuestras culturas, si tú, Carlos Fernando, sales en la portada de una revista importante, o de un periódico, como echado de la empresa donde estás, bueno, te crucifican en vida, hay todo tipo de expresiones: -se acabó, se quemó- nosotros crucificamos a los que fracasan.
En la cultura de la innovación de Silicon Valley todo el mundo considera el fracaso como un eslabón necesario que lleva al éxito. No hay gran innovación que no sea el resultado de una larga cadena de fracasos. El propio Steve Jobs cuenta que cuando él fue echado de Apple salió a buscar inversiones para su próximo proyecto, y le apostaron millones de dólares, no tuvo el menor problema en recaudar dinero porque en la cultura de SiliconValley hay una absoluta tolerancia para el fracaso, y la gente hasta se ufana de su fracasos.
Vos decís en el libro que en América Latina se deberían flexibilizar las leyes que penalizan a las empresas y los empresarios que caen en bancarrota, para que tengan un incentivo en resurgir. Pero dada la falta de transparencia y la tendencia a la corrupción y la impunidad, ¿no podría resultar esto contraproducente?
Bueno, eso en los países más atrasados, porque ya por ejemplo Chile cambió su legislación y mejoró muchísimo sus leyes de bancarrota para que sea como en Estados Unidos; si tú te vas en bancarrota por motivos ajenos a tu voluntad, para que puedas abrir una empresa al día siguiente y no estés condenado de por vida. Esto es una característica de los países más innovadores que progresan, que más reducen la pobreza, la tolerancia al fracaso, y esto fue siempre así.
Thomas Alva Edison, el que inventó la lamparita eléctrica, hizo mil intentos fallidos antes de inventar la lamparita eléctrica, imagínate si le hubieran hecho una ley de quiebras, si le hubieran condenado en las Cortes por cada fracaso. Henry Ford, el pionero del automóvil producido en serie, 19 intentos fallidos. ¿Por qué llamó su auto Ford T? porque empezó por el A, B, C, D, E, F… hasta que llegó a la T, 19 intentos fallidos antes de llegar al prototipo idea. Nosotros necesitamos en nuestros países tener tolerancia social con el fracaso individual.
Más allá de Responsabilidad Social Corporativa
Tu libro propone una clara distinción entre innovación y responsabilidad social empresarial, una tendencia que está bastante de moda en América Latina. ¿Cuál es la diferencia?
Lo que ocurrió con la responsabilidad social corporativa es que muchos empresarios la están usando como propaganda para sus empresas, crean una fundación, regalan computadoras o enseñan inglés, y lo hacen para ufanarse, como una cosa propagandística. Está bien que lo hagan, es aplaudible, pero esa no es la solución.
La solución es hacer como hicieron en Brasil los empresarios, juntarse entre ellos, ver cómo mejorar la educación a nivel nacional aunando esfuerzos entre todos, porque en cualquiera de nuestros países, veinte empresarios de los más poderosos juntando dinero, pueden hacer muchísimo más que uno, eso hace que los países puedan crear estrategias para cambiar radicalmente la calidad educativa, mejorarla y poner a nuestros países en el siglo veintiuno.
Los empresarios que se quedan en la responsabilidad social corporativa, está bien, mucho mejor eso que no hacer nada, pero no es tan eficaz como lo que hacen aquellos países que aúnan esfuerzos, como en Brasil con el movimiento “todos por la educación”, donde están casi todos los empresarios brasileros; o en México, con el movimiento “mexicanos primero” , donde están casi todos los grandes empresarios mexicanos, donde lo que han hecho es invertir en hacer campañas públicas para implantar en la gente la idea de que la educación de calidad es el pasaporte a la prosperidad personal, familiar y nacional, y luego hacer presión a los gobiernos para mejorar la calidad educativa, para educar, perfeccionar maestros, perfeccionar directores de escuela.
Porque esta es la clave de todo: cuando entrevisté a la Presidenta de Finlandia hace unos años y le preguntaba por qué Finlandia sale primero en todos los test de educación, me dijo -por tres motivos: los maestros, los maestros y los maestros.
Y la importancia de estos movimientos como el de México y el de Brasil, es que tienen bien claro que la solución no va a venir del gobierno, no va a venir de arriba porque los políticos por naturaleza piensan en plazos electorales, de cuatro, cinco o seis años, y la inversión en calidad educativa es una inversión a diez o veinte años, eso solo se puede hacer si se juntan los empresarios, los académicos, los periodistas, los dueños de los medios y elaboran un plan para mejorar la calidad educativa a diez y veinte años, por encima del gobierno de turno, y si el gobierno de turno se acopla, bienvenido.
Mencionaste que la única referencia que se hace en este libro a innovadores de Centroamérica es este guatemalteco Luis Von Ahn, radicado en Estados Unidos, el creador de Duolingo, un programa gratuito para aprender inglés. ¿Deberían nuestros países hacer un esfuerzo especial para incentivar y atraer asus innovadores que residen en el exterior?
Yo creo que más importante que eso es crear una cultura de la veneración por los innovadores. ¿Por qué Nicaragua no tiene un Bill Gates? Muy sencillo, porque en Nicaragua, o en Argentina, o en México, o en la mayoría nuestros países nuestros jóvenes no sueñan con ser Bill Gates, nuestros jóvenes sueñan con ser Messi, cosa que está bien, a mí me encanta el fútbol, el problema es que poquísimos de ellos quieren ser el próximo Steve Jobs, o el próximo Bill Gates, o el próximo Luis Von Ahn.
Entonces para tener una cultura de innovación tu necesitas que haya una masa crítica de jóvenes que quieran ser innovadores y eso tenemos que cultivarlo, eso lo tenemos que hacer los periodistas al promover, exaltar y venerar a los innovadores. Eso lo tienen que hacer los empresarios dando premios grandes, no simbólicos, a los jóvenes que ganen la competencia de matemáticas, o a los que inventen algo nuevo, eso lo tienen que hacer todas las instituciones académicas, tenemos que crear una cultura de admiración por los innovadores.
Me preguntabas antes qué tenemos que hacer para ser como Silicon Valley. Ni Bill Gates, ni Steve Jobs, ni Mark Zuckerberg resultaron de un programa gubernamental, surgieron de una cultura que venera a los innovadores, en la que millones de jóvenes quieren ser innovadores y algunos llegan.
No sé si las pesonas que aún no han leído tu libro, se quedaran con una visión optimista o pesimista de este panorama. Si lo pudieras resumir ¿qué esta haciendo bien América Latina en materia de innovación, y qué estamos haciendo mal?
Me gustaría que lo lean porque hay claro oscuros, hay cosas que estamos haciendo muy bien, y cosas que estamos haciendo muy mal, Lo innegablees que tenemos una gran reserva de talento. Tenemos gente muy innovadora en las artes, en los deportes, en las letras, tenemos gente creativa. Lo que pasa es que tenemos que convertir esa creatividad en algo productivo, tenemos que pasar de la creatividad a la innovación, y para eso tú tienes que tener buenas universidades, buenas escuelas, un buen sistema educativo: ingenieros, científicos, técnicos, tienes que apostarle a la educación de calidad, a la ciencia, y la tecnología para que pueda patentar eso, para que puedas desarrollarlo, para qué lo puedas convertir en un producto que vale muchísimo más; para volver al ejemplo del café, para no quedarnos con ese 2% del valor del producto que vendemos, con el 98% del valor.
*El libro ¨¡Crear o Morir¡¨ de Andrés Oppenheimer se encuentra disponible en las librerías Literato e Hispamer