22 de septiembre 2015
Uno de mis antiguos compañeros en la Asamblea Nacional (1985-1991) me ha prestado un libro de esos años, titulado “Sandinistas”, elaborado por tres periodistas europeos sobre la base de las entrevistas que les hicieron a tres comandantes de la revolución de entonces y también integrantes de la comisión política de la Dirección Nacional del FSLN: Humberto Ortega, Bayardo Arce y Jaime Wheelock.
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Con dos ediciones de diez mil ejemplares cada una (1986 y 1987) de la Editorial Vanguardia que dirigía el poeta Erik Blandón, “Sandinistas” lo escribieron Gabriele Invermizzi, italiano de L´Espresse de Milán; Jesús Ceberio, corresponsal de El País, de España, en México y Centroamérica; y Francis Pisani, corresponsal de Le Monde, Francia, en Centroamérica y el Caribe. Esos tres periodistas hicieron su trabajo atraídos por el prestigio que en el mundo de entonces tenía nuestra querida y frustrada revolución.
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Confieso que ese libro, al verlo, no me despertó el mínimo interés por leerlo, y me pregunté… ¿cuánto de valioso puede tener como para malgastar parte del tiempo vital que me queda, en leer las opiniones de tres ex revolucionarios, sobre hechos “requeteconocidos” desde hace más de treinta y seis años? Pero superé el prejuicio, y me decidí a leerlo. Los tres periodistas comienzan por explicar lo imposible que les fue reunir al mismo tiempo a los tres (entonces) comandantes, por las funciones que desempeñaban durante la guerra contrarrevolucionaria y los preparativos para las elecciones de 1984.
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Para resolver el inconveniente, decidieron hacerles a los tres por separado las mismas 310 preguntas, cuyas respectivas respuestas fueron de Humberto Ortega, sobre la cuestión militar, de Bayardo Arce sobre los asuntos políticos y de Jaime Wheelock acerca de temas agrarios, aunque, en general, los tres incursionaron en todos los temas. El trabajo de los entrevistadores lo fusionaron en un solo texto, dividido en doce capítulos. Ellos hicieron la edición de forma que las preguntas y respuestas parecieran haber sido hechas al mismo tiempo.
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Un resultado notorio de su labor fue la coherencia en las respuestas de los tres comandantes, de entonces. Lógicamente, no puedo aquí hacer alusión a todas las preguntas y las respuestas, sino solo a unas pocas muy sencillas que, además de coherencia con la situación histórica de aquel momento, reflejan agilidad, inteligencia, certera descripción de la realidad de esos años y un justo análisis del proceso con verdades que la mayoría de los nicaragüenses conocía y compartía entonces.
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Casi todas las respuestas encierran verdades que el día de hoy –y desde hace varios años atrás— sería imposible que esos mismos comandantes pudieran sostenerlas. Es que no puede ser igual el pensamiento de tres pequeños burgueses de entonces, con sueños envidiosos secretamente guardados acerca de la condición social privilegiada de la burguesía, y si combatieron a muerte a la dictadura que la representaba, fue buscando la oportunidad de sustituirla como clase dominante y emparejar con ella sus condiciones de vida.
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Si entre la lectura de las 258 páginas de que consta el libro, el lector revolucionario hiciera una completa abstracción de lo que hoy sucede, se sentiría orgulloso y convencido de que las tareas y los sacrificios hechos durante el proceso revolucionario, están plenamente justificados. Pero, pasado ese momento de abstracción, volvería a la cruda realidad actual, que le permitiría medir la magnitud del abandono de los tres a los objetivos del proceso revolucionario y la traición que les hicieron a los principios con que decían actuar.
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No sería posible imaginar siquiera lo que podrían pensar ahora de estos personajes, los periodistas que, obviamente, se impresionaron bien con sus respuestas. Pero se puede suponer que aquellas lecciones de patriotismo, consecuencia, valentía y ética que recibieron en sus respuestas, eran totalmente acordes con la heroicidad del pueblo de entonces, pero que, por sus condiciones de vida de ahora, sus pensamientos solo les podrán parecer letras muertas en las páginas de su libro.
