5 de octubre 2015
De tanto repetirse, algunas frases se asumen como verdades: “todos los hombres son iguales”, “no hay hombres fieles”, “hay que estar juntos por lo hijos” y “todas las parejas tienen problemas/se pelean” son sólo algunas. Todas estas frases buscan hacer de lo incorrecto, algo normal y por lo tanto, excusable.
Esta idea de que todas las parejas se pelean ha sido repetida y vuelta a repetir por las parejas que en verdad tienen problemas como una forma de sentirse “normales” y así ayudarse a sí mismos a resignarse, a que así es la vida y no hay nada más que hacer.
Y no digo que en una vida compartida no hayan, eventualmente, desavenencias. Las hay. Estadísticamente, tenemos las de perder porque la mayoría de los intentos de relación que hacemos terminan en separación: el 50% de los matrimonios terminan en divorcio por los muchos problemas que tienen y muchos más, viven juntos en un infierno. En este sentido, es normal tener problemas de pareja.
Que sea normal no es lo mismo a que sea correcto. Es normal mentir, codiciar, robar (tiempo cuando llegamos tarde, dinero, un lapicero) lo cual no lo hace correcto. Es incorrecto y una miserable pérdida del limitado tiempo que se nos da de vida el desperdiciarla siendo infelices.
Cuando uno se cree el cuento de que todas las parejas tienen problemas como un hecho ineludible de la vida, se vuelve un himno para vivir en condiciones infrahumanas: en una relación donde hay maltrato, desamor, tensión constante, infidelidades, mentiras, donde falta el placer, el respeto, el contacto físico cariñoso o sexual. Se instala el pensamiento que no importa lo que haga o donde vaya, siempre las relaciones van a ser así y entonces, ¿para qué esforzarse? Empezamos a pensar, incorrectamente, que todas las parejas son como la mía, infeliz, y que todas las parejas se pelean como nosotros (con gritos, insultos, maltrato, violencia o con silencios que duran por días o semanas o una y otra vez por lo mismo o por tonterías) o que tienen los mismos problemas que nosotros (infidelidad, mentiras, maltrato, humillación, desamor, ausencia de contacto físico o sexual, pleitos constantes). Y esto no es cierto.
La felicidad y la armonía en una relación de pareja es una posibilidad real para la mayoría de las personas. Algunas parejas son naturalmente armoniosas, otras necesitan trabajar en distintos grados para ello, pero la mayoría puede lograrlo. Incluso si como pareja no nos es natural estar juntos, podemos aprender las habilidades y destrezas necesarias para llevarnos bien y desaprender los patrones que nos condenan al pleito o el conflicto.
Lo que sí es una torpeza es que seamos una pareja que no se lleva bien naturalmente y pensar que con el tiempo las cosas se arreglan solas. Las parejas naturalmente tormentosas lo son porque los integrantes de la misma tienen tendencias que los llevan al conflicto (tendencia a la rigidez mental, infidelidad, resentimientos, adicciones, mentir, irresponsabilidad, enojo o venganza, etc.) y las tendencias se ponen peor con el tiempo. Se necesita un trabajo personal muy consciente para mantener bajo control estas tendencias y lograr la armonía.
Lo que es inaceptable es vivir aguantando, amargados, infelices. Las relaciones de pareja son una parte demasiado importante y pasamos demasiado tiempo de la vida en ellas como para permitir que sean una fuente de infelicidad. Si este es el caso, y no ha logrado redirigir su relación por Ud misma, la recomendación siempre es buscar ayuda profesional.
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