16 de septiembre 2015
En el blog de la semana pasada –con el que inauguramos este espacio– les conté sobre los graves efectos que tienen los alimentos procesados en nuestra salud. Estos impiden, por ejemplo, que nuestro cerebro sepa cuándo dejar de comer y crea en nosotros una terrible adicción. Además, provocan el “síndrome metabólico”, que se manifiesta con enfermedades como la obesidad, la insensibilidad a la insulina, la diabetes, entre otros. Son, a como los llama la Organización Mundial de la Salud (OS), el motor de la obesidad.
Las exorbitantes tasas de obesidad en las Américas han generado múltiples investigaciones que pretenden averiguar las causas de este padecimiento. Los estudios colocaron a la ingesta de calorías como el presunto culpable. Por ello, una nueva ley de la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos, publicada en Julio de 2015, obliga a los fabricantes de alimentos y cadenas de restaurantes a revelar el contenido de calorías de sus productos y sus menús. Se supone que al publicar estos datos, “proporcionarán información nutricional clara y consistente”, lo que promovería en los ciudadanos la toma de decisiones dietéticas responsables y saludables.
Aunque la medida pareciera ser beneficiosa, hay un detalle faltante. Promover lo “nutritivo” implica mucho más que reducir la ingesta de calorías. En realidad se refiere a la “salubridad” de los alimentos, es decir, a su capacidad para apoyar el crecimiento en niños, adolescentes y el desarrollo del embarazo, además de mantener la salud o la integridad física de todos nosotros. Para ser calificados como “nutritivos”, los alimentos deben contener un gran número de nutrientes derivados de una variedad de fuentes alimenticias.
Para este caso, existe un excelente ensayo titulado “Prevención con Dieta Mediterránea” (PREDIMED), publicado en el New England Journal of Medicine (2013) y en el Canadian Medical Association Journal (2014). El documento proporciona una fuerte evidencia de que la dieta mediterránea – que enfatiza el consumo de nueces, aceite de oliva, pescado, frutas, verduras y legumbres, y que también es alta en grasas monoinsaturadas y antioxidantes – disminuye drásticamente las enfermedades cardiovasculares en comparación con la dieta de aquellas personas que consumen niveles bajos de grasa y calorías.
El estudio también demostró que el consumo de una bebida azucarada por día, con sólo 150 calorías, aumenta el riesgo de diabetes tipo 2, mientras que las grasas monoinsaturadas como el de las nueces, aguacates, aceitunas, entre otros, a pesar de que aumentan el consumo calórico por 500 calorías, en realidad reducen los indicadores de riesgo de ataque cardíaco y accidentes cerebrovasculares.
Vale recalcar que las dietas pobres en calorías son más responsables de enfermedades y muertes, que los efectos combinados de inactividad física, tabaquismo o el consumo del alcohol. Una solución para esta problemática sería centrarse en la calidad de los alimentos, en lugar del número de calorías. Nicaragua tiene mucho que ofrecer en lo que respecta a productos de alto valor nutritivo, alimentos ricos en antioxidantes, incluso con grasas monoinsaturadas. Su consumo puede ayudar a revertir la epidemia de obesidad y sus secuelas.
Un concepto mucho más útil que contar calorías y que utilizo en mi negocio es el enfoque en la “densidad de nutrientes”. Hablaré sobre eso en las próximas ediciones de “Otro Mordisco”. ¡Estén pendientes!