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De cualquier manera que ahora esos periodistas pudieran ver la situación política de nuestro país y la personal de los tres ex comandantes, es inconcebible que pueda parecerles similar a lo que vieron entonces, si es que aún conservan la honestidad profesional con que los entrevistaron entonces. Por ejemplo, veamos estas respuestas de Bayardo Arce a dos de sus preguntas, y comparémosla con su vida actual:
— “¿Cómo les ha cambiado el poder en lo personal?”
— “Antes andábamos más tranquilos, aunque esquivando al enemigo; ahora tenemos que andar con escoltas, para que no nos mate la CIA”.
— “Se dice que andan en Mercedes Benz”.
— “Los Mercedes Benz fueron un momento de tránsito, porque los vehículos que utilizaba la dictadura eran “Mercedes”. Nosotros entramos a pie y teníamos que comenzar a movernos en algo y lógicamente nos movimos en los vehículos que había. Luego vendimos los Mercedes Benz, para cambiarlos por vehículos más modestos, más económicos y de mayores posibilidades de mantenimiento…”
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No hay ciudadano nicaragüense que ignore que los “Mercedes Benz” de entonces eran mucho más baratos que los que usan ahora, y que los compran a un precio mayor al centenar y medio de miles de dólares. ¿Aceptaría Arce recibir a cualquiera de esos periodistas en su mansión de tres millones de dólares, para otra entrevista, y responderle las mismas preguntas?
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¿Se burlaría Bayardo Arce, de la burguesía del Cosep, como se burló entonces, cuando conoció su pretensión de nombrar ministros en el gobierno de reconstrucción nacional? “Si quieren les damos la armas también”, les dijo Arce, con su característica sorna, cuando el Cosep les pidió hacer nombramientos de ministros. Pero ahora, Arce negocia cuotas de poder con el Cosep a nombre de Ortega, y hasta le han dado oficina dentro de la Asamblea Nacional, para que les “ayude” a legislar… y quién sabe a cuántos ministros los ha nombrado el Cosep.
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¿Acaso don Humberto Ortega, les contaría a esos periodistas que en vez de armas, ahora maneja grandes negocios? Y, don Jaime, ¿les volvería hablar mal de la voracidad de los terratenientes, y sobre la marginalidad en que vivían los campesinos? ¿Y les hablaría mal ahora también de los grandes propietarios de tierras, empresas y mansiones?
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Me parece bien haber leído el libro “Sandinistas”... aunque el recuerdo me renovara el dolor por los miles de nuestros jóvenes caídos durante las varias etapas de la revolución popular sandinista (sandinista entonces y para nunca más). Interesante sería conocer la respuesta de la mayoría de los comandantes de entonces, a esta simple pregunta: “¿Cómo les ha cambiado el poder en lo personal?”
Cronología imperial (*)
1902.- 1) Inglaterra, Alemania e Italia intervinieron militarmente en Venezuela; el presidente Theodore Roosevelt, no vio nada en la “doctrina Monroe” que impidiera los bombardeos a ciudades venezolanas por falta de pagos de deudas, siempre que los países castigadores no trataran de adueñarse del país agredido. 2) Los Estados Unidos dictan la ley Spooner, que apruebe la construcción de un canal interoceánico, sea por Nicaragua o por Panamá.
1903.- 1) El 8 de enero los Estados Unidos intervinieron las aduanas de República Dominicana. 2) El 22 de enero se firmó el tratado Hay-Herrán, entre Estados Unidos y Colombia, por el cual se autorizó a la compañía francesa que construía el canal de Panamá, a cederle sus derechos al primero. 3) El 22 de mayo, se firmó el tratado que prohibió a Cuba poder celebrar pactos especiales con otros países sin el permiso previo de los Estados Unidos.
4) El 3 de noviembre, la provincia de Panamá se separó de la república de Colombia. Así nació la república número 21 de América, y tres días después fue reconocida por el secretario de Estado Jhon Hay. 5) El 18 de noviembre, el aventurero francés Philippe Bunau-Varilla, valido de artes inmorales, firmó un tratado con el secretario de Estado Hay, por medio del cual cedió a los Estados Unidos una zona de diez millas a cada lado del proyectado canal de Panamá; el sucio negocio lo hizo EE.UU. con el propósito de no pagarle a Colombia. 6) Un movimiento revolucionario en Venezuela contra el gobierno del general Castro, terminó con la intervención anglo-norteamericana.
(Continuará).
(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.
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